viernes, 15 de julio de 2011

león tolstói (lev nikoláyevich tolstói, rusia 1828 - 1910) // cuentos - ¿cuánta tierra necesita un hombre?

¿cuánta tierra necesita un hombre?

érase una vez un campesino llamado pahom, que había trabajado dura y honestamente para su familia, pero que no tenía tierras propias, así que siempre permanecía en la pobreza. "ocupados como estamos desde la niñez trabajando la madre tierra -pensaba a menudo- los campesinos siempre debemos morir como vivimos, sin nada propio. las cosas serían diferentes si tuviéramos nuestra propia tierra."
ahora bien, cerca de la aldea de pahom vivía una dama, una pequeña terrateniente, que poseía una finca de ciento cincuenta hectáreas. un invierno se difundió la noticia de que esta dama iba a vender sus tierras. pahom oyó que un vecino suyo compraría veinticinco hectáreas y que la dama había consentido en aceptar la mitad en efectivo y esperar un año por la otra mitad.
"qué te parece -pensó pahom- esa tierra se vende, y yo no obtendré nada."
así que decidió hablar con su esposa.
-otras personas están comprando, y nosotros también debemos comprar unas diez hectáreas. la vida se vuelve imposible sin poseer tierras propias.
se pusieron a pensar y calcularon cuánto podrían comprar. tenían ahorrados cien rublos. vendieron un potrillo y la mitad de sus abejas; contrataron a uno de sus hijos como peón y pidieron anticipos sobre la paga. pidieron prestado el resto a un cuñado, y así juntaron la mitad del dinero de la compra. después de eso, pahom escogió una parcela de veinte hectáreas, donde había bosques, fue a ver a la dama e hizo la compra.
así que ahora pahom tenía su propia tierra. pidió semilla prestada, y la sembró, y obtuvo una buena cosecha. al cabo de un año había logrado saldar sus deudas con la dama y su cuñado. así se convirtió en terrateniente, y talaba sus propios árboles, y alimentaba su ganado en sus propios pastos. cuando salía a arar los campos, o a mirar sus mieses o sus prados, el corazón se le llenaba de alegría. la hierba que crecía allí y las flores que florecían allí le parecían diferentes de las de otras partes. antes, cuando cruzaba esa tierra, le parecía igual a cualquier otra, pero ahora le parecía muy distinta.
un día pahom estaba sentado en su casa cuando un viajero se detuvo ante su casa. pahom le preguntó de dónde venía, y el forastero respondió que venía de allende el volga, donde había estado trabajando. una palabra llevó a la otra, y el hombre comentó que había muchas tierras en venta por allá, y que muchos estaban viajando para comprarlas. las tierras eran tan fértiles, aseguró, que el centeno era alto como un caballo, y tan tupido que cinco cortes de guadaña formaban una avilla. comentó que un campesino había trabajado sólo con sus manos, y ahora tenía seis caballos y dos vacas.
el corazón de pahom se colmó de anhelo.
"¿por qué he de sufrir en este agujero -pensó- si se vive tan bien en otras partes? venderé mi tierra y mi finca, y con el dinero comenzaré allá de nuevo y tendré todo nuevo".
pahom vendió su tierra, su casa y su ganado, con buenas ganancias, y se mudó con su familia a su nueva propiedad. todo lo que había dicho el campesino era cierto, y pahom estaba en mucha mejor posición que antes. compró muchas tierras arables y pasturas, y pudo tener las cabezas de ganado que deseaba.
al principio, en el ajetreo de la mudanza y la construcción, pahom se sentía complacido, pero cuando se habituó comenzó a pensar que tampoco aquí estaba satisfecho. quería sembrar más trigo, pero no tenía tierras suficientes para ello, así que arrendó más tierras por tres años. fueron buenas temporadas y hubo buenas cosechas, así que pahom ahorró dinero. podría haber seguido viviendo cómodamente, pero se cansó de arrendar tierras ajenas todos los años, y de sufrir privaciones para ahorrar el dinero.
"si todas estas tierras fueran mías -pensó-, sería independiente y no sufriría estas incomodidades."
un día un vendedor de bienes raíces que pasaba le comentó que acababa de regresar de la lejana tierra de los bashkirs, donde había comprado seiscientas hectáreas por sólo mil rublos.
-sólo debes hacerte amigo de los jefes -dijo- yo regalé como cien rublos en vestidos y alfombras, además de una caja de té, y di vino a quienes lo bebían, y obtuve la tierra por una bicoca.
"vaya -pensó pahom-, allá puedo tener diez veces más tierras de las que poseo. debo probar suerte."
pahom encomendó a su familia el cuidado de la finca y emprendió el viaje, llevando consigo a su criado. pararon en una ciudad y compraron una caja de té, vino y otros regalos, como el vendedor les había aconsejado. continuaron viaje hasta recorrer más de quinientos kilómetros, y el séptimo día llegaron a un lugar donde los bashkirs habían instalado sus tiendas.
en cuanto vieron a pahom, salieron de las tiendas y se reunieron en torno al visitante. le dieron té y kurniss, y sacrificaron una oveja y le dieron de comer. pahom sacó presentes de su carromato y los distribuyó, y les dijo que venía en busca de tierras. los bashkirs parecieron muy satisfechos y le dijeron que debía hablar con el jefe. lo mandaron a buscar y le explicaron a qué había ido pahom.
el jefe escuchó un rato, pidió silencio con un gesto y le dijo a pahom:
-de acuerdo. escoge la tierra que te plazca. tenemos tierras en abundancia.
-¿y cuál será el precio? -preguntó pahom.
-nuestro precio es siempre el mismo: mil rublos por día.
pahom no comprendió.
-¿un día? ¿qué medida es ésa? ¿cuántas hectáreas son?
-no sabemos calcularlo -dijo el jefe-. la vendemos por día. todo lo que puedas recorrer a pie en un día es tuyo, y el precio es mil rublos por día.
pahom quedó sorprendido.
-pero en un día se puede recorrer una vasta extensión de tierra -dijo.
el jefe se echó a reír.
-¡será toda tuya! pero con una condición. si no regresas el mismo día al lugar donde comenzaste, pierdes el dinero.
-¿pero cómo debo señalar el camino que he seguido?
-iremos a cualquier lugar que gustes, y nos quedaremos allí. puedes comenzar desde ese sitio y emprender tu viaje, llevando una azada contigo. sonde lo consideres necesario, deja una marca. en cada giro, cava un pozo y apila la tierra; luego iremos con un arado de pozo en pozo. puedes hacer el recorrido que desees, pero antes que se ponga el sol debes regresar al sitio de donde partiste. toda la tierra que cubras será tuya.
pahom estaba alborozado. decidió comenzar por la mañana. charlaron, bebieron más kurniss, comieron más oveja y bebieron más té, y así llegó la noche. le dieron a pahom una cama de edredón, y los bashkirs se dispersaron, prometiendo reunirse a la mañana siguiente al romper el alba y viajar al punto convenido antes del amanecer.
pahom se quedó acostado, pero no pudo dormirse. no dejaba de pensar en su tierra.
"¡qué gran extensión marcaré! -pensó-. puedo andar fácilmente cincuenta kilómetros por día. los días ahora son largos, y un recorrido de cincuenta kilómetros representará gran cantidad de tierra. venderé las tierras más áridas, o las dejaré a los campesinos, pero yo escogeré la mejor y la trabajaré. compraré dos yuntas de bueyes y contrataré dos peones más. unas noventa hectáreas destinaré a la siembra y en el resto criaré ganado."
por la puerta abierta vio que estaba rompiendo el alba.
-es hora de despertarlos -se dijo-. debemos ponernos en marcha.
se levantó, despertó al criado (que dormía en el carromato), le ordenó uncir los caballos y fue a despertar a los bashkirs.
-es hora de ir a la estepa para medir las tierras -dijo.
los bashkirs se levantaron y se reunieron, y también acudió el jefe. se pusieron a beber más kurniss, y ofrecieron a pahom un poco de té, pero él no quería esperar.
-si hemos de ir, vayamos de una vez. ya es hora.
los bashkirs se prepararon y todos se pusieron en marcha, algunos a caballo, otros en carros. pahom iba en su carromato con el criado, y llevaba una azada. cuando llegaron a la estepa, el cielo de la mañana estaba rojo. subieron una loma y, apeándose de carros y caballos, se reunieron en un sitio. el jefe se acercó a pahom y extendió el brazo hacia la planicie.
-todo esto, hasta donde llega la mirada, es nuestro. puedes tomar lo que gustes.
a pahom le relucieron los ojos, pues era toda tierra virgen, chata como la palma de la mano y negra como semilla de amapola, y en las hondonadas crecían altos pastizales.
el jefe se quitó la gorra de piel de zorro, la apoyó en el suelo y dijo:
-ésta será la marca. empieza aquí y regresa aquí. toda la tierra que rodees será tuya.
pahom sacó el dinero y lo puso en la gorra. luego se quitó el abrigo, quedándose con su chaquetón sin mangas. se aflojó el cinturón y lo sujetó con fuerza bajo el vientre, se puso un costal de pan en el pecho del jubón y, atando una botella de agua al cinturón, se subió la caña de las botas, empuñó la azada y se dispuso a partir. tardó un instante en decidir el rumbo. todas las direcciones eran tentadoras.
-no importa -dijo al fin-. iré hacia el sol naciente.
se volvió hacia el este, se desperezó y aguardó a que el sol asomara sobre el horizonte.
"no debo perder tiempo -pensó-, pues es más fácil caminar mientras todavía está fresco."
los rayos del sol no acababan de chispear sobre el horizonte cuando pahom, azada al hombro, se internó en la estepa.
pahom caminaba a paso moderado. tras avanzar mil metros se detuvo, cavó un pozo y apiló terrones de hierba para hacerlo más visible. Luego continuó, y ahora que había vencido el entumecimiento apuró el paso. al cabo de un rato cavó otro pozo.
miró hacia atrás. la loma se veía claramente a la luz del sol, con la gente encima, y las relucientes llantas de las ruedas del carromato. pahom calculó que había caminado cinco kilómetros. estaba más cálido; se quitó el chaquetón, se lo echó al hombro y continuó la marcha. ahora hacía más calor; miró el sol; era hora de pensar en el desayuno.
-he recorrido el primer tramo, pero hay cuatro en un día, y todavía es demasiado pronto para virar. pero
me quitaré las botas -se dijo.
se sentó, se quitó las botas, se las metió en el cinturón y reanudó la marcha. ahora caminaba con soltura.
"seguiré otros cinco kilómetros -pensó-, y luego giraré a la izquierda. este lugar es tan promisorio que sería una pena perderlo. cuanto más avanzo, mejor parece la tierra."
siguió derecho por un tiempo, y cuando miró en torno, la loma era apenas visible y las personas parecían hormigas, y apenas se veía un destello bajo el sol.
"ah -pensó pahom-, he avanzado bastante en esta dirección, es hora de girar. además estoy sudando, y muy sediento."
se detuvo, cavó un gran pozo y apiló hierba. Bebió un sorbo de agua y giró a la izquierda. continuó la marcha, y la hierba era alta, y hacía mucho calor.
pahom comenzó a cansarse. miró el sol y vio que era mediodía.
"bien -pensó-, debo descansar."
se sentó, comió pan y bebió agua, pero no se acostó, temiendo quedarse dormido. después de estar un rato sentado, siguió andando. al principio caminaba sin dificultad, y sentía sueño, pero continuó, pensando: "una hora de sufrimiento, una vida para disfrutarlo".
avanzó un largo trecho en esa dirección, y ya iba a girar de nuevo a la izquierda cuando vio un fecundo valle. "sería una pena excluir ese terreno -pensó-. El lino crecería bien aquí.". así que rodeó el valle y cavó un pozo del otro lado antes de girar. pahom miró hacia la loma. el aire estaba brumoso y trémulo con el calor, y a través de la bruma apenas se veía a la gente de la loma.
"¡ah! -pensó pahom-. los lados son demasiado largos. este debe ser más corto." y siguió a lo largo del tercer lado, apurando el paso. miró el sol. estaba a mitad de camino del horizonte, y pahom aún no había recorrido tres kilómetros del tercer lado del cuadrado. aún estaba a quince kilómetros de su meta.
"no -pensó-, aunque mis tierras queden irregulares, ahora debo volver en línea recta. podría alejarme demasiado, y ya tengo gran cantidad de tierra.".
pahom cavó un pozo de prisa.
echó a andar hacia la loma, pero con dificultad. estaba agotado por el calor, tenía cortes y magulladuras en los pies descalzos, le flaqueaban las piernas. ansiaba descansar, pero era imposible si deseaba llegar antes del poniente. el sol no espera a nadie, y se hundía cada vez más.
"cielos -pensó-, si no hubiera cometido el error de querer demasiado. ¿qué pasará si llego tarde?"
miró hacia la loma y hacia el sol. aún estaba lejos de su meta, y el sol se aproximaba al horizonte.
pahom siguió caminando, con mucha dificultad, pero cada vez más rápido. apuró el paso, pero todavía estaba lejos del lugar. echó a correr, arrojó la chaqueta, las botas, la botella y la gorra, y conservó sólo la azada que usaba como bastón.
"ay de mí. he deseado mucho, y lo eché todo a perder. tengo que llegar antes de que se ponga el sol."
el temor le quitaba el aliento. pahom siguió corriendo, y la camisa y los pantalones empapados se le pegaban a la piel, y tenía la boca reseca. su pecho jadeaba como un fuelle, su corazón batía como un martillo, sus piernas cedían como si no le pertenecieran. pahom estaba abrumado por el terror de morir de agotamiento.
aunque temía la muerte, no podía detenerse. "después que he corrido tanto, me considerarán un tonto si me detengo ahora", pensó. y siguió corriendo, y al acercarse oyó que los bashkirs gritaban y aullaban, y esos gritos le inflamaron aún más el corazón. juntó sus últimas fuerzas y siguió corriendo.
el hinchado y brumoso sol casi rozaba el horizonte, rojo como la sangre. estaba muy bajo, pero pahom estaba muy cerca de su meta. podía ver a la gente de la loma, agitando los brazos para que se diera prisa. veía la gorra de piel de zorro en el suelo, y el dinero, y al jefe sentado en el suelo, riendo a carcajadas.
"hay tierras en abundancia -pensó-, ¿pero me dejará dios vivir en ellas? ¡he perdido la vida, he perdido la vida! ¡nunca llegaré a ese lugar!"
pahom miró el sol, que ya desaparecía, ya era devorado. con el resto de sus fuerzas apuró el paso, encorvando el cuerpo de tal modo que sus piernas apenas podían sostenerlo. cuando llegó a la loma, de pronto oscureció. miró el cielo. ¡el sol se había puesto! pahom dio un alarido.
"todo mi esfuerzo ha sido en vano", pensó, y ya iba a detenerse, pero oyó que los bashkirs aún gritaban, y recordó que aunque para él, desde abajo, parecía que el sol se había puesto, desde la loma aún podían verlo. aspiró una buena bocanada de aire y corrió cuesta arriba. allí aún había luz. llegó a la cima y vio la gorra. delante de ella el jefe se reía a carcajadas. pahom soltó un grito. se le aflojaron las piernas, cayó de bruces y tomó la gorra con las manos.
-¡vaya, qué sujeto tan admirable! -exclamó el jefe-. ¡ha ganado muchas tierras!
el criado de pahom se acercó corriendo y trató de levantarlo, pero vio que le salía sangre de la boca. ¡pahom estaba muerto!
los pakshirs chasquearon la lengua para demostrar su piedad.
su criado empuñó la azada y cavó una tumba para pahom, y allí lo sepultó. dos metros de la cabeza a los pies era todo lo que necesitaba.

don johnson // heartbeat, 1986

duran duran // hungry like the wolf

devo // whip It

thomas dolby // she blinded me with science

kate bush // wuthering heights.

noosha fox // the heat is on, 1979

m // pop muzik. 1979

buggles // vdeo killed the radio star, 1979

virginia woolf (adeline virginia woolf stephen, reino unido, 1882 - 1941) // la narrativa moderna

la narrativa moderna

cuando se hace cualquier revisión, no importa cuán suelta e informal, de la narrativa moderna, es difícil no llegar a la conclusión de que la práctica moderna de este arte es, de alguna manera, una mejora respecto a la anterior. podría decirse que, dadas sus herramientas sencillas y sus materiales primitivos, fielding se defendió bien y jane austen incluso mejor, pero ¡compárense sus oportunidades con las nuestras! de cierto que sus obras maestras tienen un aire de simplicidad extraño. sin embargo, la analogía entre la literatura y el proceso de, por dar un ejemplo, fabricar un auto, apenas se sostiene más allá de un primer vistazo. es de dudar que en el transcurso de los siglos, aunque hayamos aprendido mucho sobre cómo fabricar máquinas, hayamos aprendido algo sobre cómo hacer literatura.
no escribimos mejor. lo que puede afirmarse que hacemos es seguir moviéndonos, si ahora un poco en esa dirección, luego en esa otra, pero con una tendencia a lo circular si se examina el trazo de la pista desde una cima suficientemente elevada. apenas merece decirse que ninguna presunción tenemos, ni siquiera momentánea, de estar en ese punto de vista ventajoso. en la parte llana, entre la multitud, cegados a medias por el polvo, miramos hacia atrás y con envidia a esos guerreros más afortunados, cuya batalla ha sido ganada ya y cuyos logros muestran un aire de realización sereno, de modo tal que apenas podemos frenarnos de murmurar que la lucha no fue tan dura para ellos como para nosotros. la decisión queda al historiador de la literatura; a él corresponde informar si nos encontramos al principio, al final o en medio de un gran periodo de narrativa en prosa, porque desde la llanura poco es visible. tan sólo sabemos que nos inspiran ciertas gratitudes y hostilidades; que algunas sendas parecen conducir a tierra fértil y otras al polvo y al desierto. acaso valga la pena alguna exploración de esto último.
así, nuestra disputa no es con los clásicos, y si hablamos de disputar con los señores wells, bennett y galsworthy, en parte se debe al mero hecho de que al existir ellos en carne y hueso, su obra tiene una imperfección viva, cotidiana, activa que nos lleva a tomarnos con ella cualquier libertad que nos plazca. pero cierto es también que, mientras les agradecemos mil dones que nos han dado, reservamos nuestra gratitud incondicional para hardy, conrad y en grado mucho menor el hudson de the purple land (la tierra púrpura), green mansions (mansiones verdes) y far away and long ago (allá lejos y hace tiempo). los señores wells, bennett y galsworthy han despertado tantas esperanzas y las han decepcionado con tanta persistencia, que nuestra gratitud adopta mayormente como forma el agradecerles habernos mostrado lo que pudieron haber hecho pero no hicieron; lo que ciertamente seríamos incapaces de hacer pero, con igual certeza quizás, no deseamos hacer.
ninguna oración por sí misma resumiría la acusación o la queja que fue necesario expresar contra una masa de obras tan abundante en volumen y que representa tantas cualidades, sean admirables o lo contrario. si intentamos formular nuestro sentir en una palabra única, diremos que estos tres escritores son materialistas. a causa de que se interesan por el cuerpo y no por el espíritu, nos han decepcionado, dejándonos con la sensación de que cuanto antes les dé la espalda la narrativa inglesa, tan cortésmente como se quiera, y se encamine aunque sea al desierto, mejor para su alma. pero, claro, ninguna palabra alcanza de golpe el centro de tres blancos diferentes. en el caso del señor wells, se aparta notablemente del hito. pero incluso en él muestra a nuestro pensamiento la amalgama fatal de su genio, el enorme grumo de yeso que consiguió mezclarse con la pureza de su inspiración. pero tal vez el señor bennett sea el peor culpable de los tres, en tanto que es con mucho el mejor obrero. puede fabricar un libro tan bien construido y tan sólido en su artesanía, que es difícil incluso al más exigente de los críticos deducir por qué rajadura o grieta puede filtrarse la decadencia. no pasa ni la menor corriente de aire por los marcos de las ventanas, ni hay la menor fractura en las duelas. sin embargo ¿qué si la vida se rehúsa a vivir aquí? es un riesgo que bien pueden presumir de haber superado el creador de the old wives' tale (cuento de viejas), george cannon, edwin clayhanger y multitud de otras figuras; sus personajes tienen vida en abundancia e, incluso, inesperada, pero queda por preguntar ¿cómo viven y para qué viven? termina pareciéndonos cada vez más, incluso cuando desertan de la bien construida villa de five towns, que pasan su tiempo en algún vagón de ferrocarril de primera clase y suavemente acojinado, pulsando innumerables campanillas y botones; y el destino hacia el cual viajan de modo tan lujoso se vuelve, cada vez menos indudablemente, una eternidad de bienaventuranza pasada en el mejor de los hoteles de brighton. difícilmente puede afirmarse del señor wells que sea un materialista en el sentido de que se deleita en exceso en la solidez de su fábrica. es de mente demasiado generosa en compasiones para permitirse dedicar mucho tiempo a dejar las cosas en perfecto orden y substanciales. es materialista dada la mera bondad de su corazón, que lo hace echarse a las espaldas el trabajo que debieron cumplir los funcionarios gubernamentales; en medio de la plétora de sus ideas y de sus hechos, apenas tiene un respiro para darse cuenta de, o ha olvidado considerar que tiene importancia, la crudeza y la tosquedad de sus seres humanos. y aún así, ¿qué crítica más dañina puede haber a su tierra y a su cielo que el que deban ser habitados ahora y en el futuro por sus joans y sus peters? la inferioridad de sus naturalezas ¿no empaña cualquier institución e ideal que la generosidad de su creador les haya proporcionado? tampoco, por profundo que sea nuestro respeto por la integridad y el humanismo del señor galsworthy, encontraremos en sus páginas lo que buscamos.
etonces, si pegamos una etiqueta en todos esos libros, en la cual esté la palabra única materialistas, queremos decir con ello que escriben de cosas sin importancia; que emplean una habilidad y una laboriosidad inmensas haciendo que lo trivial y lo transitorio parezcan lo real y lo perdurable.
hemos de admitir que estamos siendo exigentes y, además, que nos resulta difícil justificar nuestro descontento explicando qué es lo que exigimos. planteamos la cuestión de modo diferente en distintos momentos. pero reaparece del modo más persistente cuando nos apartamos de la novela concluida en la cresta de un suspiro: ¿vale la pena? ¿cuál es su propósito? ¿sucede acaso que, debido a una de esas desviaciones menores que el espíritu humano sufre de vez en cuando, el señor bennett aplicó su magnífico aparato de captar vida, cinco o diez centímetros fuera de foco? la vida escapa y, tal vez, sin vida nada vale la pena. tener que recurrir a una imagen como ésta es una confesión de vaguedad, pero difícilmente mejoramos la situación hablando, como son proclives a hacer los críticos, de realidad.
tras admitir la vaguedad que aflige a toda crítica de novelas, arriesguemos la opinión de que para nosotros, en este momento, la forma de narrativa más en boga falla más a menudo de lo que asegura el objeto que buscamos. lo llamemos vida o espíritu, verdad o realidad, esto, el objeto esencial, se ha desplazado o avanzado y se rehúsa a verse contenido en las vestimentas mal cortadas que le proporcionamos. no obstante, con perseverancia, conscientemente, seguimos construyendo nuestros treinta y dos capítulos de acuerdo con un diseño que cada vez falla más en parecerse a la visión que tenemos en la mente. demasiada de esa enorme labor de explorar la solidez, la imitación de vida, de la historia es no sólo trabajo desperdiciado sino mal colocado, al grado de que oscurece y hace borrosa la luz de la concepción. el escritor no parece constreñido por su propio libre albedrío, sino por algún tirano poderoso y sin escrúpulos que lo tiene en servidumbre para que proporcione una trama, para que aporte comedia, tragedia, amor, interés y un cierto aire de probabilidad, que embalsame el todo de modo tan impecable que si todas las figuras adquirieran vida, se encontrarían vestidas hasta el detalle último con sus sacos a la moda. se obedece al tirano, se fabrica la novela hasta el menor detalle. pero a veces, y más a menudo según pasa el tiempo, sospechamos que hay una duda momentánea, un espasmo de rebelión, según se van llenando hojas del modo acostumbrado. ¿es así la vida? ¿deben ser así las novelas?
mírese al interior y la vida, al parecer, se aleja mucho de ser "así". examínese por un momento una mente ordinaria en un día ordinario. esa mente recibe miríadas de impresiones: triviales, fantásticas, evanescentes o grabadas con el filo del acero. esas miríadas vienen de todos sitios, una lluvia incesante de átomos innumerables; y según descienden, según se transforman en la vida del lunes o del martes, el acento cae en un lugar diferente al del viejo estilo; el momento importante no viene aquí sino allí; de modo que si un escritor fuera libre y no esclavo, si pudiera escribir de acuerdo con sus elecciones y no sus obligaciones, si pudiera basar su trabajo sobre sus sentimientos y no las convenciones, no habría trama, ni comedia, ni tragedia, ni intereses amorosos o catástrofes al estilo aceptado y, tal vez, ni un sólo botón cosido al modo que quisieran los sastres de bond street. la vida no es una serie de farolas ordenadas simétricamente, sino un halo luminoso, una envoltura semitransparente que nos rodea desde el inicio de nuestra conciencia hasta su final. ¿no es tarea del novelista transmitir este espíritu variado, desconocido y sin circunscribir, no importa qué aberraciones o complejidades manifieste, con tan poca mezcla de lo ajeno y lo externo como sea posible?
no estamos solicitando tan sólo valor y sinceridad, sino sugiriendo que la materia adecuada de la narrativa es un tanto diferente a lo que quiere hacernos creer la costumbre. en cualquier caso, es de alguna manera parecida a ésta que buscamos definir la cualidad que distingue a la obra de varios escritores jóvenes, el señor james joyce el más notable entre ellos, de aquella de sus predecesores. Intentan acercarse más a la vida, preservar con mayor sinceridad y exactitud lo que les interesa y conmueve, incluso si para lograrlo hayan de descartar la mayoría de las convenciones que suele observar el novelista. registremos los átomos según caen sobre la mente en el orden en el cual caen, establezcamos el patrón, no importa cuán desconectado e incoherente en apariencia, que cada visión o incidente imprima en la conciencia. no demos por sentado que la vida existe con mayor plenitud en aquello comúnmente pensado grande que en lo comúnmente pensado pequeño. cualquiera que haya leído portrait of the artist as a young man (retrato del artista adolescente) o lo que promete ser una obra mucho más interesante, el ulysses (ulises), que en este momento aparece en la little review, arriesgará una teoría de tal naturaleza respecto a la intención del señor joyce. por nuestra parte, con sólo un fragmento así frente a nosotros, antes lo suponemos que lo afirmamos. pero no importa cuál sea la intención del todo, no hay duda que muestra una sinceridad máxima y que el resultado, por difícil o desagradable que lo juzguemos, es innegablemente importante.
en contraste con quienes hemos llamado materialistas, el señor joyce es espiritual; se preocupa a cualquier precio por revelar los titubeos de esa llama interna que destella sus mensajes a través del cerebro, y para conservarla hace de lado con valor absoluto todo aquello que parezca adventicio, se trate de la probabilidad, de la coherencia o de cualquier otra señal caminera que por generaciones haya servido para dar apoyo a la imaginación del lector, cuando se le pide que imagine lo que le es imposible tocar o ver. la escena en el cementerio, por ejemplo, con su brillantez, su sordidez, su incoherencia, sus relámpagos súbitos de significado, sin duda se aproxima tanto a las honduras de la mente que, al menos en una primera lectura, es difícil no suponer una obra maestra. si lo que deseamos es la vida misma, aquí la tenemos sin duda.
de hecho, nos encontramos andando a tientas con bastante torpeza cuando intentamos decir qué más deseamos, y por qué razón una obra así de original no se compara, pues debemos ir a ejemplos elevados, con youth (juventud) o the mayor of' casterbridge (el alcalde de casterbridge). fracasa debido a la pobreza relativa de la mente del escritor, pudiéramos conformarnos con decir para acabar con el asunto. pero cabe el presionar un poco más y preguntarse si no nos estamos refiriendo a nuestra sensación de estar en una habitación brillante pero estrecha, confinados y ahogados, antes que enriquecidos y liberados; a cierta limitación impuesta por el método a la vez que con la mente. ¿será el método el que inhiba el poder creador? ¿se deberá al método que no nos sentimos joviales ni magnánimos y sí centrados en un yo que, a pesar de sus temblores de susceptibilidad, nunca abarca o crea lo que está fuera de él y a la distancia? e subrayado puesto, acaso didácticamente, a la indecencia ¿contribuye a dar el efecto de algo, angular y aislado? ¿se tratará simplemente de que ante cualquier esfuerzo así de original sea más fácil, sobre todo a los contemporáneos, percibir lo que falta y no precisar lo que ofrece? en cualquier caso, es un error mantenerse fuera examinando "métodos". cualquier método sirve, sirve cualquier método que exprese lo que deseemos expresar sí somos escritores, que nos acerque más a la intención del escritor si somos lectores. este método tiene el mérito de acercarnos más a lo que estamos dispuestos a llamar la vida misma. ¿no sugirió la lectura de ulysses cuánto de la vida queda excluido o ignorado? ¿no vino tal idea con un sacudimiento al abrir el tristram shandy y el pendennis y vernos convencidos no sólo de que hay otros aspectos de la vida, sino que encima de todo son más importantes?
sea como fuere, el problema al que hoy día se enfrenta el novelista, como suponemos que ocurrió en el pasado, es ingeniar medios para ser libre de asentar lo que elija. debe tener el valor de decir que su interés no está ya en "esto" sino en "aquello", y sólo de ese "aquello" debe construir su obra. es muy probable que para los modernos "aquello", el punto de interés, se encuentre en las partes oscuras de la psicología. por tanto y de inmediato, el acento cae en un punto un tanto diferente; el subrayado va a algo hasta el momento ignorado; de inmediato es necesaria una forma de bosquejo distinto, difícil de asir por nosotros, incomprensible para nuestros predecesores. nadie sino un moderno, tal vez nadie sino un ruso, habría sentido el interés de la situación que chéjov transformó en el cuento llamado "gusev". algunos soldados rusos yacen enfermos, a bordo de un barco que los regresa a su patria. se nos dan unos cuantos fragmentos de su charla y algunos de sus pensamientos; la plática continúa entre los otros por un tiempo, hasta que gusev muere y, parecido "a una zanahoria o un rábano", es lanzado al mar. el subrayado aparece en lugares tan inesperados, que de principio se diría que no hubiera ningún subrayado; pero entonces, según los ojos se acostumbran a la penumbra y comienzan a discernir las formas de los objetos en el cuarto, vemos cuán completa está la historia, con cuánta profundidad y cuánta verdad, en obediencia a su visión, ha elegido chéjov esto, aquello y lo de más allá, uniéndolos para que compongan algo nuevo. es imposible decir "esto es cómico" o "esto es trágico", y tampoco estamos seguros, pues se nos ha enseñado que los cuentos deben ser breves y concluyentes, si esto, vago e inconcluyente, debe ser llamado un cuento.
los comentarios más elementales sobre la narrativa inglesa moderna difícilmente pueden evitar el hacer alguna mención de la influencia rusa, y si se menciona a los rusos se corre el riesgo de pensar que es una pérdida de tiempo escribir sobre cualquier narrativa que no sea la suya. si queremos comprender el alma y el corazón ¿dónde más conseguirlo con profundidad comparable? si estamos hartos de nuestro propio materialismo, el menos destacable de sus novelistas tiene, por derecho de nacimiento, una reverencia natural por el espíritu humano. "aprende a convertirte en el igual de la gente... pero que esta simpatía no sea aquella de la mente -pues con la mente es fácil- sino aquella del corazón, con amor hacia ella." en todo gran escritor ruso parecemos discernir los rasgos de un santo, si es que constituye santidad la simpatía por el sufrimiento de los otros, el amor por ellos, el empeño por alcanzar alguna meta digna de las demandas más exigentes del espíritu. es el santo que habita en ellos lo que nos deja confundidos con la sensación de nuestra propia irreligiosidad trivial, transformando a tantas de nuestras novelas famosas en faramalla y trucos.
las conclusiones a que llega la mente rusa, tan abarcadora y compasiva como es, son inevitables tal vez en toda tristeza extrema. de hecho, sería más exacto hablar de que la mente rusa está inconclusa. es la sensación de que no hay respuesta, que si se examina con honestidad la vida, ésta presenta una pregunta tras otra, a las que debe permitirse que resuenen una y otra vez ya concluida la historia en un interrogatorio sin esperanza, que nos llena con una desesperación profunda y a fin de cuentas resentida.
tal vez tengan razón; incuestionablemente, ven más lejos que nosotros y sin nuestros crudos impedimentos de visión. pero quizá vemos algo que a ellos se les escapa, pues si no ¿por qué habría de mezclarse a nuestra melancolía esa voz de protesta? esa voz de protesta es aquella de una civilización distinta y antigua, que parece haber insuflado en nosotros el instinto de gozar y luchar antes que el de sufrir y comprender. la narrativa inglesa, desde sterne a meredith, es testimonio de nuestro deleite natural en el buen humor y la comedia, en la belleza de la tierra, en las actividades del intelecto y en el esplendor del cuerpo. pero cualesquiera deducciones que extraigamos de comparar dos narrativas tan inconmensurablemente apartadas son fútiles, excepto en cuanto nos imbuyan con la visión de las posibilidades infinitas del arte y nos recuerden que el horizonte no tiene límites, y que nada -ningún "método", ningún experimento, incluso los más desbocados- está prohibido como sí lo están la falsedad y la simulación. no existe "material adecuado para la narrativa", pues todo es material adecuado para la narrativa, todo sentimiento, todo pensamiento; toda cualidad del cerebro y del espíritu de la que se eche mano; ninguna percepción está fuera de lugar. y si podemos imaginar al arte de la narrativa adquirir vida y ponerse de pie en nuestro medio, sin duda nos pediría que lo rompiéramos y lo hostigáramos, así como que lo honráramos y lo amáramos, porque de esa manera se renueva su juventud y se asegura su soberanía.

jonathan swift (irlanda, 1667 - 1745) // una modesta proposición: para prevenir que los niños de los pobres de irlanda sean una carga para sus padres o el país, y para hacerlos útiles al público

una modesta proposición:
para prevenir que los niños de los pobres de irlanda sean unacarga para sus padres o el país, y para hacerlos útiles al público

es un asunto melancólico para quienes pasean por esta gran ciudad o viajan por el campo, ver las calles, los caminos y las puertas de las cabañas atestados de mendigos del sexo femenino, seguidos de tres, cuatro o seis niños, todos en harapos e importunando a cada viajero por una limosna. esas madres, en vez de hallarse en condiciones de trabajar para ganarse la vida honestamente, se ven obligadas a perder su tiempo en la vagancia, mendigando el sustento de sus desvalidos infantes: quienes, apenas crecen, se hacen ladrones por falta de trabajo, o abandonan su querido país natal para luchar por el pretendiente en españa, o se venden a sí mismos en las barbados.
creo que todos los partidos están de acuerdo en que este número prodigioso de niños en los brazos, sobre las espaldas o a los talones de sus madres, y frecuentemente de sus padres, resulta en el deplorable estado actual del reino un perjuicio adicional muy grande; y por lo tanto, quienquiera que encontrase un método razonable, económico y fácil para hacer de ellos miembros cabales y útiles del estado, merecería tanto agradecimiento del público como para tener instalada su estatua como protector de la nación.
pero mi intención está muy lejos de limitarse a proveer solamente por los niños de los mendigos declarados: es de alcance mucho mayor y tendrá en cuenta el número total de infantes de cierta edad nacidos de padres que de hecho son tan poco capaces de mantenerlos como los que solicitan nuestra caridad en las calles.
por mi parte, habiendo volcado mis pensamientos durante muchos años sobre este importante asunto, y sopesado maduradamente los diversos planes de otros proyectistas, siempre los he encontrado groseramente equivocados en su cálculo. es cierto que un niño recién nacido puede ser mantenido durante un año solar por la leche materna y poco alimento más; a lo sumo por un valor no mayor de dos chelines o su equivalente en mendrugos, que la madre puede conseguir ciertamente mediante su legítima ocupación de mendigar. y es exactamente al año de edad que yo propongo que nos ocupemos de ellos de manera tal que en lugar de constituir una carga para sus padres o la parroquia, o de carecer de comida y vestido por el resto de sus vidas, contribuirán por el contrario a la alimentación, y en parte a la vestimenta, de muchos miles.
hay además otra gran ventaja en mi plan, que evitará esos abortos voluntarios y esa práctica horrenda, ¡cielos!, ¡demasiado frecuente entre nosotros!, de mujeres que asesinan a sus hijos bastardos, sacrificando a los pobres bebés inocentes, no sé si más por evitar los gastos que la vergüenza, lo cual arrancaría las lágrimas y la piedad del pecho más salvaje e inhumano.
el número de almas en este reino se estima usualmente en un millón y medio, de éstas calculo que puede haber aproximadamente doscientas mil parejas cuyas mujeres son fecundas; de ese número resto treinta mil parejas capaces de mantener a sus hijos, aunque entiendo que puede no haber tantas bajo las actuales angustias del reino; pero suponiéndolo así, quedarán ciento setenta mil parideras. resto nuevamente cincuenta mil por las mujeres que abortan, o cuyos hijos mueren por accidente o enfermedad antes de cumplir el año. quedan sólo ciento veinte mil hijos de padres pobres nacidos anualmente: la cuestión es entonces, cómo se educará y sostendrá a esta cantidad, lo cual, como ya he dicho, es completamente imposible, en el actual estado de cosas, mediante los métodos hasta ahora propuestos. porque no podemos emplearlos ni en la artesanía ni en la agricultura; ni construimos casas (quiero decir en el campo) ni cultivamos la tierra: raramente pueden ganarse la vida mediante el robo antes de los seis años, excepto cuando están precozmente dotados, aunque confieso que aprenden los rudimentos mucho antes, época durante la cual sólo pueden considerarse aficionados, según me ha informado un caballero del condado de cavan, quien me aseguró que nunca supo de más de uno o dos casos bajo la edad de seis, ni siquiera en una parte del reino tan renombrada por la más pronta competencia en ese arte.
me aseguran nuestros comerciantes que un muchacho o muchacha no es mercancía vendible antes de los doce años; e incluso cuando llegan a esta edad no producirán más de tres libras o tres libras y media corona como máximo en la transacción; lo que ni siquiera puede compensar a los padres o al reino el gasto en nutrición y harapos, que habrá sido al menos de cuatro veces ese valor.
propondré ahora por lo tanto humildemente mis propias reflexiones, que espero no se prestarán a la menor objeción.
me ha asegurado un americano muy entendido que conozco en londres, que un tierno niño sano y bien criado constituye al año de edad el alimento más delicioso, nutritivo y saludable, ya sea estofado, asado, al horno o hervido; y no dudo que servirá igualmente en un fricasé o un ragout.
ofrezco por lo tanto humildemente a la consideración del público que de los ciento veinte mil niños ya calculados, veinte mil se reserven para la reproducción, de los cuales sólo una cuarta parte serán machos; lo que es más de lo que permitimos a las ovejas, las vacas y los puercos; y mi razón es que esos niños raramente son frutos del matrimonio, una circunstancia no muy estimada por nuestros salvajes, en consecuencia un macho será suficiente para servir a cuatro hembras. de manera que los cien mil restantes pueden, al año de edad, ser ofrecidos en venta a las personas de calidad y fortuna del reino; aconsejando siempre a las madres que los amamanten copiosamente durante el último mes, a fin de ponerlos regordetes y mantecosos para una buena mesa. un niño llenará dos fuentes en una comida para los amigos; y cuando la familia cene sola, el cuarto delantero o trasero constituirá un plato razonable, y sazonado con un poco de pimienta o de sal después de hervirlo resultará muy bueno hasta el cuarto día, especialmente en invierno.
he calculado que como término medio un niño recién nacido pesará doce libras, y en un año solar, si es tolerablemente criado, alcanzará las veintiocho.
concedo que este manjar resultará algo costoso, y será por lo tanto muy apropiado para terratenientes, quienes, como ya han devorado a la mayoría de los padres, parecen acreditar los mejores derechos sobre los hijos.
todo el año habrá carne de infante, pero más abundantemente en marzo, y un poco antes o después: pues nos informa un grave autor, eminente médico francés, que siendo el pescado una dieta prolífica, en los países católicos romanos nacen muchos mas niños aproximadamente nueve meses después de Cuaresma que en cualquier otra estación; en consecuencia, contando un año después de cuaresma, los mercados estarán más abarrotados que de costumbre, porque el número de niños papistas es por lo menos de tres a uno en este reino: y entonces esto traerá otra ventaja colateral, al disminuir el número de papistas entre nosotros.
ya he calculado el costo de crianza de un hijo de mendigo (entre los que incluyo a todos los cabañeros, a los jornaleros y a cuatro quintos de los campesinos) en unos dos chelines por año, harapos incluidos; y creo que ningún caballero se quejaría de pagar diez chelines por el cuerpo de un buen niño gordo, del cual, como he dicho, sacará cuatro fuentes de excelente carne nutritiva cuando sólo tenga a algún amigo o a su propia familia a comer con él. de este modo, el hacendado aprenderá a ser un buen terrateniente y se hará popular entre los arrendatarios; y la madre tendrá ocho chelines de ganancia limpia y quedará en condiciones de trabajar hasta que produzca otro niño.
quienes sean más ahorrativos (como debo confesar que requieren los tiempos) pueden desollar el cuerpo; con la piel, artificiosamente preparada, se podrán hacer admirables guantes para damas y botas de verano para caballeros elegantes.
en nuestra ciudad de dublín, los mataderos para este propósito pueden establecerse en sus zonas más convenientes, y podemos estar seguros de que carniceros no faltarán; aunque más bien recomiendo comprar los niños vivos y adobarlos mientras aún están tibios del cuchillo, como hacemos para asar los cerdos.
una persona muy respetable, verdadera amante de su patria, cuyas virtudes estimo muchísimo, se entretuvo últimamente en discurrir sobre este asunto con el fin de ofrecer un refinamiento de mi plan. se le ocurrió que, puesto que muchos caballeros de este reino han terminado por exterminar sus ciervos, la demanda de carne de venado podría ser bien satisfecha por los cuerpos de jóvenes mozos y doncellas, no mayores de catorce años ni menores de doce; ya que son tantos los que están a punto de morir de hambre en todo el país, por falta de trabajo y de ayuda; de éstos dispondrían sus padres, si estuvieran vivos, o de lo contrario, sus parientes más cercanos. pero con la debida consideración a tan excelente amigo y meritorio patriota, no puedo mostrarme de acuerdo con sus sentimientos; porque en lo que concierne a los machos, mi conocido americano me aseguró, en base a su frecuente experiencia, que la carne era generalmente correosa y magra, como la de nuestros escolares por el continuo ejercicio, y su sabor desagradable; y cebarlos no justificaría el gasto. en cuanto a la mujeres, creo humildemente que constituiría una pérdida para el público, porque muy pronto serían fecundas; y además, no es improbable que alguna gente escrupulosa fuera capaz de censurar semejante práctica (aunque por cierto muy injustamente) como un poco lindante con la crueldad; lo cual, confieso, ha sido siempre para mí la objeción más firme contra cualquier proyecto, por bien intencionado que estuviera.
pero a fin de justificar a mi amigo, él confesó que este expediente se lo metió en la cabeza el famoso psalmanazar, un nativo de la isla de formosa que llegó de allí a londres hace más de veinte años, y que conversando con él le contó que en su país, cuando una persona joven era condenada a muerte, el verdugo vendía el cadáver a personas de calidad como un bocado de los mejores, y que en su época el cuerpo de una rolliza muchacha de quince años, que fue crucificada por un intento de envenenar al emperador, fue vendido al primer ministro del estado de su majestad imperial y a otros grandes mandarines de la corte, junto al patíbulo, por cuatrocientas coronas. ni en efecto puedo negar que si el mismo uso se hiciera de varias jóvenes rollizas de esta ciudad, que sin tener cuatro peniques de fortuna no pueden andar si no es en coche, y aparecen en el teatro y las reuniones con exóticos atavíos que nunca pagarán, el reino no estaría peor.
algunas personas de espíritu agorero están muy preocupadas por la gran cantidad de pobres que están viejos, enfermos o inválidos, y me han pedido que dedique mi talento a encontrar el medio de desembarazar a la nación de un estorbo tan gravoso. pero este asunto no me aflige en absoluto, porque es muy sabido que esa gente se está muriendo y pudriendo cada día por el frío y el hambre, la inmundicia y los piojos, tan rápidamente como se puede razonablemente esperar. y en cuanto a los trabajadores jóvenes, están en una situación igualmente prometedora; no pueden conseguir trabajo y desfallecen de hambre, hasta tal punto que si alguna vez son tomados para un trabajo común no tienen fuerza para cumplirlo; y entonces el país y ellos mismos son felizmente librados de los males futuros.
he divagado excesivamente, de manera que volveré al tema. me parece que las ventajas de la proposición que he enunciado son obvias y muchas, así como de la mayor importancia.
en primer lugar, como ya he observado, disminuiría grandemente el número de papistas que nos invaden anualmente, que son los principales engendradores de la nación y nuestros enemigos más peligrosos; y que se quedan en el país con el propósito de entregar el reino al pretendiente, esperando sacar ventaja de la ausencia de tantos buenos protestantes, quienes han preferido abandonar el país antes que quedarse en él pagando diezmos contra su conciencia a un cura episcopal.
segundo, los más pobres arrendatarios poseerán algo de valor que la ley podrá hacer embargable y que les ayudará a pagar su renta al terrateniente, habiendo sido confiscados ya su ganado y cereales, y siendo el dinero algo desconocido para ellos.
tercero, puesto que la manutención de cien mil niños, de dos años para arriba, no se puede calcular en menos de diez chelines anuales por cada uno, el tesoro nacional se verá incrementado en cincuenta mil libras por año, sin contar el provecho del nuevo plato introducido en las mesas de todos los caballeros de fortuna del reino que tengan algún refinamiento en el gusto. y el dinero circulará sólo entre nosotros, ya que los bienes serán enteramente producidos y manufacturados por nosotros.
cuarto, las reproductoras constantes, además de ganar ocho chelines anuales por la venta de sus niños, se quitarán de encima la obligación de mantenerlos después del primer año.
quinto, este manjar atraerá una gran clientela a las tabernas, donde los venteros serán seguramente tan prudentes como para procurarse las mejores recetas para prepararlo a la perfección, y consecuentemente ver sus casas frecuentadas por todos los distinguidos caballeros, quienes se precian con justicia de su conocimiento del buen comer: y un diestro cocinero, que sepa cómo agradar a sus huéspedes, se las ingeniará para hacerlo tan caro como a ellos les plazca.
sexto: esto constituirá un gran estímulo para el matrimonio, que todas las naciones sabias han alentado mediante recompensas o impuesto mediante leyes y penalidades. aumentaría el cuidado y la ternura de las madres hacia sus hijos, al estar seguras de que los pobres niños tendrían una colocación de por vida, provista de algún modo por el público, y que les daría una ganancia anual en vez de gastos. pronto veríamos una honesta emulación entre las mujeres casadas para mostrar cuál de ellas lleva al mercado al niño más gordo. los hombres atenderían a sus esposas durante el embarazo tanto como atienden ahora a sus yeguas, sus vacas o sus puercas cuando están por parir; y no las amenazarían con golpearlas o patearlas (práctica tan frecuente) por temor a un aborto.
muchas otras ventajas podrían enumerarse. por ejemplo, la adición de algunos miles de reses a nuestra exportación de carne en barricas, la difusión de la carne de puerco y el progreso en el arte de hacer buen tocino, del que tanto carecemos ahora a causa de la gran destrucción de cerdos, demasiado frecuentes en nuestras mesas; que no pueden compararse en gusto o magnificencia con un niño de un año, gordo y bien desarrollado, que hará un papel considerable en el banquete de un alcalde o en cualquier otro convite público. pero, siendo adicto a la brevedad, omito esta y muchas otras ventajas.
suponiendo que mil familias de esta ciudad serían compradoras habituales de carne de niño, además de otras que la comerían en celebraciones, especialmente casamientos y bautismos: calculo que en dublín se colocarían anualmente cerca de veinte mil cuerpos, y en el resto del reino (donde probablemente se venderán algo más barato) las restantes ochenta mil.
no se me ocurre ningún reparo que pueda oponerse razonablemente contra esta proposición, a menos que se aduzca que la población del reino se vería muy disminuida. esto lo reconozco francamente, y fue de hecho mi principal motivo para ofrecerla al mundo. deseo que el lector observe que he calculado mi remedio para este único y particular reino de irlanda, y no para cualquier otro que haya existido, exista o pueda existir sobre la tierra. por consiguiente, que ningún hombre me hable de otros expedientes: de crear impuestos para nuestros desocupados a cinco chelines por libra; de no usar ropas ni mobiliario que no sean producidos por nosotros; de rechazar completamente los materiales e instrumentos que fomenten el lujo exótico; de curar el derroche de engreimiento, vanidad, holgazanería y juego en nuestras mujeres; de introducir una vena de parsimonia, prudencia y templanza; de aprender a amar a nuestro país, en lo cual nos diferenciamos hasta de los lapones y los habitantes de tupinambú; de abandonar nuestras animosidades y facciones, de no actuar más como los judíos, que se mataban entre ellos mientras su ciudad era tomada; de cuidarnos un poco de no vender nuestro país y nuestra conciencia por nada; de enseñar a los terratenientes a tener aunque sea un punto de compasión de sus arrendatarios. de imponer, en fin, un espíritu de honestidad, industria y cuidado en nuestros comerciantes, quienes, si hoy tomáramos la decisión de no comprar otras mercancías que las nacionales, inmediatamente se unirían para trampearnos en el precio, la medida y la calidad, y a quienes por mucho que se insistiera no se les podría arrancar una sola oferta de comercio honrado.
por consiguiente, repito, que ningún hombre me hable de esos y parecidos expedientes, hasta que no tenga por lo menos un atisbo de esperanza de que se hará alguna vez un intento sano y sincero de ponerlos en práctica. pero en lo que a mí concierne, habiéndome fatigado durante muchos años ofreciendo ideas vanas, ociosas y visionarias, y al final completamente sin esperanza de éxito, di afortunadamente con este proyecto, que por ser totalmente novedoso tiene algo de sólido y real, trae además poco gasto y pocos problemas, está completamente a nuestro alcance, y no nos pone en peligro de desagradar a Inglaterra. porque esta clase de mercancía no soportará la exportación, ya que la carne es de una consistencia demasiado tierna para admitir una permanencia prolongada en sal, aunque quizá yo podría mencionar un país que se alegraría de devorar toda nuestra nación aún sin ella.
después de todo, no me siento tan violentamente ligado a mi propia opinión como para rechazar cualquier plan propuesto por hombres sabios que fuera hallado igualmente inocente, barato, cómodo y eficaz. pero antes de que alguna cosa de ese tipo sea propuesta en contradicción con mi plan, deseo que el autor o los autores consideren seriamente dos puntos. primero, tal como están las cosas, cómo se las arreglarán para encontrar ropas y alimentos para cien mil bocas y espaldas inútiles. y segundo, ya que hay en este reino alrededor de un millón de criaturas de forma humana cuyos gastos de subsistencia reunidos las dejaría debiendo dos millones de libras esterlinas, añadiendo los que son mendigos profesionales al grueso de campesinos, cabañeros y peones, con sus esposas e hijos, que son mendigos de hecho: yo deseo que esos políticos que no gusten de mi propuesta y sean tan atrevidos como para intentar una contestación, pregunten primero a lo padres de esos mortales si hoy no creen que habría sido una gran felicidad para ellos haber sido vendidos como alimento al año de edad de la manera que yo recomiendo, y de ese modo haberse evitado un escenario perpetuo de infortunios como el que han atravesado desde entonces por la opresión de los terratenientes, la imposibilidad de pagar la renta sin dinero, la falta de sustento y de casa y vestido para protegerse de las inclemencias del tiempo, y la más inevitable expectativa de legar parecidas o mayores miserias a sus descendientes para siempre.
declaro, con toda la sinceridad de mi corazón, que no tengo el menor interés personal en esforzarme por promover esta obra necesaria, y que no me impulsa otro motivo que el bien público de mi patria, desarrollando nuestro comercio, cuidando de los niños, aliviando al pobre y dando algún placer al rico. no tengo hijos por los que pueda proponerme obtener un solo penique; el más joven tiene nueve años, y mi mujer ya no es fecunda.

dublín, irlanda, 1729

edgar allan poe (estados unidos, 1809 - 1849) // poesías - el cuervo / ulalume

el cuervo

una vez, al filo de una lúgubre media noche,
mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido,
inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia,
cabeceando, casi dormido,
oyóse de súbito un leve golpe,
como si suavemente tocaran,
tocaran a la puerta de mi cuarto.
"es -dije musitando- un visitante
tocando quedo a la puerta de mi cuarto.
eso es todo, y nada más."
¡ah! aquel lúcido recuerdo
de un gélido diciembre;
espectros de brasas moribundas
reflejadas en el suelo;
angustia del deseo del nuevo día;
en vano encareciendo a mis libros
dieran tregua a mi dolor.
dolor por la pérdida de leonora, la única,
virgen radiante, leonora por los ángeles llamada.
aquí ya sin nombre, para siempre.

y el crujir triste, vago, escalofriante
de la seda de las cortinas rojas
llenábame de fantásticos terrores
jamás antes sentidos. y ahora aquí, en pie,
acallando el latido de mi corazón,
vuelvo a repetir:
"es un visitante a la puerta de mi cuarto
queriendo entrar. algún visitante
que a deshora a mi cuarto quiere entrar.
eso es todo, y nada más."

ahora, mi ánimo cobraba bríos,
y ya sin titubeos:
"señor -dije- o señora, en verdad vuestro perdón imploro,
mas el caso es que, adormilado
cuando vinisteis a tocar quedamente,
tan quedo vinisteis a llamar,
a llamar a la puerta de mi cuarto,
que apenas pude creer que os oía."
y entonces abrí de par en par la puerta:
oscuridad, y nada más.

escrutando hondo en aquella negrura
permanecí largo rato, atónito, temeroso,
dudando, soñando sueños que ningún mortal
se haya atrevido jamás a soñar.
mas en el silencio insondable la quietud callaba,
y la única palabra ahí proferida
era el balbuceo de un nombre: "¿leonora?"
lo pronuncié en un susurro, y el eco
lo devolvió en un murmullo: "¡leonora!"
apenas esto fue, y nada más.

vuelto a mi cuarto, mi alma toda,
toda mi alma abrasándose dentro de mí,
no tardé en oír de nuevo tocar con mayor fuerza.
"ciertamente -me dije-, ciertamente
algo sucede en la reja de mi ventana.
dejad, pues, que vea lo que sucede allí,
y así penetrar pueda en el misterio.
dejad que a mi corazón llegue un momento el silencio,
y así penetrar pueda en el misterio."
¡es el viento, y nada más!

de un golpe abrí la puerta,
y con suave batir de alas, entró
un majestuoso cuervo
de los santos días idos.
sin asomos de reverencia,
ni un instante quedo;
y con aires de gran señor o de gran dama
fue a posarse en el busto de palas,
sobre el dintel de mi puerta.
posado, inmóvil, y nada más.

entonces, este pájaro de ébano
cambió mis tristes fantasías en una sonrisa
con el grave y severo decoro
del aspecto de que se revestía.
"aun con tu cresta cercenada y mocha -le dije-.
no serás un cobarde.
hórrido cuervo vetusto y amenazador.
evadido de la ribera nocturna.
¡dime cuál es tu nombre en la ribera de la noche plutónica!"
y el cuervo dijo: "nunca más."

cuánto me asombró que pájaro tan desgarbado
pudiera hablar tan claramente;
aunque poco significaba su respuesta.
poco pertinente era. pues no podemos
sino concordar en que ningún ser humano
ha sido antes bendecido con la visión de un pájaro
posado sobre el dintel de su puerta,
pájaro o bestia, posado en el busto esculpido
de palas en el dintel de su puerta
con semejante nombre: "nunca más."

mas el cuervo, posado solitario en el sereno busto.
las palabras pronunció, como virtiendo
su alma sólo en esas palabras.
nada más dijo entonces;
no movió ni una pluma.
y entonces yo me dije, apenas murmurando:
"otros amigos se han ido antes;
mañana él también me dejará,
como me abandonaron mis esperanzas."
y entonces dijo el pájaro: "nunca más."

sobrecogido al romper el silencio
tan idóneas palabras,
"sin duda -pensé-, sin duda lo que dice
es todo lo que sabe, su solo repertorio, aprendido
de un amo infortunado a quien desastre impío
persiguió, acosó sin dar tregua
hasta que su cantinela sólo tuvo un sentido,
hasta que las endechas de su esperanza
llevaron sólo esa carga melancólica
de "nunca, nunca más."

mas el cuervo arrancó todavía
de mis tristes fantasías una sonrisa;
acerqué un mullido asiento
frente al pájaro, el busto y la puerta;
y entonces, hundiéndome en el terciopelo,
empecé a enlazar una fantasía con otra,
pensando en lo que este ominoso pájaro de antaño,
lo que este torvo, desgarbado, hórrido,
flaco y ominoso pájaro de antaño
quería decir graznando: "nunca más,"

en esto cavilaba, sentado, sin pronunciar palabra,
frente al ave cuyos ojos, como-tizones encendidos,
quemaban hasta el fondo de mi pecho.
esto y más, sentado, adivinaba,
con la cabeza reclinada
en el aterciopelado forro del cojín
acariciado por la luz de la lámpara;
en el forro de terciopelo violeta
acariciado por la luz de la lámpara
¡que ella no oprimiría, ¡ay!, nunca más!

entonces me pareció que el aire
se tornaba más denso, perfumado
por invisible incensario mecido por serafines
cuyas pisadas tintineaban en el piso alfombrado.
"¡miserable -dije-, tu dios te ha concedido,
por estos ángeles te ha otorgado una tregua,
tregua de nepente de tus recuerdos de leonora!
¡apura, oh, apura este dulce nepente
y olvida a tu ausente Leonora!"
y el cuervo dijo: "nunca más."

"¡profeta! exclamé-, ¡cosa diabólica!
¡profeta, sí, seas pájaro o demonio
enviado por el tentador, o arrojado
por la tempestad a este refugio desolado e impávido,
a esta desértica tierra encantada,
a este hogar hechizado por el horror!
profeta, dime, en verdad te lo imploro,
¿hay, dime, hay bálsamo en galaad?
¡dime, dime, te imploro!"
y el cuervo dijo: "nunca más."

"¡profeta! exclamé-, ¡cosa diabólica!
¡profeta, sí, seas pájaro o demonio!
¡por ese cielo que se curva sobre nuestras cabezas,
ese dios que adoramos tú y yo,
dile a esta alma abrumada de penas si en el remoto edén
tendrá en sus brazos a una santa doncella
llamada por los ángeles leonora,
tendrá en sus brazos a una rara y radiante virgen
llamada por los ángeles leonora!"
y el cuervo dijo: "nunca más."

"¡sea esa palabra nuestra señal de partida
pájaro o espíritu maligno! -le grité presuntuoso.
¡vuelve a la tempestad, a la ribera de la noche plutónica.
no dejes pluma negra alguna, prenda de la mentira
que profirió tu espíritu!
deja mi soledad intacta.
abandona el busto del dintel de mi puerta.
aparta tu pico de mi corazón
y tu figura del dintel de mi puerta.
y el cuervo dijo: nunca más."

y el cuervo nunca emprendió el vuelo.
aún sigue posado, aún sigue posado
en el pálido busto de palas.
en el dintel de la puerta de mi cuarto.
y sus ojos tienen la apariencia
de los de un demonio que está soñando.
y la luz de la lámpara que sobre él se derrama
tiende en el suelo su sombra. y mi alma,
del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo,
no podrá liberarse. ¡nunca más!


ulalume

!
los cielos cenicientos y sombríos,
crespas las hojas, lívidas y mustias,
y era una noche del doliente octubre
del tiempo inmemorial entre las brumas,
era en las tristes márgenes del auber,
el lago tenebroso de aguas mudas,
ante los bosques tétricos del weir,
la región espectral de la pavura.

2
a solas con mi alma, recorría
avenida titánica y oscura
de fúnebres cipreses... con mi alma,
con psiquis, alma que, al misterio turba...
era la edad del corazón volcánico
como las llamas del yanek sulfúreas,
como las lavas del yanek que brotan
allá del polo en la región nocturna.

3
pocas palabras nos dijimos, era
como una confidencia íntima y muda;
palabras serias, pensamientos graves
que la memoria para siempre turban;
no recordamos que era el triste octubre,
que era la noche (¡noche infausta y única!)
no recordamos la región del auber
que tanto conoció mi desventura,
ni el bosque fantasmático del weir,
la región espectral de la pavura.

4
y cuando la noche ya avanza
de estrellas al vago tremer,
al fin de la oscura avenida
un lánguido rayo se ve,
fulgor diamantino que anuncia
de fúnebre velo al través,
que emerge de nube fantástica
la luna, la blanca astarté.

5
y yo dije a mi alma: «más que diana
ardiente, aquella misteriosa luna
rueda al través de un éter de suspiros;
lágrimas de su faz una por una
caen donde el gusano nunca muere.
para mostrarnos la celeste ruta
y el alma imperio de la paz letea
atrás dejó al león en las alturas,
del león las estrellas traspasando,
del león a despecho, ora nos busca
y sus miradas límpidas y dulces
son las miradas que el amor anuncian.»


6
mas psiquis dijo señalando al cielo:
«la palidez de ese astro me conturba;
pronto, huyamos de aquí, pronto, es preciso.»
y de sus alas recogió las plumas
con intenso terror, y sollozando,
presa de pronto de invencible angustia
plegó las alas, hasta el polvo frío
lentas dejando descender las plumas.

7
y yo le dije: «tu terror es vano,
sigamos esa luz trémula y pura,
que nos bañen sus rayos cristalinos,
sus rayos sibilinos que ya auguran
e irradian la belleza y la esperanza.
mira: la senda de los cielos busca;
sigamos sin temor sus limpios rayos
que ellos a playa llevarán segura,
sigamos esa luz limpia y tranquila
a través de la bóveda cerúlea.


8
tranquilicé a mi psiquis, y besándola,
de su mente aparté las inquietudes
y sus zozobras disipé profundas,
y convencerla que siguiera pude.
llegamos hasta el fin; ¡ojalá nunca
llegara! al fin de la avenida lúgubre
nos detuvo la puerta de una tumba
(¡oh, triste noche del lejano octubre!)
nos detuvo la losa de una tumba,
de legendario monumento fúnebre.
¡oh, hermana!—dije—¿qué inscripción confusa
en la sellada losa se descubre?
respondiome: «ulalume», esta es su tumba,
¡la tumba de tu pálida ulalume!


9
quedó mi corazón como ese cielo
ceniciento, como esas hojas mustias,
como esas hojas yertas y crispadas...
¡ay! pensé: el mismo octubre fué, sin duda
fué en esa misma noche cuando vine
al través del horror y de la bruma
aquí trayendo mi doliente carga...
¡oh, noche infausta, infausta cual ninguna!
¡oh! ¿qué infernal espíritu me trajo
a esta región fatal de la tristura?
bien reconozco el mudo lago de auber,
y esta comarca que el horror anubla,
y el bosque fantasmático de weir,
la región espectral de la pavura!

edgar allan poe (estados unidos, 1809 - 1849) // poesías - amigos que por siempre nos dejaron / ojalá mi joven vida fuera un sueño duradero / imaginación / imitación

amigos que por siempre nos dejaron
amigos que por siempre
nos dejaron,

caros amigos para siempre idos,
fuera del tiempo
y fuera del espacio!

para el alma nutrida de pesares,
para el transido corazón, acaso.


ojalá mi joven vida fuera un sueño duradero

¡ojalá mi joven vida fuera un sueño duradero!
y mi espíritu durmiera hasta que el rayo certero
de una eternidad anunciara el nuevo día.
¡sí! aunque el largo sueño fuera de agonía
siempre sería mejor que estar despierto
para quien tuvo, desde el nacimiento
en el dulce tierra, el corazón
prisionero del caos de la pasión.

mas si ese sueño persistiera eternamente
como los sueños infantiles en mi mente
solían persistir, si eso ocurriera,
sería ridículo esperar una quimera.
porque he soñado que el sol resplandecía
en el cielo estival, lleno de luz bravía
y de belleza, y mi corazón he paseado
por climas remotos e inventados,
junto a seres imaginarios, sólo previstos
por mí... ¿qué más podría haber visto?.

pero una vez, una única vez, y ya no olvidaré
aquel bárbaro momento, un poder o no se qué
hechizo me ciñó, o fue que el viento helado
sopló de noche y al marchar dejó grabado
en mi espíritu su rastro, o fue la luna
que brilló en mis sueños con especial fortuna
y frialdad, o las estrellas... en cualquier caso
el sueño fue como ese viento: démosle paso.

yo he sido feliz, pues, aunque el sistema
fuera un sueño. fui feliz, y adoro el tema:
¡sueños!. tanto por su intenso colorido
que oponen a lo real, y porque al ojo delirante
ofrecen cosas más bellas y abundantes
del paraíso y del amor, ¡y todas nuestras!
que la esperanza joven en sus mejores muestras.


maginación

la pura imaginación deriva tanto de la belleza como de fealdad, únicamente las cosas mas combinables y que no han sido combinadas hasta el momento; por regla general, el compuesto resultante participa de la belleza o de la sublimidad en razón de la respectiva belleza o sublimidad de las cosas combinadas, que todavía se consideran como atómicas, es decir, como combinaciones previas.

pero lo que con frecuencia sucede análogamente en la química física se da con la misma facilidad en la química inteligente, y as¡ mezcla de dos elementos da como resultado algo que no posee las cualidades de ellos, o incluso nada de las cualidades de ambos.

así, la gama de la imaginación resulta ilimitada. sus materiales se extienden por todo el universo. Incluso de la deformidad consigue esa belleza que es al mismo tiempo su único objeto y su inevitable prueba.

pero, en general, la riqueza, la fuerza de los materiales combinados, la facilidad de describir novedades que valgan la pena combinarse, y en especial "la absoluta combinación química" de la masa absoluta, son los detalles que debemos considerar en nuestra estima de la imaginación.

la completa armonía de una obra imaginativa con frecuencia es la causa de que los irreflexivos la supervaloren, dado el carácter obvio que se sobreañade a ella. somos muy dueños de preguntarnos por que semejantes combinaciones no habían sido imaginadas antes.


mitación

una ola insondable de invencible orgullo,
un misterio y un sueño, tal debió parecer mi
primera edad. yo añado que ese sueño estaba
atravesado por un pensamiento huraño, siempre
despierto, de seres que han existido, y que mi
espíritu no hubiera apercibido jamás si los
hubiera dejado pasar cerca de mi, bajo mi ensoñadora
pupila. que ningún otro, acá abajo,
herede esta visión de mi espíritu, de esos pensamientos
que a cada instante quisiera dominar
y que se extienden como un hechizo sobre mi
alma. porque, al fin, esa brillante esperanza
y ese tiempo liviano se han ido, y mi reposo
terrestre, me ha dejado, él también, con un
suspiro, al pasar. entre tanto, no me preocupo
de que él perezca con un pensamiento que
entonces amaba....!

federico garcía lorca (españa, 1898 - 1936) // poesías - elegía a doña juana la loca / elegía del silencio / elegía

elegía a doña juana la loca
a  melchor fernández almagro

princesa enamorada sin ser correspondida.
clavel rojo en un valle profundo y desolado.
la tumba que te guarda rezuma tu tristeza
a través de los ojos que ha abierto sobre el mármol.

eras una paloma con alma gigantesca
cuyo nido fue sangre del suelo castellano,
derramaste tu fuego sobre un cáliz de nieve
y al querer alentarlo tus alas se troncharon.

soñabas que tu amor fuera como el infante
que te sigue sumiso recogiendo tu manto.
y en vez de flores, versos y collares de perlas,
te dio la muerte rosas marchitas en un ramo.

tenías en el pecho la formidable aurora
de isabel de segura. melibea. tu canto,
como alondra que mira quebrarse el horizonte,
se torna de repente monótono y amargo.

y tu grito estremece los cimientos de burgos.
y oprime la salmodia del coro cartujano.
y choca con los ecos de las lentas campanas
perdiéndose en la sombra tembloroso y rasgado.

tenías la pasión que da el cielo de españa.
la pasión del puñal, de la ojera y el llanto.
¡oh princesa divina de crepúsculo rojo,
con la rueca de hierro y de acero lo hilado!

nunca tuviste el nido, ni el madrigal doliente,
ni el laúd juglaresco que solloza lejano.
tu juglar fue un mancebo con escamas de plata
y un eco de trompeta su acento enamorado.

y, sin embargo, estabas para el amor formada,
hecha para el suspiro, el mimo y el desmayo,
para llorar tristeza sobre el pecho querido
deshojando una rosa de olor entre los labios.

para mirar la luna bordada sobre el río
y sentir la nostalgia que en sí lleva el rebaño
y mirar los eternos jardines de la sombra,
¡oh princesa morena que duermes bajo el mármol!

¿tienes los ojos negros abiertos a la luz?
o se enredan serpientes a tus senos exhaustos...
¿dónde fueron tus besos lanzados a los vientos?
¿dónde fue la tristeza de tu amor desgraciado?
en el cofre de plomo, dentro de tu esqueleto,
tendrás el corazón partido en mil pedazos.

y granada te guarda como santa reliquia,
¡oh princesa morena que duermes bajo el mármol!
eloisa y julieta fueron dos margaritas,
pero tú fuiste un rojo clavel ensangrentado
que vino de la tierra dorada de castilla
a dormir entre nieve y ciprerales castos.

granada era tu lecho de muerte, doña juana,
los cipreses, tus cirios;
la sierra, tu retablo.
un retablo de nieve que mitigue tus ansias,
¡con el agua que pasa junto a ti! ¡la del dauro!

granada era tu lecho de muerte, doña juana,
la de las torres viejas y del jardín callado,
la de la yedra muerta sobre los muros rojos,
la de la niebla azul y el arrayán romántico.

princesa enamorada y mal correspondida.
clavel rojo en un valle profundo y desolado.
la tumba que te guarda rezuma tu tristeza
a través de los ojos que ha abierto sobre el mármol.


elegía del silencio

silencio, ¿dónde llevas
tu cristal empañado
de risas, de palabras
y sollozos del árbol?
¿cómo limpias, silencio,
el rocío del canto
y las manchas sonoras
que los mares lejanos
dejan sobre la albura
serena de tu manto?
¿quién cierra tus heridas
cuando sobre los campos
alguna vieja noria
clava su lento dardo
en tu cristal inmenso?
¿dónde vas si al ocaso
te hieren las campanas
y quiebran tu remanso
las bandadas de coplas
y el gran rumor dorado
que cae sobre los montes
azules sollozando?

el aire del invierno
hace tu azul pedazos,
y troncha tus florestas
el lamentar callado
de alguna fuente fría.
donde posas tus manos,
la espina de la risa
o el caluroso hachazo
de la pasión encuentras.
si te vas a los astros,
el zumbido solemne
de los azules pájaros
quiebra el gran equilibrio
de tu escondido cráneo.

huyendo del sonido
eres sonido mismo,
espectro de armonía,
humo de grito y canto.
vienes para decirnos
en las noches oscuras
la palabra infinita
sin aliento y sin labios.

taladrado de estrellas
y maduro de música,
¿dónde llevas, silencio,
tu dolor extrahumano,
dolor de estar cautivo
en la araña melódica,
ciego ya para siempre
tu manantial sagrado?

hoy arrastran tus ondas
turbias de pensamiento
la ceniza sonora
y el dolor del antaño.
los ecos de los gritos
que por siempre se fueron.
el estruendo remoto
del mar, momificado.

si jehová se ha dormido
sube al trono brillante,
quiébrale en su cabeza
un lucero apagado,
y acaba seriamente
con la música eterna,
la armonía sonora
de luz, y mientras tanto,
vuelve a tu manantial,
donde en la noche eterna,
antes que dios y el tiempo,
manabas sosegado.


elegía

como un incensario lleno de deseos,
pasas en la tarde luminosa y clara
con la carne oscura de nardo marchito
y el sexo potente sobre tu mirada.

llevas en la boca tu melancolía
de pureza muerta, y en la dionisíaca
copa de tu vientre la araña que teje
el velo infecundo que cubre la entraña
nunca florecida con las vivas rosas
fruto de los besos.

en tus manos blancas
llevas la madeja de tus ilusiones,
muertas para siempre, y sobre tu alma
la pasión hambrienta de besos de fuego
y tu amor de madre que sueña lejanas
visiones de cunas en ambientes quietos,
hilando en los labios lo azul de la nana.

como ceres dieras tus espigas de oro
si el amor dormido tu cuerpo tocara,
y como la virgen maría pudieras brotar
de tus senos otra vía láctea.

te marchitarás como la magnolia.
nadie besará tus muslos de brasa.
ni a tu cabellera llegarán los dedos
que la pulsen como
las cuerdas de un arpa.

¡oh mujer potente de ébano y de nardo!
cuyo aliento tiene blancor de biznagas.
venus del mantón de manila que sabe
del vino de málaga y de la guitarra.

¡oh cisne moreno! cuyo lago tiene
lotos de saetas, olas de naranjas
y espumas de rojos claveles que aroman
los niños marchitos que hay bajo sus alas.

nadie te fecunda. mártir andaluza,
tus besos debieron ser bajo una parra
plenos del silencio que tiene la noche
y del ritmo turbio del agua estancada.

pero tus ojeras se van agrandando
y tu pelo negro va siendo de plata;
tus senos resbalan escanciando aromas
y empieza a curvarse tu espléndida espalda.

¡oh mujer esbelta, maternal y ardiente!
virgen dolorosa que tiene clavadas
todas las estrellas del cielo profundo
en su corazón ya sin esperanza.

eres el espejo de una andalucía
que sufre pasiones gigantes y calla,
pasiones mecidas por los abanicos
y por las mantillas sobre las gargantas
que tienen temblores de sangre, de nieve,
y arañazos rojos hechos por miradas.

te vas por la niebla del otoño, virgen
como inés, cecilia, y la dulce clara,
siendo una bacante que hubiera danzado
de pámpanos verdes y vid coronada.

la tristeza inmensa que flota en tus ojos
nos dice tu vida rota y fracasada,
la monotonía de tu ambiente pobre
viendo pasar gente desde tu ventana,
oyendo la lluvia sobre la amargura
que tiene la vieja calle provinciana,
mientras que a lo lejos suenan los clamores
turbios y confusos de unas campanadas.

mas en vano escuchaste los acentos del aire.
nunca llegó a tus oídos la dulce serenata.
detrás de tus cristales aún miras anhelante.
¡qué tristeza tan honda tendrás dentro del alma
al sentir en el pecho ya cansado y exhausto
la pasión de una niña recién enamorada!

tu cuerpo irá a la tumba
intacto de emociones.
sobre la oscura tierra
brotará una alborada.
de tus ojos saldrán dos claveles sangrientos
y de tus senos, rosas como la nieve blancas.
pero tu gran tristeza se irá con las estrellas,
como otra estrella digna de herirlas y eclipsarlas.

jueves, 14 de julio de 2011

jorge luis borges (argentina, 1899 - 1986) // poesía - quince monedas / una llave en salónica / otra versión de proteo / los borges

quince monedas
a alicia jurado

un poeta oriental

durante cien otoños he mirado
tu tenue disco.
durante cien otoños he mirado
tu arco sobre las islas.
durante cien otoños mis labios
no han sido menos silenciosos.

el desierto

el espacio sin tiempo.
la luna es del color de la arena.
ahora, precisamente ahora,
mueren los hombres del metauro y de tannenberg.

llueve

¿qn qué ayer, en qué patios de cartago,
cae también la lluvia?

asterión

el año me tributa mi pasto de hombres
y en la cisterna hay agua.
en mí se anudan los caminos de piedra.
¿de qué puedo quejarme?
en los atardeceres
me pesa un poco la cabeza de toro.

un poeta menor

la meta es el olvido.
yo he llegado antes.

génesis, IV, 8

fue en el primer desierto.
dos brazos arrojaron una gran piedra.
no hubo un grito. hubo sangre.
hubo por vez primera la muerte.
ya no recuerdo si fui abel o caín.

nortumbria, 900 a.d.

que antes del alba lo despojen los lobos;
la espada es el camino más corto.

miguel de cervantes

crueles estrellas y propicias estrellas
presidieron la noche de mi génesis;
debo a las últimas la cárcel
en que soñé el quijote.

el oeste

el callejón final con su poniente.
inauguración de la pampa.
inauguración de la muerte.

estancia el retiro

el tiempo juega un ajedrez sin piezas
en el patio. el crujido de una rama
rasga la noche. fuera la llanura
leguas de polvo y sueño desparrama.
sombras los dos, copiamos lo que dictan
otras sombras: heráclito y gautama.

el prisionero

una lima.
la primera de las pesadas puertas de hierro.
algún día seré libre.

macbeth

nuestros actos prosiguen su camino,
que no conoce término.
maté a mi rey para que shakespeare
urdiera su tragedia.

eternidades

la serpiente que ciñe el mar y es el mar,
el repetido remo de jasón, la joven espada de sigurd.
sólo perduran en el tiempo las cosas
que no fueron del tiempo.

e. a. p.

los sueños que he soñado. el pozo y el péndulo.
el hombre de las multitudes. ligeia…
pero también este otro.

el espía

en la pública luz de las batallas
otros dan su vida a la patria
y los recuerda el mármol.
yo he errado oscuro por ciudades que odio.
le di otras cosas.
abjuré de mi honor,
traicioné a quienes me creyeron su amigo,
compré conciencias,
abominé del nombre de la patria,
me resigné a la infamia.


una llave en salónica

abarbanel, farías o pinedo,
arrojados de españa por impía
persecución, conservan todavía
la llave de una casa de toledo.

libres ahora de esperanza y miedo,
miran la llave al declinar el día;
en el bronce hay ayeres, lejanía,
cansado brillo y sufrimiento quedo.

hoy que su puerta es polvo, el instrumento
es cifra de la diáspora y del viento,
afín a esa otra llave del santuario

que alguien lanzó al azul cuando el romano
acometió con fuego temerario,
y que en el cielo recibió una mano.


otra versión de proteo

habitador de arenas recelosas,
mitad dios y mitad bestia marina,
ignoró la memoria, que se inclina
sobre el ayer y las perdidas cosas.

otro tormento padeció proteo
no menos cruel, saber lo que ya encierra
el porvenir: la puerta que se cierra
para siempre, el troyano y el aqueo.

atrapado, asumía la inasible
forma del huracán o de la hoguera
o del tigre de oro o la pantera

o de agua que en el agua es invisible.
tú también estás hecho de inconstantes
ayeres y mañanas. mientras, antes…


los borges

nada o muy poco sé de mis mayores
portugueses, los borges: vaga gente
que prosigue en mi carne, oscuramente,
sus hábitos, rigores y temores.

tenues como si nunca hubieran sido
y ajenos a los trámites del arte,
indescifrablemente forman parte
del tiempo, de la tierra y del olvido.

mejor así. cumplida la faena,
son portugal, son la famosa gente
que forzó las murallas del oriente

y se dio al mar y al otro mar de arena.
son el rey que en el místico desierto
se perdió y el que jura que no ha muerto.

nancy sandra sinatra ( estados unidos, 1940 - ) & lee hazelwood (estados unidos, 1929 - 2007) // summer wine

mina (mina anna mazzini, italia, 1940 - ) & colletto tempia // l' eclisse

michelangelo antonioni (italia, 1912 - 2007) // blow-up, 1966

michelangelo antonioni (italia, 1912 - 2007) // blow-up, 1966

michelangelo antonioni (italia, 1912 - 2007) // blow-up, 1966

mogwai // greet death - (explosions In the sky)

mogwai // birth and death of the day - (explosions In the sky)

mogwai // the only moment we were alone

mogwai // six days at the bottom of the ocean - (explosions In the sky)

mogwai // first breath after coma - (explosions in the sky)

mogwai // god Is an astronaut - (infinite horizons)

mogwai // take me somewhere nice

sigur ròs // sæglópur

sigur ròs // glósóli

sigur ròs // vaka

sigur rós // flugufrelsarinn

sigur rós // olsen olsen

sigur ros // salka

sigur ros // viorar vel til loftarasa

coldplay // we never change

coldplay // what If

coldplay // the scientist

coldplay // talk

coldplay // every teardrop is a waterfall

clarice lispector (brasil, 1920 - 1977) // cuentos - una gallina / mejor que arder

una gallina

era una gallina de domingo. todavía vivía porque no pasaba de las nueve de la mañana. parecía calma. desde el sábado se había encogido en un rincón de la cocina. no miraba a nadie, nadie la miraba a ella. aun cuando la eligieron, palpando su intimidad con indiferencia, no supieron decir si era gorda o flaca. nunca se adivinaría en ella un anhelo.
por eso fue una sorpresa cuando la vieron abrir las alas de vuelo corto, hinchar el pecho y, en dos o tres intentos, alcanzar el muro de la terraza. todavía vaciló un instante -el tiempo para que la cocinera diera un grito- y en breve estaba en la terraza del vecino, de donde, en otro vuelo desordenado, alcanzó un tejado. allí quedó como un adorno mal colocado, dudando ora en uno, ora en otro pie. la familia fue llamada con urgencia y consternada vio el almuerzo junto a una chimenea. el dueño de la casa, recordando la doble necesidad de hacer esporádicamente algún deporte y almorzar, vistió radiante un traje de baño y decidió seguir el itinerario de la gallina: con saltos cautelosos alcanzó el tejado donde ésta, vacilante y trémula, escogía con premura otro rumbo. la persecución se tornó más intensa. de tejado en tejado recorrió más de una manzana de la calle. poca afecta a una lucha más salvaje por la vida, la gallina debía decidir por sí misma los caminos a tomar, sin ningún auxilio de su raza. el muchacho, sin embargo, era un cazador adormecido. Y por ínfima que fuese la presa había sonado para él el grito de conquista.
sola en el mundo, sin padre ni madre, ella corría, respiraba agitada, muda, concentrada. a veces, en la fuga, sobrevolaba ansiosa un mundo de tejados y mientras el chico trepaba a otros dificultosamente, ella tenía tiempo de recuperarse por un momento. ¡y entonces parecía tan libre!
estúpida, tímida y libre. no victoriosa como sería un gallo en fuga. ¿qué es lo que había en sus vísceras para hacer de ella un ser? la gallina es un ser. aunque es cierto que no se podría contar con ella para nada. ni ella misma contaba consigo, de la manera en que el gallo cree en su cresta. su única ventaja era que había tantas gallinas, que aunque muriera una surgiría en ese mismo instante otra tan igual como si fuese ella misma.
finalmente, una de las veces que se detuvo para gozar su fuga, el muchacho la alcanzó. entre gritos y plumas fue apresada. y enseguida cargada en triunfo por un ala a través de las tejas, y depositada en el piso de la cocina con cierta violencia. todavía atontada, se sacudió un poco, entre cacareos roncos e indecisos.
fue entonces cuando sucedió. de puros nervios la gallina puso un huevo. sorprendida, exhausta. quizás fue prematuro. pero después que naciera a la maternidad parecía una vieja madre acostumbrada a ella. sentada sobre el huevo, respiraba mientras abría y cerraba los ojos. su corazón tan pequeño en un plato, ahora elevaba y bajaba las plumas, llenando de tibieza aquello que nunca podría ser un huevo. solamente la niña estaba cerca y observaba todo, aterrorizada. apenas consiguió desprenderse del acontecimiento, se despegó del suelo y escapó a los gritos:
-¡mamá, mamá, no mates a la gallina, puso un huevo!, ¡ella quiere nuestro bien!
todos corrieron de nuevo a la cocina y enmudecidos rodearon a la joven parturienta. entibiando a su hijo, ella no estaba ni suave ni arisca, ni alegre ni triste, no era nada, solamente una gallina. lo que no sugería ningún sentimiento especial. el padre, la madre, la hija, hacía ya bastante tiempo que la miraban sin experimentar ningún sentimiento determinado. nunca nadie acarició la cabeza de la gallina. el padre, por fin, decidió con cierta brusquedad:
-¡si mandas matar a esta gallina, nunca más volveré a comer gallina en mi vida!
-¡y yo tampoco -juró la niña con ardor.
la madre, cansada, se encogió de hombros.
¡inconsciente de la vida que le fue entregada, la gallina empezó a vivir con la familia. la niña, de regreso del colegio, arrojaba el portafolios lejos sin interrumpir sus carreras hacia la cocina. el padre todavía recordaba de vez en cuando: ¡"y pensar que yo la obligué a correr en ese estado!" la gallina se transformó en la dueña de la casa. todos, menos ella, lo sabían. continuó su existencia entre la cocina y los muros de la casa, usando de sus dos capacidades: la apatía y el sobresalto.
pero cuando todos estaban quietos en la casa y parecían haberla olvidado, se llenaba de un pequeño valor, restos de la gran fuga, y circulaba por los ladrillos, levantando el cuerpo por detrás de la cabeza pausadamente, como en un campo, aunque la pequeña cabeza la traicionara: moviéndose ya rápida y vibrátil, con el viejo susto de su especie mecanizado.
una que otra vez, al final más raramente, la gallina recordaba que se había recortado contra el aire al borde del tejado, pronta a renunciar. en esos momentos llenaba los pulmones con el aire impuro de la cocina y, si se les hubiese dado cantar a las hembras, ella, si bien no cantaría, cuando menos quedaría más contenta. aunque ni siquiera en esos instantes la expresión de su vacía cabeza se alteraba. en la fuga, en el descanso, cuando dio a luz, o mordisqueando maíz, la suya continuaba siendo una cabeza de gallina, la misma que fuera desdeñada en los comienzos de los siglos.
hasta que un día la mataron, se la comieron y pasaron los años.


mejor que arder

era alta, fuerte, con mucho cabello. la madre clara tenía bozo oscuro y ojos profundos, negros.
había entrado en el convento por imposición de la familia: querían verla amparada en el seno de dios. obedeció.
cumplía sus obligaciones sin reclamar. las obligaciones eran muchas. y estaban los rezos. rezaba con fervor.
y se confesaba todos los días. todos los días recibía la hostia blanca que se deshacía en la boca.
pero empezó a cansarse de vivir sólo entre mujeres. mujeres, mujeres, mujeres. escogió a una amiga como confidente. le dijo que no aguantaba más. la amiga le aconsejó:
-mortifica el cuerpo.
comenzó a dormir en la losa fría. y se fustigaba con el cilicio*. de nada servía. le daban fuertes gripas, quedaba toda arañada.
se confesó con el padre. él le mandó que siguiera mortificándose. ella continuó.
pero a la hora en que el padre le tocaba la boca para darle la hostia se tenía que controlar para no morder la mano del padre. éste percibía, pero nada decía. había entre ambos un pacto mudo. ambos se mortificaban.
no podía ver más el cuerpo casi desnudo de cristo.
la madre clara era hija de portugueses y, secretamente, se rasuraba las piernas velludas. si supieran, ay de ella. le contó al padre. se quedó pálido. Imaginó que sus piernas debían ser fuertes, bien torneadas.
un día, a la hora de almuerzo, empezó a llorar. no le explicó la razón a nadie. ni ella sabía por qué lloraba.
y de ahí en adelante vivía llorando. a pesar de comer poco, engordaba. y tenía ojeras moradas. su voz, cuando cantaba en la iglesia, era de contralto.
hasta que le dijo al padre en el confesionario:
-¡no aguanto más, juro que ya no aguanto más!
él le dijo meditativo:
-es mejor no casarse. pero es mejor casarse que arder.
pidió una audiencia con la superiora. la superiora la reprendió ferozmente. pero la madre clara se mantuvo firme: quería salirse del convento, quería encontrar a un hombre, quería casarse. la superiora le pidió que esperara un año más. respondió que no podía, que tenía que ser ya.
arregló su pequeño equipaje y salió. se fue a vivir a un internado para señoritas.
sus cabellos negros crecían en abundancia. y parecía etérea, soñadora. pagaba la pensión con el dinero que su familia le mandaba. la familia no se hacía el ánimo. pero no podían dejarla morir de hambre.
ella misma se hacía sus vestiditos de tela barata, en una máquina de coser que una joven del internado le prestaba. los vestidos los usaba de manga larga, sin escote, debajo de la rodilla.
y nada sucedía. rezaba mucho para que algo bueno le sucediera. en forma de hombre.
y sucedió realmente.
fue a un bar a comprar una botella de agua. el dueño era un guapo portugués a quien le encantaron los modales discretos de clara. no quiso que ella pagara el agua. ella se sonrojó.
pero volvió al día siguiente para comprar cocada. tampoco pagó. el portugués, cuyo nombre era antonio, se armó de valor y la invitó a ir al cine con él. ella se rehusó.
al día siguiente volvió para tomar un cafecito. antonio le prometió que no la tocaría si iban al cine juntos. aceptó.
fueron a ver una película y no pusieron la más mínima atención. durante la película estaban tomados de la mano.
empezaron a encontrarse para dar largos paseos. ella con sus cabellos negros. él, de traje y corbata.
entonces una noche él le dijo:
-soy rico, el bar deja bastante dinero para podernos casar ¿quieres?
-sí -le respondió grave.
se casaron por la iglesia y por lo civil. en la iglesia el que los casó fue el padre, quien le había dicho que era mejor casarse que arder. pasaron la luna de miel en lisboa. antonio dejó el bar en manos del hermano.
ella regresó embarazada, satisfecha y alegre.
tuvieron cuatro hijos, todos hombres, todos con mucho cabello.

* cilicio: n. m. faja de cerdas o cadenillas de hierro con puntas, que se lleva ceñida al cuerpo para mortificación.

francis picabia (françois marie martínez picabia, francia, 1879 – 1953) // cuento - intervalo de cinco minutos

intervalo de cinco minutos

yo tenía un amigo suizo llamado jacques dingue que vivía en el perú, a cuatro mil metros de altitud. partió hace algunos años para explorar aquellas regiones, y allá sufrió el hechizo de una extraña india que lo enloqueció por completo y que se negó a él. poco a poco fue debilitándose, y no salía siquiera de la cabaña en que se instalara. un doctor peruano que lo había acompañado hasta allí le procuraba cuidados a fin de sanarlo de una demencia precoz que parecía incurable.
una noche, la gripe se abatió sobre la pequeña tribu de indios que habían acogido a jacques dingue. todos, sin excepción, fueron alcanzados por la epidemia, y ciento setenta y ocho indígenas, de doscientos que eran, murieron al cabo de pocos días. el médico peruano, desolado, rápidamente había regresado a Lima... también mi amigo fue alcanzado por el terrible mal, y la fiebre lo inmovilizó.
ahora bien, todos los indios tenían uno o varios perros, y éstos muy pronto no encontraron otro recurso para vivir que comerse a sus amos: desmenuzaron los cadáveres, y uno de ellos llevó a la choza de dingue la cabeza de la india de la que éste se había enamorado... instantáneamente la reconoció y sin duda experimentó una conmoción intensa, pues de súbito se curó de su locura y de su fiebre. ya recuperadas sus fuerzas, tomó del hocico del perro la cabeza de la mujer y se entretuvo arrojándola contra las paredes de su cuarto y ordenándole al animal que se la llevase de vuelta. tres veces recomenzó el juego, y el perro le acercaba la cabeza sosteniéndola por la nariz; pero a la tercera vez, jacques dingue la lanzó con demasiada fuerza, y la cabeza se rompió contra el muro. el jugador de bolos pudo comprobar, con gran alegría, que el cerebro que brotaba de aquélla no presentaba más que una sola circunvolución y parecía afectar la forma de un par de nalgas...