sábado, 8 de enero de 2011

konstantinos kavafis (1883-1933) // poemas canónicos (1916 - 1918)

desde las nueve

doce y media. rápido pasó la hora
desde las nueve cuando encendí la lámpara
y me senté aquí. estaba sin leer,
y sin hablar. con quién hablar
enteramente solo en esta casa.
la imagen de mi cuerpo joven,
desde las nueve cuando encendí la lámpara,
vino y me encontró y me recordó
cerradas piezas perfumadas,
y pasado placer -¡qué atrevido placer!
y también me trajo ante los ojos,
calles que ahora se volvieron inconocibles,
locales llenos de movimiento que se acabaron,
y teatros y cafés que alguna vez existieron.
la imagen de mi cuerpo joven
vino y me trajo también las cosas tristes:
duelos de la familia, separaciones,
sentimientos de los míos, sentimientos
tan poco apreciados de los muertos.
doce y media. cómo ha pasado la hora.
doce y media. cómo han pasado los años.


comprensión

los años de mi juventud, mi vida voluptuosa
-cuán claramente veo ahora su sentido.
qué inútiles arrepentimientos, qué vanos...
pero no veía el sentido entonces.
en la vida disipada de mi juventud
se plasmaban 1os impulsos de mi poesía,
se esbozaba el ámbito de mi arte.
por eso tampoco los arrepentimientos nunca fueron firmes.
y las decisiones de contenerme, de cambiar
duraban dos semanas a lo más.


emisarios de alejandría

no se vieron, por siglos, tan hermosos obsequios en delfos
como éstos que fueron enviados por los dos hermanos,
los reyes rivales ptolomeos. después de recibirlos
sin embargo, se inquietaron los sacerdotes por el oráculo. su
experiencia
toda van a necesitar para redactarlo con sagacidad
cuál de los dos, cuál de tales dos quedará descontento.
y deliberan por la noche secretamente
y discuten los problemas familiares de los laghidas.
pero he aquí que volvieron los emisarios. se despiden.
regresan a alejandría, dicen. y no piden
oráculo alguno. y los sacerdotes los escuchan con alegría
(se entienden que conservan los magníficos obsequios),
pero están también en extremo sorprendidos,
sin entender qué significa esa repentina indiferencia.
pues ignoran que ayer les llegaron a los emisarios graves noticias.
en roma se entregó el oráculo: fue allí el reparto.


cesarión

en parte para aclarar bien una época,
en parte también para pasar el tiempo,
ayer por la noche tomé para leer
una colección de inscripciones de los Ptolomeos.
las abundantes adulaciones y elogios
para todos se parecen. todos son brillantes,
gloriosos, poderosos, benefactores;
todas sus empresas sapientísimas.
y si te refieres a las mujeres de esa estirpe, también ellas,
todas las berenices y las cleopatras admirables.
cuando logré aclarar bien la época,
habría dejado el libro si una mención breve,
e insignificante, al rey cesarión
no hubiera atraído de inmediato mi atención...
ah, hete aquí, viniste tú con tu encanto
indefinido. en la historia unas pocas
líneas solamente se encuentran sobre ti,
y así más libremente te plasmé en mi espíritu.
te plasmé apuesto y sentimental.
mi arte da a tu rostro una simpática hermosura de ensueño.
y tan plenamente te imaginé,
que anoche tarde, cuando se apagaba
mi lámpara -la dejé expresamente apagarse-
creí que habías entrado a mi pieza,
me pareció que delante de mí te detuviste: como si estuvieras
en la conquistada alejandría,
pálido y cansado, ideal en tu tristeza,
esperando todavía que se apiadaran de ti
los malvados -que murmuraban la "diversidad de césares".


el plazo de nerón

no se inquietó nerón cuando escuchó
el vaticinio del oráculo de delfos.
"los setenta y tres años que tema".
tenía tiempo aún para gozar.
tiene treinta años. muy suficiente
es el plazo que el dios le da
para preocuparse de los peligros futuros.
ahora va a regresar a roma un poco cansado,
pero cansado exquisitamente por este viaje,
que fue todo días de placer
-en los teatros, en los jardines, en los gimnasios...
atardeceres de las ciudades de acaya...
ah la voluptuosidad de los cuerpos desnudos sobre todo...
esto con nerón. y en españa galba
secretamente su ejército reúne y lo ejercita,
el anciano de setenta y tres años.


en el puerto

joven, de veintiocho años, en un barco de tinos
llegó emes a este puerto sirio,
con el propósito de aprender perfumería.
pero en la travesía se enfermó. y apenas
desembarcó, murió. su entierro, muy pobre,
se hizo aquí. pocas horas antes de morir algo
susurró sobre un "hogar", sobre "padres muy ancianos".
pero quiénes eran ellos nadie lo supo,
ni cuál su patria en el vasto mundo panhelénico.
mejor. porque así mientras
yace muerto en este puerto,
siempre tendrán sus padres la esperanza de que está vivo.


uno de sus dioses

cuando alguno de ellos pasaba por el ágora
de seleucia, hacia la hora en que anochece,
en la figura de un joven esbelto de perfecta belleza,
con la alegría de la incorruptibilidad en los ojos,
con sus cabellos negros perfumados,
los transeúntes lo miraban
y el uno preguntaba al otro si lo conocía,
y si era un griego de siria o un extranjero. pero algunos
que con más atención observaban,
comprendían y se apartaban;
y mientras se perdía bajo los pórticos,
entre las sombras y las luces del crepúsculo,
dirigiéndose al barrio que sólo de noche
vive, entre orgías y vicios,
y toda suerte de embriaguez y de lujuria,
se preguntaban pensativos cuál de ellos podría ser,
y para qué sospechoso placer
habría descendido a las calles de seleucia
desde las excelsas, venerandas mansiones.


tumba de yasis

aquí yazgo; yasís. de esta grande ciudad
por la hermosura el efebo más famoso.
sabios profundos me admiraron; y también el pueblo superficial,
sencillo. y me alegraba asimismo igual.
por ambas cosas. y por tenerme la gente demasiado por Hermes y
narciso,
los excesos me acabaron, me dieron muerte. viajero,
si eres alejandrino, no has de criticar. tú conoces el ímpetu
de la vida nuestra: qué ardor posee, qué voluptuosidad excelsa.


para manis, que nurió de 29 años, en 610

rafael, unos pocos versos te piden que compongas
como epitafio para el poeta amonis.
algo muy fino y delicado. tú podrás,
eres el indicado, para escribir como corresponde
sobre el poeta amonis, el poeta nuestro.
seguramente hablarás de sus poemas -
pero habla también de su belleza,
de su sutil hermosura que amamos.
siempre es bello y musical tu griego.
mas tu maestría toda requerimos ahora.
a extranjera lengua nuestras penas y nuestros amores pasan.
tu sentimiento egipcio vierte en la lengua extranjera.
rafael, tus versos que sean así escritos,
que tengan, sabes, algo de nuestra vida dentro de ellos,
que el ritmo y cada frase manifiesten
que sobre un alejandrino un alejandrino escribe.


cuando despierten

trata de guardarlas, poeta,
por más que sean pocas aquellas que se detienen.
las visiones de tu amor.
ponlas, medio ocultas, entre tus frases.
trata de retenerlas, poeta,
cuando despierten en tu mente
en la noche o en el fulgor del mediodía.


voluptaje

(en voluptuosidad)
dicha y perfume de mi vida el recuerdo de las horas
en que hallé y tuve la voluptuosidad como la anhelaba.
dicha y perfume de mi vida, de mi vida en que evité
todo goce de amores rutinarios.


así tan intensamente contemplé

así tan intensamente contemplé la belleza,
que plena está mi vista de ella.
líneas del cuerpo. labios rojos. miembros voluptuosos.
cabellos como tomados de estatuas griegas:
siempre hermosos, aun cuando están despeinados,
y caen, un poco, sobre las frentes blancas.
rostros del amor, tal como los anhelaba
mi poesía ... en las noches de mi juventud,
en mis noches, furtivamente, hallados...


en la calle

su simpático rostro, un poco pálido;
sus ojos castaños, como cansados;
veinticinco años, aunque aparenta más bien veinte;
con algo de artístico en su vestir
-tal vez el color de la corbata, la forma del cuello-
camina sin rumbo por la calle,
como hipnotizado aún por el placer prohibido,
por el tan ilícito placer que recién alcanzó.


la vitrina de la cigarrería

junto a una iluminada vitrina
de una cigarrería estaban, entre otros muchos.
casualmente sus miradas se encontraron,
y el ilícito deseo de sus cuerpos
expresaron tímidamente, con vacilación.
después, unos pocos pasos inquietos en la acera -
hasta que sonrieron, y se hicieron una leve seña.
y enseguida ya el coche cerrado...
el acercamiento sensual de los cuerpos;
las manos unidas, los labios unidos.


en un atardecer

con todo no podía eso durar mucho. la experiencia
de los años me lo muestra. pero sin embargo un tanto abruptamente
vino el Destino y lo detuvo.
Breve fue la hermosa vida.
mas cuán intensos fueron los perfumes,
en qué maravillosos lechos nos acostamos,
a qué placer nuestros cuerpos entregamos.
un eco de los días del placer,
un eco de aquellos días vino hasta mí,
algo del ardor de nuestra juventud;
volví a tomar en mis manos una carta,
y leía una y otra vez hasta que me faltó la luz.
y salí al balcón melancólicamente -
salí para cambiar de pensamientos mirando al menos
un poco de la ciudad amada,
un poco del movimiento de la calle y los negocios.


grises

mirando un ópalo medio gris
recordé dos hermosos ojos grises
que vi: hará unos veinte años ...
...................................................
por un mes nos amamos.
después se marchó, creo que para Esmirna,
a trabajar allí, y no nos vimos más.
se habrán afeado -si vive- aquellos ojos grises;
se habrá arruinado el bello rostro.
memoria mía, guárdalos tú como eran.
y lo que puedas, memoria, de ese amor mío,
lo que puedas tráemelo esta noche.


frente de la casa

ayer mientras paseaba por un barrio
apartado, pasé por frente de la casa
donde solía entrar cuando era joven.
allí el amor mi cuerpo había dominado
con su poder maravilloso.
y ayer
cuando pasé por la vieja calle,
se embellecieron al punto por el encantamiento del amor
los negocios, las aceras, las piedras,
y murallas, y balcones, y ventanas:
nada feo quedó allí.
y mientras estaba detenido, y contemplaba la puerta,
y permanecía detenido, y me tardaba allí delante de la casa,
de todo mi ser brotaba
la guardada emoción del placer.


la mesa de junto

apenas tendría veintidós años.
y sin embargo estoy seguro, que, hace casi esos
años, este mismo cuerpo lo gocé.
no es en absoluto una exaltación del erotismo.
y sólo poco rato antes entré al casino:
no he tenido tiempo para beber mucho.
el mismo cuerpo yo lo gocé.
y si no recuerdo dónde -un olvido mío no importa.
ah mira, ahora que se sentó en la mesa de junto,
conozco cada movimiento que hace -y por debajo de la ropa
desnudos los miembros amados vuelvo a ver.


recuerda, cuerpo ...

cuerpo, recuerda no solamente cuánto fuiste amado,
no sólo los lechos en que te acostaste,
sino también aquellos deseos que por ti
brillaban en los ojos manifiestamente,
y temblaban en la voz -y algún
obstáculo casual los hizo vanos.
ahora que todo ya está en el pasado,
parece casi como si a los deseos
aquellos te hubieses entregado -cómo brillaban,
recuerda, en los ojos que te miraban;
cómo temblaban en la voz, por ti, recuerda, cuerpo.


días de 1903

no los hallé ya otra vez -tan luego perdidos...
los ojos poéticos, el pálido
rostro ... en el anochecer de la calle ...
no los hallé ya más -conquistados sólo por casualidad,
que así con ligereza dejé;
y después con angustia anhelaba.
los ojos poéticos, el pálido rostro,
los labios aquellos no los hallé más.

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