Reseña
Stabat Mater, ballet de
Damián Malvacio
1,
La Madre piadosa estaba
junto a la cruz y lloraba
mientras el Hijo pendía.
Cuya alma, triste y llorosa,
traspasada y dolorosa,
fiero cuchillo tenía.
2.
¡Oh, cuán triste y cuán aflicta
se vio la Madre bendita,
de tantos tormentos llena!
Cuando triste contemplaba
y dolorosa miraba
del Hijo amado la pena.
El Stabat Mater ("Estaba
la Madre", en latín) es una secuencia (himno o tropo del Aleluya gregoriano)
atribuida al papa Inocencio III y al franciscano Jacopone da
Todi. Se la data en el siglo XIII.
Comienza con las palabras Stabat Mater dolorosa ("estaba
la Madre sufriendo"). Como plegaria medita
sobre el sufrimiento de María, la madre de Jesús, durante la crucifixión de su hijo.
El
joven coreógrafo Damián Malvacio se formó en el Taller de Danzas del
Teatro San Martín, que, semillero
de muy buenos bailarines y también de promisorios creadores. Malvacio estrenó
en el Festival del Rojas de este año su Stabat Mater, sobre música
de Pergolesi, reestrenada este mes pasado. Si bien los coreógrafos debutantes
suelen comenzar con piezas de formato pequeño, dúo o trío, Malvacio se decidió
por un elenco atípico de seis varones y una mujer.
Stabat
Mater se
sumerge desde el principio en una extraña atmósfera, entre sacra y profana: una
mujer lava a un hombre desnudo y desde este cuadro hay una sugerencia religiosa
y a la vez sensual. Este es el camino que recorre el coreógrafo, el de una
ambigua relación entre erotismo y el ritual sagrado, relación violenta y
extraña. La obra está cargada de una fuerte dosis de homoerotismo encarnado en
esos seis “hijos” que pelean por el amor de esa Madre, lo equívoco y lo
puramente coreográfico se mezclan de modo aparentemente abstracto y
delicadamente explícito a la vez.
Recurre
a la fuerza y destrezas de los seis bailarines Andrés Rosso, Mauro Cacciatore,
Matías Gonzales, Joaquín Toloza, Federico Acquistapace y Facundo Fleitas que
sostiene con potencia sus participaciones tanto solistas como
grupalessostuvieron. Párrafo aparte merece Sofía Sciaratta que se luce en su
equívoc papel de Madre, hembra y mujer sufriente.
Y
es de destacar la música conducida de manera impecable por Andrés Gerszenzon y
su ensamble de músicos y cantantes de la UBA.
Una
obra para ver más allá de lo que muestra, una obra que muestra a un Malvacio
solvente, potente y preparado para los grandes retos que seguramente acometerá
en el futuro.
Un
Malvacio que organiza su obra con un pensamiento puramente coreográfico y no
fuerza a la danza a “decir” más que lo que este medio,
relativamente abstracto, puede dar de sí.