lunes, 3 de enero de 2011

konstantinos kavafis (1863-1933) // poemas inéditos(1884-1923)

viaje nocturno de príamo (1893)

dolor y lamento en ilión.
la tierra
de troya en desesperanza amarga y en temor
al gran héctor priámida llora.
el treno estridente grave resuena.
ni un alma
queda en troya no doliente,
que el recuerdo de héctor olvide.
mas es vano, inútil
el mucho
lamento en una ciudad atormentada;
sordo es el adverso destino.
detestando príamo lo inútil,
oro
saca del tesoro; agrega marmitas,
tapices, y mantos; y también
túnicas, trípodes, una cantidad espléndida
de peplos,
y todo lo que apropiado juzga,
y sobre su carro lo carga.
quiere con rescate del terrible
enemigo
recuperar el cuerpo de su hijo,
y con augustas exequias honrarlo.
sale en la noche silenciosa.
habla
poco. por único pensamiento ahora tiene
veloz, veloz que corra su carruaje.
tenebroso extiéndese el camino.
lúgubre
gime el viento y se lamenta.
grazna a lo lejos un ominoso cuervo.
aquí, el aullido de un perro se escucha;
allí,
cual susurro una liebre de rápidos pies cruza.
el rey azota, azota los caballos.
sombras de la llanura despiértanse
siniestras,
y se preguntan por qué con tanta prisa
vuela el dardánida hacia los navíos
de argivos asesinos, y de aqueos
funestos.
pero el rey a esas cosas no atiende;
basta que su carro veloz, veloz corra.


muerte de un general (1899)

su mano alarga la muerte
y de un glorioso general la frente toca.
al atardecer un diario la noticia da.
la casa del enfermo se llena con muchísima gente.
a él los dolores le paralizaron
los miembros y la lengua. su mirada gira
y mucho rato se fija en cosas conocidas.
impasible, a los viejos héroes recuerda.
por afuera -lo han cubierto silencio e inmovilidad.
por dentro -lo ha podrido la envidia de la vida, miedo,
lepra de placer, necia obstinación, ira, maldad.
pesadamente gime. -ha expirado-. llora la voz
de cada ciudadano: "¡su muerte ha arruinado a nuestro estado!
¡ay la virtud con él ha muerto!"


27 de junio de 1906, 2 p.m. (1908)

cuando lo llevaron los cristianos a colgar
al inocente muchacho de diecisiete años,
su madre que allí cerca de la horca
se arrastraba y se golpeaba en el suelo
bajo el sol feroz de mediodía,
ya daba alaridos, y aullaba como lobo, como fiera,
o ya extenuada la mártir se lamentaba:
"diecisiete años sólo me viviste, hijo mío".
y cuando lo subieron por la escala de la horca
y le pasaron la cuerda y lo colgaron,
y pendía lastimosamente en el vacío
con los espasmos de su negra agonía
su cuerpo adolescente bellamente formado,
la madre mártir se arrastraba por el suelo
y no se lamentaba ya por los años ahora:
"diecisiete días solamente, gemía,
diecisiete días solamente te gocé, hijo mío".


lo oculto (1908)

por cuanto hice y por cuanto dije
que no traten de encontrar quién era yo.
un obstáculo se alzaba y transformaba
mis acciones y mi modo de vivir.
un obstáculo se alzaba y me detenía
muchas veces cuando iba a hablar.
mis acciones más inobservadas
y mis escritos más ocultos
-sólo por allí me entenderán.
mas acaso no vale la pena gastar
tanta atención y tanto esfuerzo para conocerme.
más tarde -en la sociedad más perfecta-
algún otro, hecho como yo,
ciertamente surgirá y actuará libremente.


media hora (1914)

ni te conseguí, ni te conseguiré
nunca, creo. algunas palabras, un acercamiento
como en el bar anteayer, y nada más.
es una pena, no digo. pero nosotros los del arte
a veces con intensidad de pensamiento, y ciertamente sólo
por poco tiempo, creamos un placer
que parece casi real.
así en el bar anteayer -claro que ayudando
mucho el alcohol compasivo-
tuve una media hora en plenitud erótica.
y tú lo percibiste, me parece,
y te quedaste un poco más de adrede.
eso era muy necesario. porque
con toda la imaginación, y con el mágico alcohol,
tenía que mirar también tus labios,
tenía que estar tu cuerpo cerca.


casa con huerto (1915)

quisiera tener una casa. de campo
con un jardín muy grande -no tanto
por las flores, por los árboles, y por el verdor
(por cierto que también se hallen: son bellísimos),
sino para tener animales. ah, ¡tener animales!
al menos siete gatos -dos bien negros,
y dos albos como nieve, para el contraste.
un serio papagayo, para escucharlo
decir cosas con énfasis y convicción.
en cuanto a perros, creo que tres me bastarían.
quisiera también dos caballos (buenos son los caballitos).
y sobre todo tres o cuatro de aquellos valiosos,
simpáticos, animales, los asnos,
que estuvieran echados perezosamente, que menearan alegres sus cabezas

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