sábado, 18 de diciembre de 2010

raúl gonzález tuñón // las brigadas de choque

¿no ha de haber un espíritu valiente?
¿siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿nunca se ha de decir lo que se siente?
quevedo.

I
primero fue la toma de la tierra por la hembra y por el varón.
después vino la tristeza de la civilización.
primero fue el campo libre, el cielo libre, la libre unión.
después las malas leyes del hombre que hicieron las malas leyes de dios.
hoy, como el cura loco de Kent, me pregunto yo:
- “cuando eva hilaba y adán araba ¿quién era el amo?”

II
no pretendo realizar tan sólo el poema político.
no pretendo que mis camaradas sigan por ese camino.
que cada cual cultive en su intimidad el dios que quiera.
pero reclamo de cada una la actitud revolucionaria frente a la vida,
pero reclamo el puño cerrado frente a la burguesía.
he reconquistado el fervor y tengo algo que decir:
se llama brigadas de choque a las vanguardias lúcidas de los obreros
especializados
en la urss, nombre caro a nuestro espíritu.
formemos nosotros, cerca ya del alba motinera,
las brigadas de choque de la poesía.
demos a la dialéctica materialista el vuelo lírico de nuestra fantasía.
¡especialicémonos en el romanticismo de la revolución!

III
mi voz para cantar y para gritar mi voz,
mi voz para degollarse en las veletas enloquecidas.
mi voz para aullar, mi voz para subir–única, digna enredadera-
y asustar a los burgueses desprevenidos por la boca de los albañiles.
mi voz para decir el antipoema
en la esquina de las fábricas,
a la salida de las costureras,
en las puertas falsas de los teatros,
en los fondos de los talleres,
en las poternas de la civilización burguesa,
el gran castillo vacilante.
los movierones ahogan también rugidos, ladridos
-ocultan las manifestaciones apaleadas
-los nazis violando a las hijas de los judíos
-los policemen atajando la marcha de los tejedores
-la generalidad cargando sobre los sindicalistas
-la gendarmería rodeando de cinturones de fuego a los
socios del john reed club
y los gases lacrimógenos de la policía de buenos aires
disolviendo los mitines en los portones
de los frigoríficos extranjeros.
¿y nicolás repetto? –bien, gracias.
¿y josé nicolás matienzo? –cuidando la constitución,
como si la constitución fuera una hembra.
si, la constitución se halla en estado de descomposición
y nosotros, únicamente nosotros, los comunistas,
legítimamente nos reímos de esa constitución burguesa
y de la democracia burguesa.
pero no de la democracia que proclamamos,
porque nosotros queremos la dictadura
pero la dictadura que asegure la verdadera libertad de mañana.

IV
nosotros contra la democracia burguesa
contra
contra la demagogia burguesa
contra la pedagogía burguesa
contra la academia burguesa
contra
contra
contra el fascismo, superexpresión
del capitalismo desesperado.
contra la masturbación poética,
contra los famosos salvadores de américa
-palacios, vasconcellos, haya de la torre-
contra
contra
contra las ligas patrióticas y las inútiles
sociedades de autores, escritores, envenenadores.
contra los que pintan cuadros para los burgueses.
contra los que escriben libros para los burgueses.
contra
contra
contra las putas espías de orden político.

V
contra los social fascistas tipo federico pinedo.
contra el radicalismo embaucador de masas
-fuente de fascismo-,
dopado por el incienso de vagas palabras.
¡ellos! los metralleros de santa cruz.
contra
contra
nosotros contra la moral tipo la prensa
-el elefante enfermo de la avenida de mayo-
y el largo bostezo de sus editoriales.
contra las sedicentes obras de tesis.
contra la teosofía, onanismo del espíritu.
contra el anarquismo sensiblero y claudicador.
contra el clericalismo.
contra
contra
contra el criollismo a ultranza y sin matices,
contra el folklore pueril y falso,
contra el francisismo servil,
contra las visitas tipo keyserling, morand, ortega.
contra
contra los becados
contra los niños prodigios del confusionismo canalla
de south america.

VI
¡contemos a los niños la historia de lenin!
contra la vedette,
contra los mesías y los supuestos héroes
y toda la roña burguesa
-agiotistas
-rentistas
-especuladores
-caudillos
-plumíferos
-gendarmes
-jueces
-abogados
-intelectuales
la muerte del obrero hevia pasó inadvertida para vosotros.
ni siquiera entregasteis el cadáver mutilado a la familia.
un centenar de policías siguió al coche que llevaba la caja de pino.
¡os ofrecemos nuestros cadáveres!
sobre nuestros cadáveres los camaradas de mañana construirán la nueva argentina en el alba motinera de obreros, soldados, marineros,
campesinos, poetas y artistas.
¡os regalamos todo!
¡no leáis nuestros libros!
¡al carajo con vuestra comprensión y vuestra generosidad!
nosotros estamos de vuelta al pueblo,
ávidos de dialéctica materialista.
en una sociedad sin clases será posible el sueño,
lo abstracto, la intimidad con lo inverosímil y lo inventado,
con dios y con los otros mundos...
nosotros estamos de vuelta al pueblo
y oímos las detonaciones que mañana
estremecerán las paredes.
¡guerra a la clase dominante!
dictadura para asegurar la libertad,
el trabajo liberador,
la máquina redimida,
la comodidad,
la dignidad,
el club,
la libre unión de los enamorados
y el arte puro de una sociedad sin clases.

VII
otros amigos tomaron otros rumbos.
el tiempo espera.
todo yo soy actitudes pero ningún orgullo me maltrata
y tengo algo de muchedumbre cuando canto
y cuando grito.
voy a meterme en las grandes mareas de los cines
y las fábricas y los subterráneos.
lamento no haber sido lo que se dice
un “subversivo auténtico”.
lamento no haber perdido tantos años
en los periódicos
aunque le agradezco los aviones, los barcos y los trenes que me dieron.
vuelvo a la vida que me reconoce,
el hambre y el sueño son mis viejos amigos.
a devorar los libros afiebrados
en las vigilias del invierno
y por las mañanas
a recorrer los parques y las plazas
y contar las chimeneas
y llenarme del vasto olor del pueblo,
del vasto rumor del pueblo.
una columna de pueblo viene hacia mí:
llevan carteles alusivos y cantan La Internacional.
¡arriba los pobres del mundo,
de pie los esclavos sin pan!
el viejo canto me reconoce
y yo voy con mis hermanos.
son las 3 de la tarde de un 1° de mayo,
hoy cumple años nuestro viejo dolor.
no, hoy no es un día de fiesta,
pero hemos aprendido a cantar,
y después de los cantos vendrán las balas.

VIII
ésta es la canción del plan de los cinco años.
lenin lo dejó trazado junto a su gorra oscura
y su tabaquera.
el lienzo rojo de su memoria.
desde octubre de 1928 comenzó a extenderse a las campanas
de la inmensa rusia,
saliendo de las grandes ciudades en donde ya existía generosa
un nivel de dolor y de cultura.
expropiando las posesiones de los ricos agricultores
y repartiendo entre todos la veterana tierra
y recogiendo los frutos para todos.
era el primer gran paso hacia la conquista
del comunismo de lenin.
después nos ocuparemos de dios.
ahora nos interesa combatir su política.
(este no es un poema, es casi una experiencia)
las colonias agrícolas comunistas reemplazan a los grandes
y a los pequeños feudos burgueses.
ya no hay que levantar catedrales,
mucho fervor gastado.
ahora hay que levantar usinas,
mucho fervor por gastar.
¡abajo la inteligencia burguesa!
es tiempo de ocuparse del hombre.
nicolás lenin ha muerto y su herencia es el volga.
y el kara
el duina
el onega
el péchora
el vístula
el ural
el don.
una herencia de ríos.
nicolás lenin ha muerto y su herencia es el cáucaso.
y los urales
las mesetas del valdai
las colinas del volga.
nicolás lenin ha muerto y su herencia es el cobre.
y el hierro
la hulla
el petróleo
el oro.
pero sobre todo su herencia es la tierra,
humana, tierna, fecunda.
nuestro nacimiento, nuestra vida,
nuestra sepultura,
nuestra resurrección.
he aquí la canción del plan de los cinco años.

IX
devoraba las noticias del día con el sándwich de milanesa:
las consecuencias del temblor que duró treinta segundos
son funestas para una vasta región.
durante la noche pareció estacionario
el nivel de las aguas del sena.
400 obreros sepultados en un túnel.
las viudas lloran en la boca del día.
casas, puentes vías férreas, desaparecieron a causa del terremoto.
se asegura que blucher es un militar organizador de gran estilo.
queremos la repartición de la tierra,
desconocemos la propiedad privada y la ley de herencia
y desde ahora todo aquel que no trabaje no comerá.
los agentes secretos de seis potencias burguesas
se han arrojado al río moscowa.
un día existieron cartago y babilonia
y un día fue poderoso el egipto.
los mercaderes venecianos llegaban hasta persia
y los persas atravesaban los canales.
los fenicios navegaban trocando estatuillas de barro
por montones de trigo.
¡los desacreditados fenicios que llevaron a Grecia
la preocupación del arte!
catón repitió veinte veces en roma: ¡destruid cartago!
tenemos que destruir. el grito se repite en la historia.
pero los camaradas de moscú han abierto otro camino
y la historia se desvía.
les habían prohibido el aceite y la lámpara,
la tinta y la palabra
y ellos vencieron.
sólo es bello el horizonte cuando recorta miles de camisas obreras.
existen buenos aires y san pablo y sus hombres comienzan a ver.
yo presiento la marcha sobre europa de un ejército rojo.
pausa sobre el teatro de marionetas de ginebra,
sobre berlín
que engorda y envilece.
horcas afiladas están meditando
junto a un horizonte de humo y de sangre.
cristo signa, en la estridencia de las usinas,
a la última cruz, final e inexorable.

X
no importa que yo ame los puertos y los circos
y la dorada y alevosa flor de la aventura
y el vino y las rosas y la guerra.
como ernesto psichari yo amo la guerra,
pero la guerra que trae la revolución.
¿sabes ya que los cuervos vuelan sobre los valles anunciando la peste?
yo había visto algunos dibujados en los afiches de las ciudades.
había un niño olfateando la sangre de la guerra,
de la guerra que trajo la revolución.
- “pour les français dans les territoires ocupees” –
colocados especialmente por la legislación.
los cuervos eran los alemanes.
¡oh, amigos, y cómo es de tranquilo el vuelo de los cuervos!
¡qué serenidad bajo la campana del cielo!
mas cuando se acercan sus picos son horribles,
sus ojos asquerosos y sus garras tremendas.
los socialdemócratas, los ultraclericales, los “nacionalistas”,
tienen también el vuelo de los cuervos.
cerca de ellos hay que destrozarlos con un tiro de escopeta,
porque ellos anuncian y provocan la peste en la tierra.

XI
hablemos de esta ciudad sucia como su río.
aquí todo está prohibido.
a la vuelta de la esquina nos deja solos y en su cuadrilátero aburrido
prevalece la absurda confitura del pasaje barolo
y la mentalidad seminarista de josé luis cantilo.
buenos aires no vale la pena que le cante ni siquiera versos airados.
siempre se quedará con los zuviría, los capdevilla y los obligado.
esta ciudad me ha llamado canalla y vicioso porque quise darle color.
porque anduve por ahí desparramando mi indudable fervor,
porque bajé la luna hasta sus calles para alumbrarlas mejor.
porque a la compañía de las horteras prefería la de vagos y atorrantes.
porque a veces anduve con un traje rotoso y estragué mi estómago en
el sórdido puchero misterioso.
esta ciudad fustigada en sus flancos por la legión cívica y
el K
klan radical.
esta ciudad de yrigoyen y uriburu, que nunca ha dado
un bandido perfecto ni un gran poeta.
esta ciudad cuyos bienes apestan a escribanos públicos,
a mujeres sin capacidad de pecado.
esta ciudad que todavía respeta un título de abogado.
ciudad de bebedores de agua.
de donde barret emigró con asco, en donde o´neill tuvo hambre
y sueño,
en donde güiraldes fue escarnecido y calou murió malogrado,
payró incomprendido, emillio becher agotado y carriego empequeñecido
y en cuya universidad, esquina pedagógica de la vulgaridad,
se gesta una runfla de rastas y logreros y patoteros grandilocuentes
que después de llenar la pampa de alambradas y alcahuetes.

XII
no tenemos nada, no hemos construido,
nada fue posible en este campamento podrido.
hemos quedado solos
con un montón de versos,
angustiosos o perversos
porque la leche de buenos aires fue así de mala.
sucia como su río,
agria como su alma.
el tango actual es una cobardía.
sombrío, ronco, gangoso
- “oliendo a china en zapatilla y macho perezoso” –
es pesimista, compasivo y trágico.
es un ángel oscuro que pudo haber volado.
le falta a buenos aires la tercera fundación.
la que vendrá con la revolución.
¡preparémonos para tirar!
contra los museos,
las universidades,
la prensa de paquidermo,
la radiotelefonía, la academia,
el teatro y el deporte burgueses.
preparémonos para tirar
y acertar esta vez.
contra en la casa
contra en el mar
contra en la calle
contra en el bar
contra en la montaña.
para abatir al imperialismo.
por una conciencia revolucionaria.
y aquí nosotros contra la histeria fascista,
contra el socialismo tibio,
contra la confusión radical,
contra
contra
estar contra
sistemáticamente contra
contra
contra.
¡yo arrojo este poema violento y quebrado
contra el rostro de la burguesía!

viernes, 17 de diciembre de 2010

ring lardner // corte de pelo

los sábados hago venir de carterville a otro peluquero para que me ayude, pero el resto de la semana puedo manejarme solo. usted habrá visto que este pueblo no es nueva york, y además, la mayoría de los muchachos trabaja el día entero, de modo que no tienen tiempo para venir a embellecerse.
usted es un recién llegado, ¿no? no me parece haberlo visto antes por aquí. espero que el lugar le agrade y se quede. como le digo, esto no es chicago o nueva york, pero nos divertimos. no tanto desde que jim kendal murió. cuando vivía, él y hod me­yers mantenían el pueblo en una constante algazara. apuesto que se reía más aquí que en cualquier otra ciudad de igual tamaño de américa.
jim era cómico y hacía excelente pareja con hod. desde que jim murió, hod se esmera por mantener el mismo tono, pero es muy difícil cuando no hay con quién trabajar.
los sábados solíamos tener mucha diversión aquí. el local se llena desde las cuatro de la tarde en adelante. jim y hod aparecían después de la comida, como a eso de las seis. jim se instalaba en aquella silla grande, junto a la salivadera azul. cualquiera que estuviera sentado en su silla, se la cedía apenas entraba.
usted pensará que era un asiento reservado, como los que hay en algunos teatros. hod generalmente se quedaba parado o se paseaba, y por supuesto uno que otro sábado le tocaba ocupar esta silla y cortarse el pelo.
bueno, jim se quedaba un rato sin abrir la boca más que para escupir, hasta que, al final, me decía: —whitey —mi verdadero nombre, aunque mi nombre de pila es dick, todo el mundo me llama whitey aquí, digo que jim decía—: whitey, tienes la nariz como una amapola esta noche. debes haber estado tomán­dote el agua de colonia.
y yo le decía:
—no, jim, pero me parece que tú sí debes ha­ber estado tomando algo por el estilo o algo peor.
jim se reía pero contestaba en el acto:
—no, no he bebido nada, pero eso no quiere decir que no me gustaría tomar algo, aun cuando fuera alcohol.
entonces, hod meyers decía: —tu mujer también.
esto provocaba una carcajada general, porque todo el mundo sabía que jim y su mujer no andaban bien. ella se habría divorciado, sólo que no había posibilidad de pensión y no podía arreglárselas sola con los niños. jamás había podido comprender a jim. él era tosco, pero en el fondo un buen muchacho.
jim y hod se divertían de lo lindo a costa de milt sheppard. pero usted no debe saber nada acerca de milt. bueno, tiene una manzana de adán que más se parece a un melón. ellos esperaban que yo estu­viera afeitando a milt, precisamente en esa parte del cuello, y entonces hod gritaba:
—¡eh, whitey, espera un minuto! déjanos ha­cer una apuesta, antes que lo cortes, para ver cuántas semillas tiene.
y jim replicaba:
—si milt no fuera tan puerco y habría pedido medio melón, y no uno entero, no se le habría quedado atorado en la garganta. —entonces todos los mu­chachos reían, y hasta el mismo milt, objeto de la broma, se esforzaba en sonreír. ¡sí, jim era un gran tipo!
allí estaba su bacía de afeitar, en aquella repisa al lado de la de charles vail. charles m. vail. es el farmacéutico. viene a afeitarse regularmente tres veces por semana. y la bacía que está al lado es la de jim. james h. kendall. jim no necesitará ya más nada para afeitarse, pero de todos modos la dejará allí mismo, como un recuerdo de los viejos tiempos. ¡de­cididamente jim era un personaje!
años atrás, jim viajaba desde carterville por asuntos de conservas en lata. vendían conservas en lata. jim tenía el mercado de toda la mitad norte del estado, y se pasaba viajando cinco días por la semana. caía por aquí los sábados y contaba sus ex­periencias de la semana. eran notables.
supongo que se preocupaba más en hacer bromas que negocios. finalmente, la firma lo despidió y lo primero que hizo fue volver a casa y contarle aquí a todo el mundo que lo habían despedido, en vez de decir, como lo hubiera hecho la mayoría, que había renunciado al trabajo.
era un sábado y el local estaba repleto y jim se paró en la silla y dijo:
—caballeros, tengo una importante noticia que comunicarles. me han despedido del trabajo.
bueno, todos le preguntaron si hablaba en serio, y él dijo que sí; y nadie supo qué decir hasta que jim rompió el hielo y añadió:
—he estado vendiendo conservas y ahora yo estoy en conserva.
sabe, la firma en la que trabajaba, fabricaba productos en conserva. en carterville. y ahora jim decía que él mismo estaba en conserva. sí. ¡era un gran tipo!
jim tenía una broma bárbara que solía hacer cuando viajaba. por ejemplo, cuando iba en tren y pasaba por alguna pequeña ciudad, bueno, digamos bueno como benton; se asomaba a la ventanilla y se fijaba en los letreros de negocios.
por ejemplo, si veía un letrero como "henry smith, productos secos", jim tomaba nota del nom­bre y de la ciudad, y cuando llegaba a su destino, despachaba una tarjeta postal a henry smith, ben­ton, en la que escribía algo como lo siguiente: "pregúntele a su mujer sobre la persona que le hizo com­pañía la tarde pasada y firmaba: un amigo."
por cierto que nunca llegó a saber el resultado de tales bromas, pero podía imaginar lo que sucedía, y esto era suficiente.
jim no trabajó con mucho empeño, después que perdió el empleo con la firma de carterville. Lo poco que ganaba realizando algunas pequeñas tareas, se lo bebía casi íntegro en gin, y su familia se habría muerto de hambre si los almaceneros no continuaran sosteniéndola. la mujer de jim probó suerte en la costura, pero esa no era una profesión que diera di­nero en este pueblo.
como le digo, ella se habría divorciado de jim, si sola hubiera podido sostener a su familia, pero siempre acariciaba la esperanza de que jim abandonara esos malos hábitos y le diera algo más que dos o tres dólares por semana.
hubo un tiempo en que solía ir a la oficina de su marido y pedía que le dieran su salario, pero des­pués de una o dos veces, él logró vengarse pidiendo casi todo su sueldo por adelantado. en seguida se largó a contar por todo el pueblo cómo había conseguido vencer en astucia a su mujer.
¡era ciertamente muy prudente!
pero no se quedó contento con esto. estaba ofen­dido por la conducta de su mujer al pretender sacarle su salario y decidió desquitarse. para ello, esperó a que anunciaran el arribo del circo evans y entonces prometió a su mujer y a sus hijos llevarlos al espectáculo. el día de la función, convino en que los esperaría a la puerta del circo con las entradas listas.
por cierto no tenía intención de comprar en­tradas ni esperarlos, ni nada. lo que hizo fue embo­rracharse con gin y acostarse a dormir el día en­tero, en la cantina de wright. su mujer y los niños esperaron y esperaron, y por supuesto él no apa­reció. su esposa no tenía un centavo, supongo. de manera que, tuvo que decirles a los niños que no ha­bría circo. y ellos lloraron desconsoladamente.
bueno, parece que mientras que lloraban, apa­reció el doctor stair y quiso saber la causa de tanta pena. la señora kendall, como es terca no quiso decir de qué se trataba, pero los niños lo hicieron, y el doctor ofreció insistentemente llevarlos a todos a la función. jim, descubrió esto más tarde, y fue una razón para que tuviera entre ojos al doctor stair.
el doctor stair llegó aquí hará un año y medio. es un tipo extraordinariamente atractivo y parece que se hiciera los trajes a medida. va a detroit dos o tres veces al año, y seguramente lo debe apro­vechar para mandarse hacer sus ropas sobre medida. valen casi el doble, pero quedan mucho mejor que las que venden en las tiendas.
durante un tiempo todo el mundo se preguntó qué había inducido a un joven médico a venirse a una pequeña ciudad como ésta, en la que tenemos ya al viejo doctor gamble y al doctor foote, ambos resi­dentes aquí desde hace años y que se han repartido toda la clientela.
luego comenzó a circular el rumor de que la novia del doctor Stair le había dado calabazas. una señorita de la península del norte, y esa era la razón por la cual él se vino a nuestra ciudad, para escon­derse y olvidarla. por otra parte, él afirmaba que no existía nada mejor para formar un buen médico que la práctica en una ciudad pequeña, y que por eso vino a nuestro pueblo.
en todo caso, en poco tiempo comenzó a ganar lo necesario para vivir, y eso que, según me dicen, no acostumbra jamás a cobrar lo que le deben, y la gente de por aquí tiene esa costumbre de la deuda, incluso en lo que a mí respecta. si yo consiguiera que me liquidaran todo lo que me deben, sólo por las afei­tadas, me podría dar el lujo de irme a carterville e instalarme en el mercer y ver películas distintas todas las noches. ahí tiene usted el caso del viejo george purdy... pero me parece que no deberíamos fomentar chismes.
bueno el año pasado murió nuestro fiscal, mu­rió de gripe. su nombre era ken beatty. así que tuvieron que elegir uno nuevo, y eligieron al doctor stair. él lo echó a la broma, en un principio, y se negó a aceptarlo, pero se lo exigieron. desde luego, no es, ni con mucho, un puesto envidiable, y el sueldo de un año alcanza escasamente para comprar semi­llas para el jardín. pero el doctor es de esas perso­nas que no saben decir no, cuando se les insiste un poco.
pero ahora recuerdo que pensaba contarle lo de ese pobre muchacho que tenemos aquí en el pueblo: paul dickson. cayó de un árbol cuando tenía diez años, y, del golpe en la cabeza, nunca volvió a ser normal. no es que haya quedado muy mal sino tonto. jim kendall lo llamaba "cucú"; es el nombre que jim kendall daba a cualquiera que estuviera un poco loco, sólo que a las cabezas las llamaba porotos. esa era otra de sus travesuras: llamar porotos a las ca­bezas de la gente y cucos a los afectados del cerebro. ya puede imaginarse usted cómo gozaría jim a costa del pobre paul. a veces lo mandaba al garage white front en busca de una llave del recinto de los juga­dores.
tratándose de bromas, no había nadie que le ganara a jim.
el pobre paul sospechaba siempre de la gente, quizá debido al hecho de que jim le hacía continuas jugadas. paul no se metía con nadie que no fuera su madre, el doctor stair y una muchacha llamada julie gregg. Es decir, ya no es tan muchacha que digamos, anda por arriba de los treinta.
cuando el doctor llegó al pueblo, paul intuyó en el acto que sería un buen amigo, de modo que pa­saba constantemente cerca de él, fuera en las horas de comer o de dormir o cuando habla divisado a julie gregg haciendo sus compras. cuando, a través de la ventana del doctor, veía a julie, se precipitaba por la escalera y, dándole alcance, la acompañaba en todas sus diligencias. el pobre muchacho estaba loco por julie, que lo trataba con cariño y le hacía sen­tir que siempre era bien acogido, aunque sólo sentía compasión.
el doctor stair hizo cuanto pudo por mejorar el estado mental de paul, y hasta me dijo una vez que había notado una cierta mejoría. también dijo que, a veces, se conducía como un muchacho perfectamen­te normal.
Ppero recuerdo ahora que quería contarle lo de julie gregg. El viejo gregg tenía un negocio de ma­deras, pero se dio a la bebida y perdió la mayor parte de su dinero y, al morir, no dejó más que una casa y el seguro, lo indispensable para que su hija pudiera subsistir. la madre era casi inválida y en raras ocasiones salía de casa. julie quiso vender la propiedad y trasladarse a otra parte, luego que el pa­dre murió, pero la madre dijo que ella había nacido en ese sitio y que moriría en él. era un gran pro­blema, ya que los jóvenes del pueblo. .. no valen ni la mitad que ella. la chica se educó en chicago, nueva york y otras partes y no hay cosa de la que no pueda hablar. en cambio, el resto de la gente de por acá, si se les menciona algo que no tenga relación con glo­ria swanson o tommy meighan, piensan en el acto que uno delira. ¿Vio a Gloria en el papel de premio a la virtud? ¡se ha perdido usted una gran cosa!
bueno, no hacía una semana que había llegado el doctor stair cuando vino un día para afeitarse. yo lo reconocí en el acto, pues me lo habían mostrado, de manera que le hablé de mi anciana madre. desde hace dos años estaba enferma y ni el doctor gamble ni el doctor foote habían podido aliviarla. así que él me prometió venir a verla, pero dijo que si ella podía ir a visitarlo a su consultorio sería mucho me­jor, para hacerle un examen completo.
así que la llevé al consultorio y, mientras aguardaba en la salita de espera, llegó julie gregg. ahora bien, cada vez que alguien entra en la salita del doctor stair, suena un timbre de su oficina, con el fin de que sepa que tiene algún cliente esperándolo.
así, que él dejó a mi vieja en la oficina interior, y se asomó a la puerta. era la primera vez que él y julie se encontraban y se produjo lo que se llama amor a primera vista. pero, por desgracia, éste no fue recíproco. el joven médico era lo más buen mozo que se vio en la ciudad, mientras que para él, ella sólo era alguien que buscaba un médico.
ella había venido casi por lo mismo que yo. su madre fue atendida durante años por los otros médicos, sin ningún resultado. así que al saber que existía un nuevo doctor en la ciudad, decidió hacer la prueba. él le prometió ir a ver a su madre ese mismo día.
dije hace un momento que se trataba de un amor repentino por parte de ella. me baso no sólo en su actitud posterior, sino en la forma en que lo miró esa primera vez en su consultorio. no pretendo leer los pensamientos, pero se notaba en todo su semblante que estaba perdidamente enamorada.
ahora bien, jim kendall, además de ser un in­ventor de bromas y un bebedor consagrado, era también todo un don juan. me imagino que mientras trabajaba en esa firma de carterville, debe haber hecho algunas correrías además de tener dos o tres enreditos en esa ciudad. como digo, su mujer se habría divorciado gustosamente de él, sólo que no le era posible. pero Jim era como la mayoría de los hombres y de las mujeres. deseaba lo que no podía conseguir. Deseaba a Julie gregg y buscaba y rebuscaba en su cabeza alguna forma de abordarla. sólo que él decía poroto en vez de cabeza.
resulta que los hábitos y las travesuras de jim no atraían en absoluto a julie y, además, era un hombre casado, de manera que no tenía más posibilidades de conseguir lo que deseaba, que... un conejo... ésta es una expresión del propio jim. cuando alguien no tenía posibilidades de ser elegido para algo, jim decía que tenía tantas probabilidades como un conejo.
por otra parte, no hacía la menor tentativa de ocultar sus sentimientos.
aquí mismo, más de una vez y en presencia de mucha gente, confesó que estaba prendado de julie y que cualquiera que lo ayudara a conseguirla, sería bienvenido en su casa, aun por su mujer y sus hijos. pero ella no quería saber nada de él y ni siquiera le dirigía la palabra en la calle.
por último, viendo que no avanzaba nada con sus métodos habituales, resolvió usar la fuerza. una noche se fue derecho a su casa y, cuando ella le abrió la puerta, se introdujo violentamente y la tomó entre sus brazos. sin embargo, ella consiguió desprenderse y, antes que pudiera detenerla, corrió a la pieza vecina cerrando la puerta con llave y llamó por teléfono a joe barnes; joe es el jefe de policía. jim se dio cuenta de lo que estaba haciendo, y se retiró apresuradamente, antes de que llegara joe.
joe era un viejo amigo del padre de julie. al día siguiente, joe hizo una visita a jim y le advirtió lo que le sucedería si reiteraba esta broma.
no sé cómo este chisme se esparció. probablemente joe lo haya contado a su señora, y ésta, a su vez, a otras esposas y ellas a sus maridos respec­tivos.
de todos modos, el enredo se difundió y hod meyers tuvo el valor de hacerle bromas a jim respec­to a ello, en este mismo recinto. jim no lo negó y, aún más, lo echó a la broma y nos dijo que muchos habían procurado dejarlo en ridículo, pero que él siempre acababa por salir airoso.
mientras tanto, el pueblo entero sabía que Ju­lie estaba loca por el médico. seguramente ella no había reparado en lo mucho que su rostro se transformaba cuando se encontraba con el doctor stair, pues de otro modo hubiera tratado de alejarse de él. por supuesto que tampoco sabía que nosotros notábamos la asiduidad con que encontraba excusas para ir, sin motivo real, a su consultorio, o simplemente para pasar frente a su casa y poder mirarlo a través de su ventana. yo lo sentía por ella. la mayor parte de la gente lo lamentaba también.
hod meyers continuó refregándole por la cara a jim que el médico lo había derrotado. jim no hacía caso de las bromas, pero era fácil ver que esta­ba preparando una de sus habituales.
otra de las travesuras de jim era su manía de cambiar la voz. podía imitar perfectamente la voz de una muchacha y también la de cualquier hombre. para mostrarle lo bien que hacía las imitaciones, le referiré la jugada que me hizo a mí una vez.
usted debe saber que en la mayoría de las ciu­dades, cuando un hombre muere y necesitan que lo afeite, se llama al barbero, que cobra cinco dóla­res por el servicio, es decir, no se cobra al difunto, sino a la persona que ha pedido el peluquero. yo co­bro solamente tres, porque personalmente no siento ningún escrúpulo en afeitar a un muerto. se quedan mucho más tranquilos que los clientes vivos, y lo único desagradable es que no dan deseos de conversar con ellos y uno se siente muy solitario.
hace dos años, en uno de los días más fríos que tuvimos en el invierno, sonó el teléfono en mi casa mientras comía y oí una voz de mujer que me decía ser la señora de john scott. me avisaba que su esposo había muerto y si quería ir a su casa a afeitarlo.
el viejo john había sido siempre un buen cliente mío. de modo que aunque vivía a siete millas de la ciudad, en la carretera streeter, no pude negarme.
prometí ir, aunque advertí que tendría que al­quilar un coche, lo cual podría significar tres dólares, más que la tarifa de servicio. se me contestó que estaba todo muy bien, de modo que conseguí que frank abbot me condujera hasta allá y, cuando llegué, ¡imagínese mi sorpresa: me abrió la puerta el propio john! estaba tan vivo, bueno, como un conejo...
no me hizo falta un detective privado para darme cuenta de quién me había hecho esta bromita. no había nadie capaz de idearla, fuera de jim kendell. ¡qué gran tipo!
le cuento este episodio para que usted vea su facilidad para disfrazar la voz y engañarlo a uno. yo habría jurado que era la señora scott quien me llamaba. en todo caso una mujer.
bueno, continuando con mi historia, jim esperó hasta que consiguió grabarse la voz del doctor atair y entonces comenzó a tramar la venganza.
una noche, sabiendo que el doctor estaba en carterville, llamó a julie por teléfono. ella no dudó ni por un momento de que se trataba de la voz del médico. jim habló diciéndole que deseaba verla esa noche, que no podía esperar más tiempo para comunicarle algo que había ocultado largamente.
ella se alegró mucho y en el acto le dijo que viniera a su casa. el respondió diciendo que esta­ba esperando un llamado de larga distancia muy im­portante, de modo que por favor olvidara las reglas de urbanidad y tuviera la bondad de ir a su consulto­rio. agregó que no había ningún peligro y que, ade­más, nadie la vería. añadió que él quería hablar con ella sólo un momento. bueno, la pobre julie cayó en la trampa.
el doctor mantenía siempre una luz encendida en su estudio, de modo que a julie le pareció natural que él estuviera en casa esa noche.
mientras tanto, jim se trasladó al bar de wright, donde había un grupo de muchachos divirtiéndose. la mayoría había bebido gin en abundancia y eran de los que son pesados aun sobrios. los chistes de Jim tenían siempre buena acogida entre ellos, de manera que cuando él los invitaba a presenciar alguna broma, abandonaban en masa los billares y las car­tas y lo seguían.
ahora bien, el consultorio del doctor se encuen­tra en el segundo piso. junto a su puerta hay otras escaleras que conducen al tercer piso. jim y sus com­padres se escondieron detrás de estos peldaños, en la oscuridad.
bien, julie llegó a la puerta del doctor y tocó el timbre. nadie respondió. tocó de nuevo hasta siete u ocho veces. en seguida, empujó la puerta y la en­contró con llave. de repente, Jim hizo un ruido, que ella escuchó. esperó un momento y preguntó:
—¿eres tú, ralph? —ralph es el nombre de pila del médico.
nadie respondió y ella debe haberse dado cuenta, de súbito, que había sido burlada. costó poco para que se cayera, mientras huía por la escalera, con toda la pandilla detrás. durante todo el camino a su casa la persiguieron, gritándole en son de burla:
—¿eres tú, ralph?
—¡oh, ralph querido!, ¿eres tú?
jim aseguró, más tarde, que él no podía gritar con sus compañeros, porque se moría de risa.
¡pobre julie! hasta mucho tiempo después no se asomó por la calle principal. por cierto que jim y los suyos se encargaron de contar esto a todo el mundo, con excepción del doctor stair.
temían decírselo y no lo habría sabido jamás, a no ser por paul dickson. el pobre "cuco", como jim lo llamaba, estaba aquí una de esas noches en que jim aún se complacía en referir esta historia. paul hizo lo posible por entender lo más que pudiera y, en seguida, corrió al médico con la noticia. el doctor saltó por el aire y juró que se lo haría pagar caro a jim. pero esto no era tan sencillo, ya que si se sabía que él había castigado a jim, julie podría oírlo y saber que estaba enterado de la historia, con lo cual se sentiría aún peor. él haría algo, pero tenía que pensar bien qué.
bueno, unos dos días más tarde se juntaron de nuevo aquí, jim y “el Cuco". Jim pensaba ir a cazar patos al día siguiente y andaba en busca de hod meyers para que lo acompañara. casualmente yo sabía que hod andaba en carterville y que no regre­saría hasta fines de semana. como a jim no le gus­taba mucho ir solo, estaba pensando abandonar su idea, cuando el pobre paul se atrevió a hablar y le dijo que si quería, él podría acompañarlo. jim pensó un momento y, en seguida dijo que valía más ir con un idiota que solo.
me imagino que él se proponía jugarle alguna broma a paul, una vez que estuviera dentro del bote, como empujarlo al agua; en todo caso, aceptó que paul lo acompañara. preguntó a paul si había dis­parado alguna vez contra algún pato. este contestó que nunca había tenido un arma en sus manos. jim le prometió que si se portaba bien, le permitiría disparar una o dos veces con su escopeta. se pusie­ron de acuerdo respecto de la hora para el día si­guiente, y esa fue la última vez que contemplé vivo a jim.
hacía escasamente diez minutos que había abier­to el local, a la mañana siguiente, cuando entró el doctor stair. parecía muy nervioso. me preguntó si yo había visto a paul dickson. yo respondí que no, aunque sabía que andaba cazando patos con jim kendall.
el doctor dijo que había oído que probablemente an­daban de cacería y no se explicaba esto, pues paul le dijo que él no volvería a tener ningún encuentro con jim, mientras viviera.
el doctor me contó cómo paul le había informado de la broma que jim le hizo a julia. agregó, además, que paul le había pedido su opinión acerca de la travesura, a lo cual él respondió que una per­sona así no debía estar viva.
por mi parte, yo convine en que la broma de jim había sido un tanto grosera, pero que éste no había podido resistir jamás a la tentación de hacer alguna travesura, por chocante que fuera. agregué que, en mi opinión, jim tenía buen corazón, sólo que lleva­ba en la sangre la tendencia a las maldades. el doctor se fue.
a mediodía recibió un llamado telefónico del viejo john scott. el lago donde jim y paul habían ido a cazar estaba en la propiedad de john scott. hacía unos minutos que paul había llegado corriendo desde el lago, en dirección a la casa y decía que acababan de tener un accidente. jim había disparado a unos cuantos patos y, en seguida, le había pasado la esco­peta a paul para que probara suerte. paul no manejó nunca una escopeta, de modo que se puso bastante nervioso. sus manos temblaban de tal manera que le fue imposible controlar el arma. apretó el ga­tillo y jim cayó, muerto, al fondo del bote. como el doctor stair era el fiscal, tuvo que tomar rápidamente el coche de frank abbot y correr a la finca de scott. paul y john estaban en la ribera del lago. paul había traído el bote hasta allí, pero no habían movido el cuerpo de jim, esperando la llegada del médico.
éste examinó el cuerpo y dijo que lo mejor que se podía hacer era llevarlo a la ciudad. no había necesidad de llamar a un médico legista, ya que era un caso indiscutible de accidente de caza.
personalmente no dejaría jamás que alguien que no sabe manejar una escopeta, tenga una en sus manos dentro del mismo bote en que yo estuviera. jim había sido un imprudente al abandonarle su escopeta a un novato, más aún tratándose de un semianormal. puede que jim lograra lo que merecía, pero de todos modos, nosotros lo echamos mucho de menos por acá. ¡sin duda era un gran tipo!
¿se peina al agua o en seco, señor?

jueves, 16 de diciembre de 2010

ambrose bierce // la alucinación de staley fleming

de los dos hombres que estaban hablando, uno era médico.
-le pedí que viniera, doctor, aunque no creo que pueda hacer nada. quizás pueda recomendarme un especialista en psicopatía, porque creo que estoy un poco loco.
-pues parece usted perfectamente -contestó el médico.
-juzgue usted mismo: tengo alucinaciones. todas las noches me despierto y veo en la habitación, mirándome fijamente, un enorme perro negro de terranova con una pata delantera de color blanco.
-dice usted que despierta; ¿pero está seguro de eso? a veces, las alucinaciones tan sólo son sueños.
-oh, despierto, de eso estoy seguro. a veces me quedo acostado mucho tiempo mirando al perro tan fijamente como él a mí... siempre dejo la luz encendida. cuando no puedo soportarlo más, me siento en la cama: ¡y no hay nada en la habitación!
-mmmm... ¿qué expresión tiene el animal?
-a mí me parece siniestra. evidentemente sé que, salvo en el arte, el rostro de un animal en reposo tiene siempre la misma expresión. pero este animal no es real. los perros de terranova tienen un aspecto muy amable, como usted sabrá; ¿qué le pasará a éste?
-realmente mi diagnosis no tendría valor alguno: no voy a tratar al perro.
el médico se rió de su propia broma, pero sin dejar de observar al paciente con el rabillo del ojo. después, dijo:
-fleming, la descripción que me ha dado del animal concuerda con la del perro del fallecido atwell barton.
fleming se incorporó a medias en su asiento, pero volvió a sentarse e hizo un visible intento de mostrarse indiferente.
-me acuerdo de barton -dijo-. creo que era... se informó que... ¿no hubo algo sospechoso en su muerte?
mirando ahora directamente a los ojos de su paciente, el médico respondió:
-hace tres años, el cuerpo de su viejo enemigo, atwell barton, se encontró en el bosque, cerca de su casa y también de la de usted. había muerto acuchillado. no hubo detenciones porque no se encontró ninguna pista. algunos teníamos nuestra «teoría». yo tenía la mía. ¿pensó usted algo?
-¿yo? por su alma bendita, ¿qué podía saber yo al respecto? recordará que marché a europa casi inmediatamente después, y volví mucho más tarde. no puede pensar que en las escasas semanas que han transcurrido desde mi regreso pudiera construir una «teoría». en realidad, ni siquiera había pensado en el asunto. ¿pero qué pasa con su perro?
-fue el primero en encontrar el cuerpo. murió de hambre sobre su tumba.
desconocemos la ley inexorable que subyace bajo las coincidencias. staley fleming no, o quizás no se habría puesto en pie de un salto cuando el viento de la noche trajo por la ventana abierta el aullido prolongado y lastimero de un perro distante. recorrió varias veces la habitación bajo la mirada fija del médico, hasta que, parándose abruptamente delante de él, casi le gritó:
-¿qué tiene que ver todo esto con mi problema, doctor halderman? se ha olvidado del motivo de que le hiciera venir.
el médico se levantó, puso una mano sobre el brazo del paciente y le dijo con amabilidad:
-perdóneme. Así, de improviso, no puedo diagnosticar su trastorno... quizás mañana. hágame el favor de acostarse dejando la puerta sin cerrar; yo pasaré la noche aquí, con sus libros. ¿podrá llamarme sin levantarse de la cama?
-sí, hay un timbre eléctrico.
-perfectamente. si algo le inquieta, pulse el botón, pero sin erguirse. buenas noches.
instalado cómodamente en un sillón, el médico se quedó mirando fijamente los carbones ardientes de la chimenea y meditando en profundidad, aunque aparentemente sin propósito, pues frecuentemente se levantaba y abría la puerta que daba a la escalera, escuchaba atentamente y después volvía a sentarse. sin embargo, acabó por quedarse dormido y al despertar había pasado ya la medianoche. removió el fuego, cogió un libro de la mesa que tenía a su lado y miró el título. eran las meditaciones de denneker. lo abrió al azar y empezó a leer.
«lo mismo que ha sido ordenado por dios que toda carne tenga espíritu y adopte por tanto las facultades espirituales, también el espíritu tiene los poderes de la carne, aunque se salga de ésta y viva como algo aparte, como atestiguan muchas violencias realizadas por fantasmas y espíritus de los muertos. y hay quien dice que el hombre no es el único en esto, pues también los animales tienen la misma inducción maligna, y...»
interrumpió su lectura una conmoción en la casa, como si hubiera caído un objeto pesado. el lector soltó el libro, salió corriendo de la habitación y subió velozmente las escaleras que conducían al dormitorio de fleming. Intentó abrir la puerta pero, contrariando sus instrucciones, estaba cerrada. empujó con el hombro con tal fuerza que ésta cedió. en el suelo, junto a la cama en desorden, vestido con su camisón, yacía fleming moribundo.
el médico levantó la cabeza de éste del suelo y observó una herida en la garganta.
-debería haber pensado en esto -dijo, suponiendo que se había suicidado.
cuando el hombre murió, el examen detallado reveló las señales inequívocas de unos colmillos de animal profundamente hundidos en la vena yugular.
pero allí no había habido animal alguno.

ambrose bierce // una rebelión de los dioses

Mi padre era desodorizador de perros muertos; mi madre mantenía el único negocio de carne para gatos en mi ciudad natal. No vivían felices: la diferencia de rango social era un abismo que no podía ser salvado por los votos del matrimonio. Era en verdad una alianza incompatible y desafortunada; y como podría haberse previsto, terminó en desastre. Una mañana, después de las habituales riñas del desayuno, mi padre se levantó de la mesa, tembloroso y pálido de ira, y dirigiéndose a la iglesia, azotó al sacerdote que había llevado a cabo la ceremonia matrimonial. El acto fue generalmente condenado y el sentimiento público se alzó tan fuertemente contra el ofensor, que la gente permitiría antes yacer perros muertos en su propiedad hasta que la fragancia fuera ensordecedora, antes que emplearlo; y las autoridades municipales soportaron que un viejo mastín hinchado exhalase desde una plaza pública una emanación tan clamorosa, que los forasteros de paso suponían para sí que se encontraban en las vecindades de un aserradero. mi padre era verdaderamente impopular. durante esos oscuros días, el único sostén de la familia provenía del emporio de comida para gatos de mi madre.
el negocio era lucrativo. en aquella ciudad, que era la más antigua del mundo, el gato era objeto de veneración. su culto era la religión de la zona. la suma y multiplicación de gatos era una instrucción aritmética permanente. naturalmente, el desatender los deseos de un gato era castigado con gran severidad en este mundo y en el otro; por lo tanto mi madre contaba con cientos de clientes. sin embargo, con un esposo improductivo y diecisiete niños, ella tenía algunas dificultades en unir los dos extremos; y al fin la necesidad de incrementar la diferencia entre el precio de costo y el precio de venta de sus mercancías carnales la llevó a un expediente que se revelaría como eminentemente desastroso: concibió la desgraciada idea de vengarse rehusándose a vender carne para gatos hasta que el boicot a su marido hubiese terminado.
el día en que puso su resolución en práctica el negocio estaba atestado de clientes excitados y otros se extendían en turbulentas e incansables masas a lo largo de cuatro cuadras, hasta perderse de vista. en el interior no había más que maldiciones, apretones, gritos y amenazas. se recurrió libremente a la intimidación -varios de mis hermanos y hermanas menores fueron amenazados con ser cortados en pedazos para los gatos-, pero mi madre se mantuvo firme como una roca y aquel fue un oscuro día para sardasa, la antigua y sagrada ciudad que era el escenario de estos acontecimientos. ¡la huelga fue vigorosamente mantenida, y setecientos cincuenta gatos se acostaron hambrientos!
a la mañana siguiente la ciudad se encontró con que durante la noche había sido empapelada con una proclama de la unión federada de viejas criadas. esta anciana y poderosa orden afirmaba a través de su suprema cabeza ejecutiva que el boicot a mi padre y la vengativa huelga de mi madre ponían en serio peligro los intereses de la religión. la proclama continuaba puntualizando que si no se tomaban medidas antes del mediodía de la fecha, todas las viejas criadas pararían... y así lo hicieron.
el próximo acto de este infeliz drama fue una insurrección de gatos. estos sagrados animales, viendo que habían sido condenados a la inanición, organizaron un mitin masivo y marcharon en procesión a través de las calles, blasfemando y escupiendo como demonios. esta revuelta de los dioses produjo tal consternación que muchas personas piadosas murieron de espanto y todos los negocios debieron cerrar para enterrarlas y promulgar terroríficas resoluciones.
las cosas iban tan mal como les era posible. se llevaron a cabo mítines entre los representantes de los intereses hostiles, pero en ellos no se llegó a ningún entendimiento. cada acuerdo era roto tan pronto como se hacía y cada elemento de la disputa era presentado frenéticamente al pueblo. se avecinaba un nuevo horror.
se recordará que mi padre era un desodorizador de perros muertos, pero estaba imposibilitado de practicar su útil y modesta profesión porque nadie lo quería emplear. en consecuencia los perros muertos apestaban como vagabundos. ¡entonces se declararon en huelga! de cada baldío y terreno público, de cada seto y zanja y cloaca y cisterna, de los cristalinos riachuelos y de las cuajadas aguas de los canales y estuarios -en resumen, de todos los lugares que desde tiempo inmemorial habían sido propiedad de perros muertos y consagrados a sus usos y a los de sus herederos y sucesores, para siempre-, ¡se alzaron en tropel innumerable, en lúgubre cuadrilla! Su procesión abarcaba una milla. a mitad de camino hacia la ciudad se dieron de lleno con la procesión de gatos. instantáneamente éstos enarcaron sus espaldas e irguieron sus colas; los perros muertos descubrieron los dientes, y erizaron su pelambre, como si aún estuviese adherida a la piel.
¡la carnicería que siguió fue demasiado espantosa para ser contada! la luz del sol fue oscurecida por los pedazos de piel volando, y la batalla fue librada en la oscuridad, a ciegas y descuidadamente. los insultos de los gatos se oyeron a varias millas de distancia, mientras la fragancia de los perros muertos desolaba siete provincias.
es imposible determinar cómo podría haber culminado la contienda, pero cuando ésta estaba en su apogeo, la unión federada de viejas criadas llegó corriendo a lo largo de la calle y se insertó de lleno en el grueso de la lucha. un momento después mi madre se mostró entre las huestes, blandiendo a su alrededor una cuchilla de carnicero, con gran libertad e imparcialidad. mi padre se unió a la lucha, se comprometieron las autoridades municipales, y el público en general, convergiendo desde todos los puntos del compás, se consumió a sí mismo en el centro, como si fuera presionado desde la circunferencia. finalmente, los muertos realizaron un mitin en el cementerio y resolviéndose por la huelga general, comenzaron a destruir bóvedas, tumbas, monumentos, lápidas, sauces, ángeles y corderitos de mármol, todo lo que tuvieran a mano. al anochecer, lo vivo y lo muerto estaba exterminado por igual, y donde antes se levantara la antigua y sagrada ciudad de sardasa no quedó más que una excavación llena de cadáveres y escombros, tiras de gatos y parches de perros venidos a menos. el lugar es ahora una vasta pileta de agua estancada en el centro de un desierto.
los escalofriantes acontecimientos de aquellos pocos días constituyeron mi educación industrial, y aproveché tan bien mis ventajas que ahora soy jefe de tumulto en los duques del desorden, una organización que reúne a trece millones de obreros norteamericanos.

franz kafka // una pequeña fábula

¡ay! -dijo el ratón-. el mundo se hace cada día más pequeño. al principio era tan grande que le tenía miedo. corría y corría y por cierto que me alegraba ver esos muros, a diestra y siniestra, en la distancia. pero esas paredes se estrechan tan rápido que me encuentro en el último cuarto y ahí en el rincón está la trampa sobre la cual debo pasar.
-todo lo que debes hacer es cambiar de rumbo -dijo el gato... y se lo comió.

franz kafka // una confusión cotidiana

un incidente cotidiano, del que resulta una confusión cotidiana. a tiene que cerrar un negocio con b en h. Se traslada a h para una entrevista preliminar, pone diez minutos en ir y diez en volver, y se jacta en su casa de esa velocidad. al otro día vuelve a h, esta vez para cerrar el negocio. como probablemente eso le exigirá muchas horas, a sale muy temprano. aunque las circunstancias (al menos en opinión de a) son precisamente las de la víspera, tarda diez horas esta vez en llegar a h. llega al atardecer, rendido. le comunican que b, inquieto por su demora, ha partido hace poco para el pueblo de a y que deben haberse cruzado en el camino. le aconsejan que espere. a, sin embargo, impaciente por el negocio, se va inmediatamente y vuelve a su casa.
esta vez, sin poner mayor atención, hace el viaje en un momento. en su casa le dicen que b llegó muy temprano, inmediatamente después de la salida de a, y que hasta se cruzó con a en el umbral y quiso recordarle el negocio, pero que a le respondió que no tenía tiempo y que debía salir en seguida.
a pesar de esa incomprensible conducta, b entró en la casa a esperar su vuelta. y ya había preguntado muchas veces si no había regresado aún, pero seguía esperándolo siempre en el cuarto de a. feliz de hablar con b y de explicarle todo lo sucedido, a corre escaleras arriba. casi al llegar tropieza, se tuerce un tendón y a punto de perder el sentido, incapaz de gritar, gimiendo en la oscuridad, oye a b -tal vez muy lejos ya, tal vez a su lado- que baja la escalera furioso y que se pierde para siempre.

franz kafka // ¡renuncia!

era muy temprano por la mañana, las calles estaban limpias y vacías, yo iba a la estación. al verificar la hora de mi reloj con la del reloj de una torre, vi que era mucho más tarde de lo que yo creía, tenía que darme mucha prisa; el sobresalto que produjo este descubrimiento me hizo perder la tranquilidad, no me orientaba todavía muy bien en aquella ciudad. felizmente había un policía en las cercanías, fui hacia él y le pregunté, sin aliento, cuál era el camino. sonrió y dijo:
-¿por mí quieres conocer el camino?
-sí –dije-, ya que no puedo hallarlo por mí mismo.
-renuncia, renuncia -dijo, y se volvió con gran ímpetu, como las gentes que quieren quedarse a solas con su risa.

franz kafka // buitres

érase un buitre que me picoteaba los pies. ya había desgarrado los zapatos y las medias y ahora me picoteaba los pies. siempre tiraba un picotazo, volaba en círculos inquietos alrededor y luego proseguía la obra.
pasó un señor, nos miró un rato y me preguntó por qué toleraba yo al buitre.
-estoy indefenso -le dije- vino y empezó a picotearme, yo lo quise espantar y hasta pensé torcerle el pescuezo, pero estos animales son muy fuertes y quería saltarme a la cara. preferí sacrificar los pies: ahora están casi hechos pedazos.
-no se deje atormentar -dijo el señor-, un tiro y el buitre se acabó.
-¿le parece? -pregunté- ¿quiere encargarse del asunto?
-encantado -dijo el señor- ; no tengo más que ir a casa a buscar el fusil, ¿puede usted esperar media hora más?
- no sé -le respondí, y por un instante me quedé rígido de dolor; después añadí -: por favor, pruebe de todos modos.
-bueno- dijo el señor- , voy a apurarme.
el buitre había escuchado tranquilamente nuestro diálogo y había dejado errar la mirada entre el señor y yo. ahora vi que había comprendido todo: voló un poco, retrocedió para lograr el ímpetu necesario y como un atleta que arroja la jabalina encajó el pico en mi boca, profundamente. al caer de espaldas sentí como una liberación; que en mi sangre, que colmaba todas las profundidades y que inundaba todas las riberas, el buitre irreparablemente se ahogaba.

"Jai Ganesh Jai Ganesh Jai Ganesh Deva"- Lord Ganesh Aarti

Jai Ganesha

miércoles, 15 de diciembre de 2010

franz kafka // un mensaje imperial

el emperador, tal va una parábola, te ha mandado, humilde sujeto, que eres la insignificante sombra arrinconándose en la más recóndita distancia del sol imperial, un mensaje: el emperador desde su lecho de muerte te ha mandado un mensaje para ti únicamente. ha comandado al mensajero a arrodillarse junto a la cama, y ha susurrado el mensaje; ha puesto tanta importancia al mensaje, que ha ordenado al mensajero se lo repita en el oído. luego, con un movimiento de cabeza, ha confirmado que está correcto. sí, ante los congregados espectadores de su muerte -toda pared obstructora ha sido tumbada, y en las espaciosas y colosalmente altas escaleras están en un círculo los grandes príncipes del imperio- ante todos ellos él ha mandado su mensaje. el mensajero inmediatamente embarca en su viaje; es un poderoso, infatigable hombre; ahora empujando con su brazo diestro, ahora con el siniestro, taja un camino al través de la multitud; si encuentra resistencia, apunta a su pecho, donde el símbolo del sol repica de luz; al contrario de otro hombre cualquiera, su camino así se le facilita. mas las multitudes son tan vastas; sus números no tienen fin. si tan sólo pudiera alcanzar los amplios campos, cuán rápido él volaría, y pronto, sin duda alguna, escucharías el bienvenido martilleo de sus puños en tu puerta.
pero, en vez, cómo vanamente gasta sus fuerzas; aún todavía traza su camino tras las cámaras del profundo interior del palacio; nunca llegará al final de ellas; y si lo lograra, nada se lograría en ello; él debe, tras aquello, luchar durante su camino hacia abajo por las escaleras; y si lo lograra, nada se lograría en ello; todavía tiene que cruzar las cortes; y tras las cortes, el segundo palacio externo; y una vez más, más escaleras y cortes; y de nuevo otro palacio; y así por miles de años; y por si al fin llegara a lanzarse afuera, tras la última puerta del último palacio -pero nunca, nunca podría llegar eso a suceder-, la capital imperial, centro del mundo, caería ante él, apretada a explotar con sus propios sedimentos. nadie podría luchar y salir de ahí, ni siquiera con el mensaje de un hombre muerto. mas te sientas tras la ventana, al caer la noche, y te lo imaginas, en sueños.

38. de la naturaleza en los hombres // francis bacon

la naturaleza, con frecuencia, está escondida; algunas veces, dominada y raramente extinguida. la fuerza hace a la naturaleza más violenta cuando ella retorna; la doctrina y el discurso la hacen menos inoportuna, pero la xostumbre sólo altera y atenúa la naturaleza. quien busca la victoria sobre su naturaleza, que no se afane en tareas demasiado grandes o demasiado pequeñas; porque las primeras lo harán desanimarse con frecuentes fracasos y las segundas harán de él un pequeño triunfador aunque con frecuentes victorias. en cuanto al primero, que practique con ayudas como hacen los nadadores valiéndose de vejigas o de movimientos rápidos; pero, pasado un tiempo, que practique con obstáculos como hacenlos bailarines poniéndose zapatos gruesos: pues produce gran perfección si la práctica es más dura que la realidad. donde la naturaleza es todopoderosa y, por tanto, penosa la victoria, los grados necesarios son: primero, mantener y detener a la naturaleza a tiempo; como el que tiene que recitar el abecedario cuando está encolerizado; luego disminuir la cantidad, como el que quisiera abstenerse del vino y pasara de brindar copiosamente a tomar un solo vaso en las comidas; y, por último, interrupción definitiva. pero si una persona tiene fortaleza y resolución para darse franquicia esto es lo mejor: optimus illi animi vindex laedentia pectus vincula qui rupit, dedoluitque semel.*
tampoco está fuera de lugar la antigua norma de doblar la naturaleza hacia el otro extremo, como si fuera una vara, con el fin de enderezarla, sobreentendiéndose que el otro extremo no fuera vicioso. el hombre no debe forzar un hábito en su contra constantemente, sino con ciertas interrupciones, pues cada pausa refuerza el siguiente impulso. y si una persona que no sea perfecta está en continuo ejercicio acabará haciendo práctica tanto de sus errores como de sus habilidades y contraerá el hábito de ambos; y no hay forma de remediar eso que mediante intermisiones.
pero nadie confíe demasiado de su victoria sobre la naturaleza, porque la naturaleza puede permanecer enterrada durante mucho tiempo y luego revivir ante una ocasión o una tentación, como sucedió con la damisela de esopo, que se convirtió de gata en mujer, la que se sentó con mucha solemnidad al extremo de la mesa hasta que corrió ante ella un ratón. por tanto, se debe evitar la ocasión completamente, o ponerse con frecuencia ante ella para que pueda conmover poco.
la naturaleza humana se percibe mejor en privado, pues entonces no hay afectación; en la pasión porque ésta saca a las personas de sus normas y en un nuevo caso o experimento, porque no hay costumbre que la acompañe.
hay personas felices cuya naturaleza armoniza con su vocación; de no ser así pueden decir:
multum incola fuit anima mea**, cuando conversen de aquellas cosas que no les agraden. en los estudios, sea cual fuere el autodominio que se tenga, que se marque un honorario; pero en lo que sea agradable para su naturaleza que no se preocupe de honorario alguno, porque sus pensamientos volarán por su cuenta hacia ello en cuanto el tiempo de otros asuntos o estudios le den ocasión.
la naturaleza humana tanto cría hierbas buenas como malas; por eso, riéguense adecuadamente las unas y destrúyanse las otras.
1612

* quien mejor vindica su espíritu es el que rompe las cadenas que oprimen su pecho y deja de sufrir de una vez.

** mi alma ha sido un residente durante mucho tiempo.

franz kafka // un artista del trapecio

un artista del trapecio -como se sabe, este arte que se practica en lo alto de las cúpulas de los grandes circos es uno de los más difíciles entre todos los asequibles al hombre- había organizado su vida de tal manera -primero por afán profesional de perfección, después por costumbre que se había hecho tiránica- que, mientras trabajaba en la misma empresa, permanecía día y noche en el trapecio. todas sus necesidades -por otra parte muy pequeñas- eran satisfechas por criados que se relevaban a intervalos y vigilaban debajo. todo lo que arriba se necesitaba lo subían y bajaban en cestillos construidos para el caso.
de esta manera de vivir no se deducían para el trapecista dificultades con el resto del mundo. sólo resultaba un poco molesto durante los demás números del programa, porque como no se podía ocultar que se había quedado allá arriba, aunque permanecía quieto, siempre alguna mirada del público se desviaba hacia él. pero los directores se lo perdonaban, porque era un artista extraordinario, insustituible. además era sabido que no vivía así por capricho y que sólo de aquella manera podía estar siempre entrenado y conservar la extrema perfección de su arte.
además, allá arriba se estaba muy bien. cuando, en los días cálidos del verano, se abrían las ventanas laterales que corrían alrededor de la cúpula y el sol y el aire irrumpían en el ámbito crepuscular del circo, era hasta bello. su trato humano estaba muy limitado, naturalmente. alguna vez trepaba por la cuerda de ascensión algún colega de turné, se sentaba a su lado en el trapecio, apoyado uno en la cuerda de la derecha, otro en la de la izquierda, y charlaban largamente. o bien los obreros que reparaban la techumbre cambiaban con él algunas palabras por una de las claraboyas o el electricista que comprobaba las conducciones de luz, en la galería más alta, le gritaba alguna palabra respetuosa, si bien poco comprensible.
a no ser entonces, estaba siempre solitario. alguna vez un empleado que erraba cansadamente a las horas de la siesta por el circo vacío, elevaba su mirada a la casi atrayente altura, donde el trapecista descansaba o se ejercitaba en su arte sin saber que era observado.
así hubiera podido vivir tranquilo el artista del trapecio a no ser por los inevitables viajes de lugar en lugar, que lo molestaban en sumo grado. cierto es que el empresario cuidaba de que este sufrimiento no se prolongara innecesariamente. el trapecista salía para la estación en un automóvil de carreras que corría, a la madrugada, por las calles desiertas, con la velocidad máxima; demasiado lenta, sin embargo, para su nostalgia del trapecio.
en el tren, estaba dispuesto un departamento para él solo, en donde encontraba, arriba, en la redecilla de los equipajes, una sustitución mezquina -pero en algún modo equivalente- de su manera de vivir.
en el sitio de destino ya estaba enarbolado el trapecio mucho antes de su llegada, cuando todavía no se habían cerrado las tablas ni colocado las puertas. pero para el empresario era el instante más placentero aquel en que el trapecista apoyaba el pie en la cuerda de subida y en un santiamén se encaramaba de nuevo sobre su trapecio. a pesar de todas estas precauciones, los viajes perturbaban gravemente los nervios del trapecista, de modo que, por muy afortunados que fueran económicamente para el empresario, siempre le resultaban penosos.
una vez que viajaban, el artista en la redecilla como soñando, y el empresario recostado en el rincón de la ventana, leyendo un libro, el hombre del trapecio le apostrofó suavemente. y le dijo, mordiéndose los labios, que en lo sucesivo necesitaba para su vivir, no un trapecio, como hasta entonces, sino dos, dos trapecios, uno frente a otro.
el empresario accedió en seguida. pero el trapecista, como si quisiera mostrar que la aceptación del empresario no tenía más importancia que su oposición, añadió que nunca más, en ninguna ocasión, trabajaría únicamente sobre un trapecio. Parecía horrorizarse ante la idea de que pudiera acontecerle alguna vez. el empresario, deteniéndose y observando a su artista, declaró nuevamente su absoluta conformidad. dos trapecios son mejor que uno solo. además, los nuevos trapecios serían más variados y vistosos.
pero el artista se echó a llorar de pronto. el empresario, profundamente conmovido, se levantó de un salto y le preguntó qué le ocurría, y como no recibiera ninguna respuesta, se subió al asiento, lo acarició y abrazó y estrechó su rostro contra el suyo, hasta sentir las lágrimas en su piel. después de muchas preguntas y palabras cariñosas, el trapecista exclamó, sollozando:
-sólo con una barra en las manos, ¡cómo podría yo vivir!
entonces, ya fue muy fácil al empresario consolarlo. le prometió que en la primera estación, en la primera parada y fonda, telegrafiaría para que instalasen el segundo trapecio, y se reprochó a sí mismo duramente la crueldad de haber dejado al artista trabajar tanto tiempo en un solo trapecio. en fin, le dio las gracias por haberle hecho observar al cabo aquella omisión imperdonable. de esta suerte, pudo el empresario tranquilizar al artista y volverse a su rincón.
en cambio, él no estaba tranquilo; con grave preocupación espiaba, a hurtadillas, por encima del libro, al trapecista. si semejantes pensamientos habían empezado a atormentarlo, ¿podrían ya cesar por completo? ¿no seguirían aumentando día por día? ¿no amenazarían su existencia? y el empresario, alarmado, creyó ver en aquel sueño, aparentemente tranquilo, en que habían terminado los lloros, comenzar a dibujarse la primera arruga en la lisa frente infantil del artista del trapecio.

nietzsche

"... le preguntaron qué rasgo había advertido que fuera común a todos los hombres. respondió: una tendencia a la pereza. algunos pensaron que una más exacta y verídica habría sido: todos los hombres tienen miedo, se ocultan detrás de la costumbre y las opiniones. fundamentalmente todo hombre sabe perfectamente que, siendo único, está en esta tierra sólo un avez y que ningún accidente , por más insólito que sea, jamás podrá cambiar esa maravillosa diversidad en la unidad que es él. él lo sabe pero lo oculta; lo oculta como una mala conciencia ..."

"... el enigma que debe resolver el hombre sólo lo puede resolver siendo, siendo lo que es y no otra cosa., en lo inmutable ..."

" la verdad sobre uno mismono es algo que esté al´lí, algo que se pueda hallar o descubrir, sino algo que hay que crear ..."

cada ser humano encarno un compuesto de naturaleza y cultura, de caos y de orden, de instinto y de razón ..."

domingo, 12 de diciembre de 2010

Tina Martin Solo for Bolshoi

Corps a Corps - Jerome Meyer en Isabelle Chaffaud

Andre Gingras - CYP17

MOCA Taipei_Cloud Gate 2, Oculus

Dead is Dead

J.S. Bach - Sarabande, Suite Nr. 5 (from the 6 Suites for Cello Solo) / ...

Moon - Solo Dance by Yang LiPing

Tangle

Ay amor! Bola de nieve