Dos caminos se abrían en un
bosque otoñal
y dolido por no poder
recorrerlos a ambos,
siendo uno sólo, me detuve
largamente
y miré, dentro de lo
posible, el final del primero,
hacia donde doblaba, en
medio de los arbustos.
Luego tomé el otro, también
discreto,
tal vez con mejores pretensiones,
porque había césped y menos señales
si bien las huellas eran
iguales en los dos caminos.
Y ambos esa mañana estaban
recubiertos de hojas
que ningún paso había
oscurecido.
Mantuve el primero durante
otro día,
incluso sabiendo que otro
camina lleva a otro camino,
dudé de que alguna vez
pudiera volver sobre mis pasos,.
Contaré esto con un suspiro
año tras año:
dos caminos divergían en un
bosque y yo -
yo tomé el menos
frecuentado.
Esto ha hecho la
diferencia.