jueves, 7 de noviembre de 2013

Reseña // Stabat Mater, ballet de Damián Malvacio

Reseña
Stabat Mater, ballet de Damián Malvacio
1,
La Madre piadosa estaba
junto a la cruz y lloraba
mientras el Hijo pendía.
Cuya alma, triste y llorosa,
traspasada y dolorosa,
fiero cuchillo tenía.
2.
¡Oh, cuán triste y cuán aflicta
se vio la Madre bendita,
de tantos tormentos llena!
Cuando triste contemplaba
y dolorosa miraba
del Hijo amado la pena.
El Stabat Mater ("Estaba la Madre", en latín) es una secuencia (himno o tropo del Aleluya gregoriano) atribuida al papa Inocencio III y al franciscano Jacopone da Todi. Se la data en el siglo XIII. Comienza con las palabras Stabat Mater dolorosa ("estaba la Madre sufriendo"). Como plegaria medita sobre el sufrimiento de María, la madre de Jesús, durante la crucifixión de su hijo.
El joven coreógrafo Damián Malvacio se formó en el Taller de Danzas del Teatro San Martín, que,  semillero de muy buenos bailarines y también de promisorios creadores. Malvacio estrenó en el Festival del Rojas de este año su Stabat Mater, sobre música de Pergolesi, reestrenada este mes pasado. Si bien los coreógrafos debutantes suelen comenzar con piezas de formato pequeño, dúo o trío, Malvacio se decidió por un elenco atípico de seis varones y una mujer.
Stabat Mater se sumerge desde el principio en una extraña atmósfera, entre sacra y profana: una mujer lava a un hombre desnudo y desde este cuadro hay una sugerencia religiosa y a la vez sensual. Este es el camino que recorre el coreógrafo, el de una ambigua relación entre erotismo y el ritual sagrado, relación violenta y extraña. La obra está cargada de una fuerte dosis de homoerotismo encarnado en esos seis “hijos” que pelean por el amor de esa Madre, lo equívoco y lo puramente coreográfico se mezclan de modo aparentemente abstracto y delicadamente explícito a la vez.
Recurre a la fuerza y destrezas de los seis bailarines Andrés Rosso, Mauro Cacciatore, Matías Gonzales, Joaquín Toloza, Federico Acquistapace y Facundo Fleitas que sostiene con potencia sus participaciones tanto solistas como grupalessostuvieron. Párrafo aparte merece Sofía Sciaratta que se luce en su equívoc papel de Madre, hembra y mujer sufriente.
Y es de destacar la música conducida de manera impecable por Andrés Gerszenzon y su ensamble de músicos y cantantes de la UBA.
Una obra para ver más allá de lo que muestra, una obra que muestra a un Malvacio solvente, potente y preparado para los grandes retos que seguramente acometerá en el futuro.

Un Malvacio que organiza su obra con un pensamiento puramente coreográfico y no fuerza a la danza a “decir” más que lo que este medio, relativamente abstracto, puede dar de sí.