jueves, 25 de agosto de 2011

giorgio colli (italia, 1917 - 1979) // el pathos de lo oculto

el pathos de lo oculto

un relato antiquísimo, atestiguado por numerosas fuentes, es el documento fundamental sobre la conexión entre sabiduría y enigma. se trata de una fuente de la literatura biográfica sobre homero, reproducido en el siguiente fragmento de aristóteles: «... homero interrogó al oráculo para saber quiénes eran sus padres y cuál su patria; y el dios respondió así:"la isla de Ios es patria de tu madre, y te acogerá cuando mueras; pero tú guárdate del enigma de los hombres jóvenes". no mucho después... llegó a Ios. allí, sentado en un escollo, vio a unos pescadores que se acercaban a la playa y les preguntó si tenían algo. estos, como no habían pescado nada, pero, ante la falta de pesca, se dedicaban a despiojarse, dijeron: "lo que hemos agarrado lo hemos dejado, lo que no hemos agarrado lo traemos", aludiendo con un enigma a que los piojos que habían atrapado los habían matado y los habían tirado, y los que no habían atrapado los llevaban en la ropa. homero, al no ser capaz de resolver el enigma, murió de aflicción».
lo que maravilla al instante en este relato es el contraste entre la futilidad del contenido del enigma y el desenlace trágico por no habérselo resuelto. si los pescadores hubieran dirigido su expresión enigmática a un hombre cualquiera, indudablemente éste no habría muerto «de aflicción», si no hubiera sabido captar el significado oculto. pero para el sabio el enigma es un desafío mortal. quien sobresale por el intelecto debe demostrarse invencible en las cosas del intelecto. en este marco está claro que ha desaparecido cualquier clase de fondo religioso: el enigma sigue siendo un peligro extremo, pero su terreno es exclusívamente un agonismo humano. paralelamente, la formulación del enigma propuesto a homero es claramente contradictoria, es decir, que, por usar una expresión más precisa, dos pares de determinaciones contradictorias, «hemos agarrado - no hemos agarrado» y «hemos dejado - traemos», aparecen unidos de modo inverso a como era de esperar racionalmente, es decir, de modo inverso a la formulación: «Lo que hemos agarrado lo traemos, lo que no hemos agarrado lo hemos dejado». recuérdese la definición aristotélica: el enigma es la formulación de una imposibilidad racional que, aun así, expresa un objeto real. el sabio, que domina la razón, debe desatar ese nudo. por eso, el enigma, cuando entra en el agonismo de la sabiduría, debe revestir una forma contradictoria.
el relato sobre la muerte de homero nos ayuda a afrontar la interpretación de uno de los fragmentos más oscuros de heráclito. en este caso es un sabio quien alude al enigma de que ha sido víctima otro sabio. dice heráclito: «con respecto al conocimiento de las cosas manifiestas los hombres se ven engañados de modo semejante a como le ocurrió a homero, que fue más sabio que nadie en grecia. efectivamente, le engañaron aquellos jóvenes que habían aplastado piojos, cuando le dijeron: "lo que hemos visto y agarrado, lo dejamos; lo que no hemos visto ni agarrado, lo traemos"». en este caso heráclito omitió las premisas y el marco del episodio relativo a homero, probablemente porque se trataba de una tradición bastante conocida; asimismo, no menciona el hecho de que la aflicción de homero ante el enigma fuera la causa de su muerte. el tono del fragmento es elogioso para con homero: el sabio derrotado en un desafío a la inteligencia deja de ser sabio. es de destacar la caracterización del enigma como intento de «engañar»: lo que heráclito considera digno de mención no es el triste fin de homero, sino el hecho de que un presunto sabio se haya dejado engañar. tenemos así, ante todo, un testimonio antiguo que confirma la perversidad del enigma, y en segundo lugar una definición implícita del sabio, por parte de heráclito, como quien no se deja engañar.
pero en este fragmento hay algo más que una alusión a un célebre enigma de la tradición: heráclito acepta, él también, el terreno del enigma como agonismo, y lanza con sus palabras un nuevo desafío a la capacidad de comprender de los hombres. adoptando como punto de apoyo el enigma homérico, heráclito enuncia, a su vez, un enigma sobre el enigma, es decir, que exige otra solución, otra clave, que no consista en los piojos, más profunda, más radical, a la que pueda aludir esa misma formulación de los pescadores. ese es el chasco que nos ha dado el antiguo sabio: él espera todavía que alguien resuelva el enigma, que le quite el título de sabio. no podemos tener esas pretensiones; lo único que podemos hacer es avanzar a tientas, en busca de alguna luz sobre los enfoques de este problema, sobre las intenciones de heráclito. podemos suponer, ante todo, una conexión entre las dos expresiones «con respecto al conocimiento de las cosas manifiestas» y «lo que hemos visto y agarrado»: así como homero fue engañado con respecto a las cosas vistas y atrapadas, es decir, a los piojos, ya que no sabía de qué se trataba, así también los hombres son engañados con respecto al conocimiento de las cosas manifiestas, ya que no saben de qué se trata, por ejemplo porque creen que son reales, cuando, en realidad, no lo son. en ese caso, la primera parte de la formulación del enigma, en la ampliación universal de la referencia de heráclito, rezaría así: «las cosas manifiestas que hemos agarrado, las dejamos». ¿qué puede significar semejante expresión? hay que tener presentes los pasajes de heráclito que niegan cualquier clase de realidad externa a los objetos del mundo sensible: parecería que de éstos se trata precisamente, cuando habla de «cosas manifiestas». recordemos los fragmentos: «el sol tiene la extensión de un pie humano», donde parece inevitable pensar en un rechazo de cualquier realidad objetiva, en la reducción de ese objeto a la simple apariencia sensorial; y además: «muerte es todo lo que vemos estando despiertos». en ese caso, "las cosas manifiestas que hemos agarrado" podría significar su simple aprehensión sensible, aquello en que consiste la ilusoria realidad del mundo que nos rodea, nada más que una serie de sensaciones. pero, ¿por qué dejamos esas cosas manifiestas que hemos atrapado? quizás heráclito quiera decir que las cosas manifiestas, corpóreas, nos engañan y provocan la ilusión de existir fuera de nosotros y de ser reales, vivas, sobre todo porque nosotros las imaginamos como permanentes. no es que heráclito critique las sensaciones. antes bien, elogia la vista y el oído, pero lo que condena es el hecho de transformar la aprehensión sensible sensorial en algo estable, existente fuera de nosotros. nosotros agarramos instantáneamente la experiencia de los sentidos y después la dejamos caer, si deseamos fijarla, inmovilizarla, la falsificamos. ese es el significado de los fragmentos que tradicionalmente se interpretan como base de una presunta doctrina del devenir propia de heráclito. este no cree que el devenir sea más real que el ser; cree simplemente que cualquier «opinión es una enfermedad sagrada», o sea, que cualquier elaboración de las impresiones sensoriales en un mundo de objetos permanentes es ilusorio. ya que dice por ejemplo: «no es posible entrar dos veces en el mismo río». no existe un río fuera de nosotros, sino sólo una fugaz sensación en nosotros, a la que nosotros damos el nombre de río, de un mismo río, cuando se presenta ante nosotros varias veces una sensación semejante a la primera: pero, en todas las ocasiones, la única cosa concreta que existe es una sensación instantánea, a la que no corresponde nada objetivo. sobre todo, tales sensaciones no documentan nada permanente, aunque sean semejantes; si queremos designar cada una de ellas con el nombre de río, podemos hacerlo, pero en todos los casos se tratará de un río nuevo.
volvamos ahora al fragmento homérico. si lo que hemos dicho puede interpretar la primera parte de la formulación del enigma, la segunda parte significará entonces, en la transposición de heráclito, aplicando una antítesis paralela a la del episodio de homero: «las cosas ocultas que no hemos visto ni agarrado, las traemos». ¿cuál puede ser la solución de esta segunda parte? se puede intentar aclarar esa expresión recordando dos temas esenciales del pensamiento de heráclito. el primero se podría llamar el «pathos» de lo oculto, es decir, la tendencia a considerar el fundamento último del mundo como algo escondido. tal es el concepto de la divinidad en heráclito: «la unidad, la única sabiduría, quiere y no quiere ser llamada con el nombre de zeus». el nombre de zeus es aceptable como símbolo, como designación humana del dios supremo, pero no es aceptable como designación adecuada, precisamente porque el dios supremo es algo oculto, inaccesible. otros dos fragmentos declaran más explícitamente todavía la superioridad de lo oculto: «a la naturaleza primordial le gusta ocultarse», y: «la armonía oculta es más fuerte que la manifiesta». el segundo tema es la reivindicación mística de una preminencia de la interioridad sobre la ilusoria corporeidad del mundo exterior. en varios fragmentos heráclito parece incluso postular el alma como principio supremo del mundo, y aristóteles confirma esta interpretación. tal parece ser la alusión del célebre fragmento «me he indagado a mí mismo»; más explícitamente dice heráclito: «los confines del alma no podremos encontrarlos caminando, aunque recorramos todos los caminos: así es de profunda su expresión», y además: «al alma pertenece una expresión que se acrecienta a sí misma». los dos temas antedichos parecen un¡ficarse, converger en una única visión fundamental, por la perspectiva abismal, en la dirección de lo oculto, en que se postula el alma. si ahora aplicamos esta temática a la segunda parte de la formulación del enigma homérico, parece abrirse la posibilidad de una solución. el alma, lo oculto, la unidad, la sabiduría, son lo que no vemos ni agarramos, pero llevamos dentro de nosotros. sólo la interioridad oculta es permanente, más aún: al manifestarse, «se acrecienta a sí misma».
lo que acabamos de decir no sólo confirma la importancia genérica del enigma en aquella era arcaica de grecia, y su íntima conexión con la esfera de la sabiduría, sino que, además, nos ha permitido en particular formular algunas hipótesis e intentar algunas aclaraciones en relación con el pensamiento de uno de los más difíciles e inaccesibles de aquellos sabios. hemos visto, mediante el examen detallado de un solo pasaje, que es posible proponer la unificación de declaraciones de heráclito aparentemente disociadas, u opuestas. no sólo eso, sino que, además, podemos trasladar otro de esos temas fundamentales de heráclito a la perspectiva del enigma, de modo que, al final, se presenta la hipótesis de que toda la sabiduría de heráclito sea un tejido de enigmas que aluden a una naturaleza divina insondable. se trata del tema de la unidad de los contrarios. hemos dicho que la unidad, el dios, lo oculto, la sabiduría, son designaciones del fundamento último del mundo. tal fundamento es trascendente. dice heráclito: «ningún hombre, de entre aquellos cuyos discursos he escuchado, llega hasta el extremo de reconocer que la sabiduría está separada de todas las cosas». pero entonces el enigma, ampliado a concepto cósmico, es la expresión de lo oculto, del dios. toda la multiplicidad del mundo, su ilusoria corporeidad, es una trama de enigmas, una apariencia del dios, del mismo modo que las palabras del sabio, manifestaciones sensibles, que son el vestigio de lo oculto, son una trama de enigmas. pero, como hemos dicho, el enigma se formula contradictoriamente. ahora bien, heráclito no sólo utiliza la formulación antitética en la mayoría de sus fragmentos, sino que sostiene que el propio mundo que nos rodea no es sino un tejido - ilusorio- de contrarios. todo par de contrarios es un enigma, cuya solución es la unidad, el dios que está tras ellos. efectivamente, dice heráclito: «el dios es día noche, invierno verano, guerra paz, saciedad hambre».

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