viernes, 11 de febrero de 2011

de mi antología personal.1

bertolt brecht (1896-1956)

parábola de buda sobre la casa en llamas

gautama, el buda, emnseñaba
la doctrina de la rueda de los deseos, a la que estamos sujetos, y nos aconsejaba
liberarnos de todos los deseos para así,
ya sin pasiones, hundirnos en la nada, a la que lamaba nirvana.
un día sus discípulos le preguntaron:
"¿cómo es esa nada, maestro? todos quisiéramos
liberarnos de nuestros apetitos, según aconsejas, pero explícanos
si es anada en la que entraremos
es algo semejante a esa fusión con todo lo creado
que se siente cuando, al mediodía, yace el cuerpo en el agua,
casi sin pensamientos, indolentemente; o si es como cuendo,
apenas ya sin conciencia para cubrirnos con la manta,
nos hundimos de pronto en el sueño, dinos, pues, de que s etrata
de una nada buena y alegre o si esa nada tuya
no es ino un anada fría, vacía, sin sentido.
buda calló largo rato. luego dijo con indiferencia:
"ninguna respuesta hay para vuetsra pregunta."
pero a la noche cuando se hubieron ido,
buda, sentado todavía bajo el árbol del pan, a los que no le habían preguntado
les narró la sigueinte parábola:
" no hace mucho vi un acasa que ardía, su techo
era ya pasto de las llamas. al acercarme advertí
que aún había gente en su interior. fui a la puerta y les grité
que el techo estaba ardiendo, incitándoles
a que saliera rápidamente. pero aquella gente
no parecía tener prisa. uno me preguntó
mientras el fuego le chamuscaba las cejas,
qué tiempo hacía fuera, si llovía
si no hacía viento, si existía otra casa
y otras cosas parecidas. sin responder,
volví a salir. esta gente, pensé,
tiene que arder antes que acabe con sus preguntas. verdaderamente, amigos,
a quien el suelo no le queme en los pies hasta el punto de desear gustosamente
cambiarse de sitio, nada tengo que decirle. así hablaba gautama, el buda.
pero también nosotros, que ya no cultivamos el arte d ela paciencia
sino más bien el arte de la impaciencia;
nosotros, que con consejos de carácter bien terreno
incitamos al hombre a sacudirse sus tormentos; nosotros pensamos, asimismo, que a quienes
viendo acercarse ya las cuadrillas de los bomberos del capitalismo,
aú siguen preguntando cómo solucionaremos tal cosa o cual otra
y qué será de sus huchas y de sus pantalones domingueros después de una revolución,
a ésos poco tenemos que decirles.

de historias del calendario, 1939


balada del sí y del no

pensaba, una vez, cuando era inocente
-y lo he sido lo mismo que tú-,
"acaso un hombre me venga a buscar."
¡cuidado con perder el juicio entonces!
y si tiene dinero,
y es bien educado,
y a diario lleva camisa limpia,
si sabe a una señora tratar,
le diré entonces: "no"
co la cabeza alta
y sentido común.
brilará la luna en la noche,
zarpará la barca de la orilla, sí,
pero no hay que dejarle pasar de la raya.
una no puede dejarse levar,
hay que ser frías, hay que ser duras de corazón.
¡cuántas cosas podrían pasar!
pero sólo se puede decir: "no"

el primero que vino fue un hombre d ekent
y era como un hombre debe ser.
el segundo tenía en el puerto tres barcos,
y estba el tercero loco por mí.
y como tenian dinero
y eran bien educados,
como llevaban a diario camisa limpia,
y sabían a una señora tratar,
les dije a los tres: "no"
con la cabeza alta
y sentido común.
y la luna en la noche brilló,
se alejó la barca de la orilla, sí,
pero no les dejé pasdar d ela raya.
una no puedo dejarse llevar,
hay que ser frías, hay que ser duras de corazón.
¡ cuántas cosas podían pasar!
pero sólo se puede decir: "no"

mas un día, un hermoso día azul,
vino uno que no me rogó.
colgó su sombrero en el clavo de mi habitación
y ya no supe lo que hacía.
y como no tenía dinero,
ni era bien educado,
y no llevaba camisa limpia ni el domingo,
ni sabía a una señora tratar,
a él no le dije "no".
no tuve la cabeza alta
ni sentido común.
ah, brilló la luna en la noche,
y la barca atada a la orilla quedó,
pero fue inevitable pasar de la raya.
sí, hay que dejarse llevar simplemente,
no hay que ser frías, no hay que ser duras de corazón.
¡ tantas cosas tenían que pasar!
no se podía ya decir "no"

de la ópera de los tres centavos, canción de polly peachum

jueves, 10 de febrero de 2011

dedicatoria y reconocimiento que le escribiría y merece federico // marguerite yourcenar (1903-1987) memorias de adriano (notas)

dice yourcenar:
no he dedicado a nadie este libro (yo sí, es un acto de estricta justicia). tendría que habérselo dedicado a grace frick. y lo hubiera hecho si poner una dedicatoria personal al frente de una obra en la que yo pretendía pasar inadvertida no hubiera sido una suerte de indecencia( por eso sólo escribí "a federico") pero aun la dedicatoria más extensa es una manera bastante incompleta y trivial de honrar una amistad (un amor) fuera de lo común. cuando trato de definir ese bien que me ha sido dado desde hace años, advierto que un privilegio semejante, por raro que sea, no puede ser único; que debe existir alguien, siquiera en el trasfondo, en la aventura de un libro bien llevado o en la vida de un escritor feliz, alguien que no deja pasar la frase inexacta o floja que no cambiamos por pereza; alguien que tome por nosotros los gruesos volúmenes de los anaqueles de una biblioteca para que encontremos alguna indicación útil y que se obstine en seguir consultándonos cuando ya hayamos renunciado a ello; alguien que nos apoye, nos aliente, a veces que nos oponga algo; alguien que comprata con nosotros, con igual fervor, los goces del arte y de la vida, sus tareas siempre pesadas, jamás fáciles; alguien que no sea ni nuestra sombra, ni nuestro reflejo, ni siquiera nuestro complemento, sino alguien por sí mismo; alguien que nos deje en completa libertad y que nos obligue, sin embargo, a ser plenamente nosotros. hospes comesque meos (refugio y compañero mi).

miércoles, 9 de febrero de 2011

poesía antigua // china

hsu-ling (507-583 d.c.)

el lecho

soy en la corriente una isla cercada de luz
y la brisa ondula las aguas verdes.
aunque no tan suave como el lecho del
capullo del gusano de seda
soy feliz con el azul de mi vestido.
hay motas de polvo en las mangas de seda
de mi dama,
ricas cobijas sobre su lecho de marfil.
ama, cuando bebas hasta muy tarde,
trae a tu amante a festejar aquí.


li-yen-nien

una canción

hay en el norte una mujer encantadora,
incomparable, única.
una mirada suya destruye la ciudad de un
hombre,
una segunda mirada destruye el reino de un
hombre.
¿no te gustaría conocer a una destructora de
reinos y ciudades?
¡no encontrarás dos veces una belleza así!


ts´ai-yung (135 192 d.c.)

bañando caballos en un pozo de la gran muralla

verde, verde hierba de la ribera.
madejas de añoranza por el camino lejano,
el largo camino que no tolero añorar.
por la noche en mi cama lo veo en sueños,
sueño que lo veo a mi lado.
bruscamente despierto en otra aldea,
otra aldea, los dos en sitios distantes.
me agito y me doy vuelta, y ya no lo veo.
las moreras marchitas conocen el viento de
los cielos,
las aguas del océano conocen el frío de los cielos.
entro en la casa, todos están ensimismados.
¿quién quiere hablar por mí?
un viajero llegó desde muy lejos
y me trajo una carpa enorme.

llamo a mis hijos y cocino la carpa.
en su interior hay una carta de seda blanca.
me arrodillo y la leo.
¿qué dice la carta de seda blanca?
arriba está escrito: ¡trata de comer!
abajo dice: ¡siempre te amaré!


pao-chao(414 - 466 d.c.)

a mi antiguo amor, dos poemas

1
la ceniza fría muere, se enciende una vez más.
las flores del atardecer se renuevan al alba.
el hielo de la primavera, aunque se funde por
un tiempo,
vuelve a endurecerse como hielo invernal.
mi amante me abandona,
los lazos del verdadero amor rotos para siempre.
la felicidad llega, pero nunca permanece.
cada vez que me conmuevo acaba la tristeza
del año.

2
un par de espadas a punto de separarse
lloraron primero en su vaina.
en la noche de lluvia se hicieron una,
pero luego tomaron formas diferentes.
la femenina se hundió en el río wu,
la masculina voló a la ciudad de ch'u.
el río wu es profundo e insondable;
la ciudad de ch'u tiene portales infranqueables.
el cielo se ha separado de la tierra.
¿no es aún peor que cuando la luz abandona
la oscuridad?
las cosas mágicas no se separan para siempre,
pasan mil años y se vuelven a juntar.

olga orozco (1920 - 1999) // poesías.1

si la casualidad es la más empeñosa jugada del destino...

si la casualidad es la más empeñosa jugada del destino,
alguna vez podremos interrogar con causa a esas escoltas de genealogías
que tendieron un puente desde tu desamparo hasta mi exilio
y cerraron de golpe las bocas del azar.
cambiaremos panteras de diamante por abuelas de trébol,
dioses egipcios por profetas ciegos, garra tenaz por mano sin descuido,
hasta encontrar las puntas secretas del ovillo que devanamos juntas
y fue nuestro pequeño sol de cada día.
con errores o trampas, por esta vez hemos ganado la partida.


cuando alguien se nos muere

a eduardo bosco

fue necesario el grave, solitario lamento del viento entre los árboles,
para que tú supieras más que nadie ese desesperado resonar,
ese rumor sombrío con que pueden decirse las palabras
cuando de nada vale su fugaz melodía,
cuando en la soledad -la única apariencia verdadera -,
contemplamos, callando, los seres y los tiempos que fueron en nosotros
irrevocables muertes cuyos nombres no sabremos jamás.

fue necesario el ocio de aquellas largas noches
que minuciosamente ordenaste en recuerdos, memorioso,
para que tú pasaras sosteniendo la sombra con tu sombra,
apenas presentida por los días,
con tu misma pausada palidez demorándose aún después de haberte ido,
porque era tu adiós la despedida última,
la última señal que acercaba los sueños desde el incontenible amanecer.

fue necesario el lento trabajo de los años,
su rápido fulgor, su mustio decaer entre pesados muros
que sólo levantaron respuestas de ceniza a tu llamado
para que tú miraras largamente tus despojadas manos
como una llanura donde los vientos dejan polvaredas mortales,
mientras disponen, lejos,
la tempestad que arrase desmedida su sediento destino.

fue necesario todo lo que fuimos contigo,
lo que somos contigo del lado de los llantos,
para saber, viviendo, cuánta sorda tiniebla te asediaba
y encontrarnos, después,
con el transido resplandor del aire que dejaste muriendo.

porque todo este tiempo
es el innumerable testigo que nos trae las mismas evidencias,
aquello en lo que fuiste cuanto eras, de una vez para siempre:
acostumbrados gestos,
ciertos ritos que cumpliera tu sangre sumisa a la memoria,
esos nocturnos pasos acercando los campos
donde la luz es sólo un repetido comienzo de penumbras,
las remotas paredes, las efímeras cosas a las que retornabas
con la triste paciencia de quien guarda afanoso, en la mirada,


paisajes habituales que más tarde
aliviarán el peso de las horas en sabido destierro.

tú pedías tan poco.
apenas si anhelas un tranquilo vivir que prolongara la duración de tu alma
en idéntico amor,
en radiante amistad, en devoción sagrada
por gentes que existieron con la simple nobleza de la tierra,
sin glorias ni ambiciones.
tú amabas lo inmortal, lo grandioso terrestre.

mas no pudo el débil llamado de tu vida contra pesadas puertas
aposentos malditos, épocas miserables
donde la dicha duerme sordamente su legendario olvido-,
nada tu lejanía contra las invencibles mareas de lo inútil,
nada tu juventud contra ese rostro
que entre desalentadas rebeldías, nostalgias y furiosas pesadumbres,
infatigablemente se asomó a tus desvelos;
y unas noche sentimos dentro del corazón un ronco oleaje,
amargamente vivo,
en el preciso sitio donde ardía en nosotros,
como nosotros mismos duradera,
tu callada grandeza.

ahora estamos más solos por imperio de muerte,
por un cuerpo ganado como un palmo de tierra por la tierra baldía,
recobrando al conjuro del más lejano soplo
realidades perdidas en lo más olvidado de los antiguos días,
imágenes que juntos traspasamos, que juntos nos esperan;
porque no es el recuerdo del pasado dispersos ademanes
-hojarascas y ramas que encendemos
para llorar al humo de una lánguida hoguera-,
sino fieles señales de una región dormida que aguarda nuestro paso
con las huellas de antaño suspendidas como eternos ropajes.

no es por decir, eduardo, cuando alguien se nos muere,
no hay un lugar vacío, no hay un tiempo vacío,
hay ráfagas inmensas que se buscan a solas, sin consuelo,
pues aquí, y más allá,
tanto de lo que él fue respira con nosotros la fatiga del polvo pasajero,
tanto de lo que somos reposa irrecobrable entre su muerte
que así sobrevivimos
llevando cada uno una sombra del otro por los distantes cielos.
alguna vez se acercarán,
entonces, cuando estemos contigo para siempre,
últimos como tú, como tú verdaderos.

alejandra pizarnik (1936 - 1972) // poesías.1

a la espera de la oscuridad

ese instante que no se olvida
tan vacío devuelto por las sombras
tan vacío rechazado por los relojes
ese pobre instante adoptado por mi ternura
desnudo desnudo de sangre de alas
sin ojos para recordar angustias de antaño
sin labios para recoger el zumo de las violencias
perdidas en el canto de los helados campanarios.

ampáralo niña ciega de alma
ponle tus cabellos escarchados por el fuego
abrázalo pequeña estatua de terror.
señálale el mundo convulsionado a tus pies
a tus pies donde mueren las golondrinas
tiritantes de pavor frente al futuro
dile que los suspiros del mar
humedecen las únicas palabras
por las que vale vivir.

pero ese instante sudoroso de nada
acurrucado en la cueva del destino
sin manos para decir nunca
sin manos para regalar mariposas
a los niños muertos


la enamorada

esta lúgubre manía de vivir
esta recóndita humorada de vivir
te arrastra alejandra no lo niegues.

hoy te miraste en el espejo
y te fue triste estabas sola
la luz rugía el aire cantaba
pero tu amado no volvió

enviarás mensajes sonreirás
tremolarás tus manos así volverá
tu amado tan amado

oyes la demente sirena que lo robó
el barco con barbas de espuma
donde murieron las risas
recuerdas el último abrazo
oh nada de angustias
ríe en el pañuelo llora a carcajadas
pero cierra las puertas de tu rostro
para que no digan luego
que aquella mujer enamorada fuiste tú

te remuerden los días
te culpan las noches
te duele la vida tanto tanto
desesperada ¿adónde vas?
desesperada ¡nada más!

de la última inocencia, 1956


salvación

se fuga la isla
y la muchacha vuelve a escalar el viento
y a descubrir la muerte del pájaro profeta
ahora
es el fuego sometido
ahora
es la carne
la hoja
la piedra
perdidos en la fuente del tormento
como el navegante en el horror de la civilación
que purifica la caída de la noche
ahora
la muchacha halla la máscara del infinito
y rompe el muro de la poesía.


la jaula

afuera hay sol.
no es más que un sol
pero los hombres lo miran
y después cantan.

yo no sé del sol.
yo sé la melodía del ángel
y el sermón caliente
del último viento.
sé gritar hasta el alba
cuando la muerte se posa desnuda
en mi sombra.

yo lloro debajo de mi nombre.
yo agito pañuelos en la noche y barcos sedientos de realidad
bailan conmigo.
yo oculto clavos
para escarnecer a mis sueños enfermos.

afuera hay sol.
yo me visto de cenizas.


lejanía

mi ser henchido de barcos blancos.
mi ser reventando sentires.
toda yo bajo las reminiscencias de tus ojos.
quiero destruir la picazón de tus pestañas.
quiero rehuir la inquietud de tus labios.
porqué tu visión fantasmagórica redondea los cálices de estas horas?


noche

correr no sé donde
aquí o allá
singulares recodos desnudos
basta correr!
trenzas sujetan mi anochecer
de caspa y agua colonia
rosa quemada fósforo de cera
creación sincera en surco capilar
la noche desanuda su bagaje
de blancos y negros
tirar detener su devenir


la última inocencia

partir
en cuerpo y alma
partir.

partir
deshacerse de las miradas
piedras opresoras
que duermen en la garganta.

he de partir
no más inercia bajo el sol
no más sangre anonadada
no más fila para morir.

he de partir

pero arremete ¡viajera!

silvina ocampo ( 1903 - 1994) // enumeración de la patria

oh, desmedido territorio nuestro,
violentísimo y párvulo. te muestro
en un infiel espejo: tus paisanos
esplendores, tus campos y veranos
sonoros de relinchos quebradizos,
tus noches y caminos despoblados
y con rebaños de ojos constelados.
entre bandadas de árboles mestizos,
entre múltiples sombras y basuras,
te muestro con nostalgias asombradas,
con niñas de trece años y maduras,
en las puestas de sol inmoderadas.

trémulas nervaduras de una hoja,
los ríos te atraviesan de agua roja
sobre el primer cuaderno de paisajes
pintados por la mano de algún niño.
tienes plantas y pájaros salvajes,
somnolientas mujeres en corpiño
trenzándose los dedos, quietas balsas
para vadear los ríos, cangrejales
devoradores de hombres y animales,
montones de hijas negras y descalzas
cruzando tus desiertos y estaciones.
tienes provincias y gobernaciones,
poblaciones vacías y distancias
con nombres melancólicos de estancias,
indomables cansancios y mortales
pavorosos pantanos estivales,
médanos, viento norte y osamentas,
fragancias de altamisas y de mentas,
almacenes en todas las esquinas,
grandes patios con muchas ventolinas.
tienes plantas perversas y sumisas,
con todos los venenos predilectos
de muertes repentinas y precisas,
como en las grandes cajas con insectos
colecciones de arañas venenosas,
palúdicos mosquitos, mariposas.

¡patria, he nacido tantas veces muda!
inmóvil como un árbol he dejado
tu cielo iluminarme de rosado.
he visto la llanura tan desnuda
quedándose sin pastos, y sin riegos
tus plantaciones, tus huertas escasas.
he visto disparar caballos ciegos.
en distintas ventanas de tus casas,
deslumbrada y atenta, he conocido
inclementes tormentas. he oído
el grito del chajá y del teruteru,
el grito de la garza y de la iguana,
y llevando la tropa cotidiana,
alto y nocturno, el grito del resero.
he respirado todos tus olores:
frescura de jazmín en los calores
de febrero, magnolias, malvarrosas,
perfumes de tumbergias pegajosas
y el fervoroso olor de los zorrinos.
en quintas con glorietas, y en las noches
vuelo de pájaros azulmarinos,
tu canto de piedritas y de coches
me ha regalado infancias prolongadas,
dulce de leche y siestas desveladas,
verdes y embalsamados picaflores,
la fuente sostenida por amores,
bombas de carnaval anaranjadas
y hamacas paraguayas olvidadas.

patria, en una plaza, de memoria
he sabido pasajes de tu historia.
debajo de la mano indicadora
de san martín, he sido la impostora
de indios en los límpidos ponientes.
he transformado próceres dolientes
con cuidadoso lápiz colorado,
invasiones inglesas he soñado
en azoteas llenas de improviso
aceite hirviendo y pelo suelto. he visto
a la santa de lima desatando
los temporales turbios y adorando,
sobre un papel de encaje, corazones
y tocayas con muchas perfecciones.

patria vacía y grande, indefinida
como un país lejano, interrumpida
por la llegada lenta de los trenes,
con jubilosa espera en los andenes.
es en la madrugada incierta, cuando
tus gauchos invisibles van cruzando
potreros alambrados y cañadas,
jagüeles y tranqueras atrofiadas,
que tu alma lenta y de madre se queda
con silencios de urraca en la arboleda.
tu ancho río tiene mimetismos
secretos con tus dulces, con tus cielos
y tus grajeas lilas de bautismos.
ecuatorial calor y azules hielos
en tus montañas, derramadas piedras
como bandadas de tortugas, hiedras.
eres esplendorosa y desvalida:
con un frío y ardor que no descansa
desde el seno de la última esperanza
al pilcomayo de agua bienvenida,
la indolente violencia de tus tierras
se repite con lunas o entre sierras.


de enumeración de la patria y otros poemas, 1942

martes, 8 de febrero de 2011

ignacio jacinto villa fernández, bola de nieve (1911 - 1971) // ay, amor

silvina ocampo (1903 - 1994) // anillo de humo

recuerdo el primer día que viste a gabriel bruno. el caminaba por la calle vestido con su traje azul, de mecánico; simultáneamente, pasó un perro negro que al cruzar la calle, fue atropellado por un automóvil. el perro, aullando porque estaba herido, corrió junto al paredón de la vieja quinta, para guarecerse. gabriel lo ultimó a pedradas. desdeñaste el dolor del perro para admirar la belleza de gabriel.
­¡degenerado! ­ exclamaron las personas que te acompañaban.
amaste su perfil y su pobreza.
una tarde de navidad, en la quinta de tu abuela, repartieron en las caballerizas (donde ya no había caballos sino automóviles), ropa y juguetes para los niños del barrio. gabriel bruno y una intempestiva lluvia aparecieron. alguien dijo:
­ese chico tiene quince años; no tiene edad para venir a esta fiesta. es un sinvergüenza y, además, un ladrón. el padre por cinco centavos mató al panadero. y él mató un perro herido, a pedradas.
gabriel tuvo que irse. lo miraste hasta que desapareció bajo la lluvia.
gabriel, hijo del guardabarreras que mató no sé por cuántos centavos al panadero, para ir de su casa al almacén pasaba todos los días, con la esperanza tal vez de verte, por un callejón que separaba las dos quintas: la quinta de tu tía y la quinta de tu abuela materna, donde vivías.
sabías a qué hora gabriel pasaba, galopando en su caballo oscuro, para ir al almacén o al mercado, y lo esperabas con el vestido que más te gustaba y con el pelo atado con la más bonita de las cintas. te reclinabas sobre el alambrado en posturas románticas y lo llamabas con tus ojos. Bajaba del caballo, saltaba el zanjón para acercarse a eulalia y a magdalena, tus amigas, que no lo miraban. ¿qué prestigio podía tener para ellas su pobreza? el traje de mecánico de gabriel las obligaba a pensar en otros varones mejor vestidos.
hablabas a eulalia y a magdalena de gabriel bruno el día entero, en vano. ellas no conocían los misterios del amor.
todos los días, a la hora de la siesta, corriste sola al callejón. de lejos brillaba la cinta de tu pelo como un barco de vela en miniatura o como una mariposa: la veías reflejada en la sombra. eras la mera prolongación de tu sentimiento: el cirio que sostiene la llama. a veces, en el camino, se desataba el moño; entonces, colocando la cinta entre tus dientes, te recogías el pelo y volvías a atarlo, arrodillada en el suelo.
como tenía que haber un pretexto para que pudieras hablar con gabriel inventaste el pretexto de los cigarrillos: llevabas plata en tu bolsillo, se la dabas a gabriel para que fuera al almacén a comprarlos. después fumaban, mirándose en los ojos. gabriel sabía hacer anillos con el humo y te los soplaba en la cara. reías. pero estas escenas, tan parecidas a las escenas de amor, iban penetrando en tu corazón apasionado. una vez unieron los cigarrillos para encenderlos. otra vez encendiste un cigarrillo y se lo diste.
era en el mes de enero. jubilosas las chicharras cantaban con ruido de matraca. cuando volviste a la casa, oíste que tu padre hablaba con tu madre. era de ti que hablaban.
­estaba en el callejón, con ese atorrante. con el hijo del guardabarreras. ¿te das cuenta? con el hijo del que mató al panadero por cinco centavos. hay que ponerla en penitencia.
­son cosas de chica, no hay que hacer caso.
­tiene once años ya­ dijo tu madre.
no se atrevieron a decirte nada, pero no te dejaban salir sola. fingías dormir la siesta y en vez de correr al callejón, después de almorzar, llorabas detrás de las persianas o del mosquitero.
oíste, entre el casero y un ciclista, un diálogo insólito: hablaban de gabriel y de ti. dijeron que gabriel se vanagloriaba en el almacén hablando de los cigarrillos que fumaban juntos. decían que te había dicho palabras obscenas o con doble sentido.
te escapaste a la hora de la siesta, corriste al cerco, para perder tu anillo. gabriel pasó a la hora de siempre. fuiste a su encuentro.
­vamos ­ le dijiste- a las vías del tren.
­¿para qué?
­se cayó mi anillo al cruzar las vías ayer cuando fui al río.
verdad y mentira salían juntas de tus labios.
fueron, él a caballo y tú caminando, sin hablarse. cuando llegaron a las vías del tren, él dejó su caballo atado a un poste y tú te arrodillaste sobre las piedras.
­¿dónde perdió el anillo?­ te preguntó, arrodillándose a tu lado.
­aquí­ dijiste, apuntando el centro de los rieles.
­bajaron las señales. va a pasar el tren. salgamos de aquí ­ exclamó con desdén.
­quiero que nos suicidemos ­ le dijiste.
te tomó del brazo y te arrastró afuera de las vías, justo a tiempo. las sombras, la trepidación, el viento, el silbato del tren, con mil ruedas pasaron sobre tu cuerpo.
para semana santa, gabriel te siguió hasta la iglesia. lo miraste dentro del aire con incienso de la iglesia, como un pez en el agua mira un pez cuando hace el amor. fue la última entrevista. durante veranos sucesivos, lo imaginaste deambulando por las calles, cruzando frente a las quintas, con su traje de mecánico azul y ese prestigio que le daba la pobreza.

de: las invitadas, buenos aires, ed. losada, 1961.

krzysztof penderecki (1933 - ) the dream of jacob (1974)

krzysztof penderecki (1933 - ) // dimensions of time and silence (1959-1960)

krzysztof penderecki (1933 - ) // threnody for the victims of hiroshima (1959-1961)

györgy ligeti (rumania, 1923-2006) // requiem.3 (1963-1965)

györgy ligeti (rumania, 1923-2006) // requiem.1 1963-1965)

györgy ligeti (rumania, 1923-2006) /7 requiem.2 (1963-1965)

györgy ligeti (rumania, 1923 - 2006) // lux aeterna (1966)

soziale plastik mit joseph beuys

joseph beuys (1921 - 1986) // documentary-interview.7

joseph beuys (1921 - 1986) // documentary-interview.6

joseph beuys (1921 - 1986) // documentary-interview.5

joseph beuys (1921 - 1986) // documentary-interview.4

joseph beuys (1921 - 1986) // documentary-interview.3

joseph beuys (1921 - 1986) // documentary-interview.2

joseph beuys ( 1921 - 1986) // documentary-interview.1

fedrico fellini ( 1920 - 1993) // intervista

pier paolo pasolini // l´ultima intervista, 31 ottobre 1975

pier paolo pasolini.4 // la ricotta.4 (1963)

pier paolo pasolini (1922 - 1975) // la ricotta.3 (1963)

pier paolo pasolini (1922 - 1975) // la ricotta.2 (1963)

pier paolo pasolini (1922 - 1975) // la ricotta.1 (1963)

teatro contemporáneo filmado por tactus.1

teatro contemporáneo filmado por tactus.2

domingo, 6 de febrero de 2011

mientras tanto,como siempre - de gabriel baliotte (2011.ensayo29.impro)