viernes, 7 de enero de 2011

friedrich nietzsche (1844-1900) // el ocaso de los dioses

incursiones de lo intempestivo
sobre la psicología del artista

8. para que haya arte, para que exista una acción y una contemplación estéticas cualquiera, se requiere una condición fisiológica previa: la “embriaguez”. la embriaguez tiene que haber aumentado primero la excitación de toda la máquina; si esto no ocurre, no es posible el arte. todas las clases de embriaguez, por muy deferente que sea lo que las determine, tienen el poder de conseguir esto: sobre todo la embriaguez de la excitación sexual, que es la forma más y primitiva de embriaguez. también hay que incluir la embriaguez que detrás de todo gran deseo, de toda pasión intensa. la embriaguez de la fiesta, de la competición, del acto de valentía, de la victoria, de todo movimiento extremado; la embriaguez de la crueldad: la embriaguez de la destrucción: la embriaguez primaveral; por último, la embriaguez de la voluntad, la embriaguez de una voluntad plena y saturada.
lo esencial de la embriaguez es el sentimiento de plenitud y de intensificación de las fuerzas. este sentimiento lo proyectamos sobre las cosas, obligándolas a que reciban algo de nosotros, violentándolas. a este proceso se lo denomina “idealizar”. liberémonos de un prejuicio respecto de esto: en contra de lo que suele creer, idealizar “no consiste” en quitar o dejar de lado lo pequeño y accesorio; lo decisivo es, más bien, “extraer” de manera formidable los rasgos fundamentales, de forma que el resto queda eclipsado ante ellos
9. cuando nos encontramos en este estado de ánimo, lo enriquecemos todo con nuestra propia plenitud: lo que vemos y lo que queremos lo percibimos repleto, comprimido, fuerte, pletórico de energía. el hombre que se halla en este estado transforma las cosas hasta que éstas reflejan el poder que emana de él, hasta que terminan reflejando su propia perfección. el “tener que transformar” las cosas en algo perfecto es arte. incluso todo lo que no es el hombre que se encuentra en ese estado se convierte para él en un placer en sí. en el arte, el hombre disfruta de sí mismo como perfección.
cabría imaginar un estado opuesto, un instinto específicamente antiartístico, una forma de ser que empobreciera, que desnutriera, que volviera anémico todo. y, realmente, en la historia, abundan artistas así, que tienen hambre de vida, que necesitan apoderarse de las cosas, consumirlas, “enflaquecerlas” tal es el caso del verdadero cristiano, de pascal, por ejemplo: “no existe” un cristiano que sea a la vez artista. que no se incurra en la puerilidad de objetarme recordándome a rafael o a cualquiera de los cristianos homeopáticos del siglo XIX. rafael “afirmaba” de palabra y de obra, por lo tanto rafael no era un cristiano…
10. ¿qué significan los conceptos opuestos apolíneo y dionisíaco, que yo introduje en la estética, concibiéndolos como dos tipos de embriaguez? la embriaguez apolínea excita principalmente los ojos, de modo que éstos adquieren la fuerza suficiente para ver visiones. el pintor, el escultor y el poeta épico son visionarios por excelencia. en el estado dionisíaco, por el contrario, lo que excita e intensifica es el sistema emotivo, de modo que ese sistema descarga de una vez todos sus medios de expresión y, al mismo tiempo, hace que se manifieste la fuerza necesaria para representar, reproducir, transfigurar y transformar todo tipo de parodia y de histrionismo. lo esencial es la facilidad de la metamorfosis, la incapacidad de no reaccionar (al igual que les sucede a ciertos histéricos, que ante el menos motivo representan cualquier papel). al hombre dionisíaco le resulta imposible dejar de entender cualquier sugestión, no pasa por alto ningún signo de emoción, posee el instinto de comprender y de adivinar en su más alto grado de desarrollo, como posee, el arte de la comunicación. se introduce en todas las pieles, en todas las emociones, transformándose continuamente.
la música, tal como hoy la entendemos, es también una excitación y una descarga completa de las emociones; sin embargo, no es más que el residuo de un mundo expresivo mucho más pleno aquellas, un simple residuo del histrionismo dionisíaco. para hacer posible la música como arte específico, se ha inhibido una gran cantidad de sentidos, empezando por el muscular (al menos relativamente, porque en cierta medida todo ritmo sigue hablando a nuestros músculos), de modo que el hombre ya no imita ni representa corporalmente todo lo que siente. no obstante, el estado dionisíaco es así, al menos el primitivo. la música es la determinación de dicho estado, adquirida luego de largo tiempo, en detrimento de las facultades más afines a ella.
11. el actor, el mimo, el bailarín, el músico y el poeta lírico son radicalmente afines en sus instintos y forman una misma cosa, de la que se han ido especializando y separando poco a poco unos de otros, hasta incluso contradecirse. el poeta lírico permaneció durante más tiempo unido con el músico; el actor, con el bailarín.
el “arquitecto” no representa ni un estado dionisíaco ni uno apolíneo: en él quien exige el arte es un gran acto de voluntad, la voluntad que mueve montañas, la embriaguez de la gran voluntad. quienes siempre han inspirado a los arquitectos han sido los hombres más poderosos; el arquitecto ha estado constantemente sometido a la fascinación del poder. en la obra arquitectónica quedan de manifiesto el orgullo, el triunfo sobre la fuerza de gravedad, la voluntad de poder. la arquitectura es una especie de elocuencia del poder expresada en formas, que algunas veces convence e incluso adula, y otras veces se limita a dar órdenes. en lo que posee “gran estilo”, se expresa el más alto sentimiento de poder y de seguridad.
el poder que se revela en la forma de gran estilo es el que ya no necesita de ninguna demostración, el que no trata de agradar, el que difícilmente contesta, el que vive sin tener conciencia de que haya alguien que lo contradiga, el que “descansa en sí mismo”, fatalmente, y el que es una ley entre leyes.

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