sábado, 8 de enero de 2011

fernando pessoa, como bernardo soares (1888-1935) // el libro del desasosiego

la literatura, que es el arte unido al pensamiento y la realización, sin el estigma de la realidad, se me impone como el fin hacia el que debería tender todo esfuerzo humano, si fuese verdaderamente humano, y no mera exterioridad animal. creo que decir una cosa es preservar su virtud y despojarla del terror que, por desconocida, ella puede inspirar. más verdes son los campos en el enunciado que lo dice que en su verdor objetivo. las flores, si fueran descriptas con frases capaces de nombrarlas en el aire de la imaginación, ostentarían colores de una permanencia de la que la vida celular reniega.
moverse es vivir, decirse es sobrevivir. no hay nada real en la vida que no lo sea por el hecho de que ha sido descripto. los críticos de aliento corto suelen señalar que tal o cual poema, de amplia respiración rítmica, no quiere, finalmente, decir otra cosa que el día está lindo. pero decir que el día está lindo es difícil, y el día lindo como tal, transcurre. debemos, pues, conservar lo lindo del día en una memoria florida y prolífica, y crear de tal modo una constelación de nuevas flores y nuevos astros que perpetúe los campos y los cielos de la exterioridad vacía y pasajera.
todo es lo que somos, y todo será, para quienes vengan detrás de nosotros en la sucesión tan variada del tiempo, conforme con la intensidad con que nosotros lo hayamos imaginado, o sea, según el fervor con que verdaderamente lo hayamos encarnado, metiendo en nuestro cuerpo la imaginación. no creo que la historia sea, en su gran despliegue mortecino, otra cosa que un flujo de interpretaciones, consenso confuso de testimonios distraídos. novelistas somos todos y narramos cuando vemos, porque ver es tan complejo como todo.
estoy en este momento a merced de tantos pensamientos fundamentales, de tantas cosas verdaderamente metafísicas que expresar, que me canso de repente, y decido no escribir más, no pensar más, y dejar que la fiebre que me impulsa a decirme me adormile, y yo me ponga a acunar, con los ojos cerrados, como se acuna a un gato, todo cuanto podría haber dicho.

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