jueves, 20 de enero de 2011

pier paolo pasolini (1922 - 1975) // poeta de las cenizas

soy uno
que nació en una ciudad llena de pórticos en 1922.
tengo por tanto cuarenta y cuatro años, que llevo bien
(justo ayer, dos o tres soldados, en un arbolado de putas,
me atribuyeron veinticuatro – pobres chicos,
que confundieron a un niño con un coetáneo);
mi padre murió en el 59,
mi madre está viva.
todavía lloro, cada vez que pienso
en mi hermano guido,
un partisano asesinado por otros partisanos, comunistas
(pertenecía al partido de acción, pero porque yo se lo consejé:
él había empezado la resistencia como comunista),
en los montes, malditos, de una frontera
desierta con leves colinas grises y cumbres prealpinas desconsoladas.
en cuanto a la poesía, empecé a los siete años:
pero no era precoz sino en la voluntad.
he sido un poeta de siete años
-como rimbaud- pero solo en la vida.
ahora, en un pueblo entre el mar y la montaña
donde se desatan fuertes temporales, en invierno llueve intensamente,
en febrero las montañas se divisan claras como el cristal
apenas más allá de las ramas desnudas, y luego nacen las prímulas
inodoras en las zanjas, y en verano las parcelas, minúsculas, de maíz
intercaladas con las verdescuras de alfalfa
se recortan contra el cielo difuminado
como un paisaje misteriosamente oriental
ahora, en aquel pueblo,
hay un arquibanco lleno de manuscritos de uno los tantos chicos poetas.

lo más importante en mi vida ha sido mi madre
-se le ha sumado, sólo ahora, ninetto.
en el 42, en una ciudad en la que mi país es tan él mismo
que parece un país de ensueño, con la gran poesía de lo no-poético,
rebosante de campesino y pequeñas industrias,
mucho bienestar,
buen vino, buena comida,
gente educada y tosca, algo vulgar pero sensible,
en aquella ciudad publiqué mi primer librito de versos,
bajo el título, conformista por entonces, de poemas en casarsa,
dedicado, por conformismo, a mi padre,
que lo recibió en kenia.
estaba prisionero allí, víctima ignorante y complaciente
de la guerra fascista.
le produjo un placer inmenso recibirlo, lo sé:
éramos grandes enemigos,
pero nuestra enemistad formaba parte del destino, estaba más allá de nosotros.
y la prueba de nuestro odio, prueba irrefutable,
prueba para una investigación científica que no falla
-que no puede fallar-
¡aquel libro dedicado a él
estaba escrito en dialecto friulano!
¡el dialecto de mi madre!
el dialecto de un mundo
pequeño, que él sólo podía despreciar
-o aceptar, en todo caso, con la paciencia de un padre
y esto por una contradicción previa:
¡otra de aquellas que no pueden engañar a los especialistas!
allá donde se hablaba aquel dialecto, él se había enamorado.
enamorado de mi madre.
así, por ella, ese mundo pequeño, inferior,
campesino, casi negro, que él despreciaba,
lo había convertido en un esclavo:
pero esta vez él tampoco lo sabía.
no sabía que su amo era ese amor
que a través de una mujer niña (¡mi madre!),
bella, de cuello hermoso y un alma demasiado inocente
de ángel incapaz de vivir fuera de un pueblo, o del campo,
había frustrado todas sus certezas morales
de hombre mísero hecho para ser él, el amo.
por lo que aquel dialecto
resultó ser una cosa diabólica.
era el centro de miles de contradicciones más.
siendo la más acuciante de ellas la que no podía ser aceptada:
(porque) había sido consagrada por la imprenta
y las páginas candorosas de un libro de poesía
cuyo autor era el hijo de veinte años.
de modo que ni siquiera resultaba posible comenzar el análisis,
dado que no eran admisibles
semejantes contradicciones: que fueron como nubes negras
con truenos atroces, índice de derrota absoluta y de muerte,
en el trasfondo del luminoso horizonte del orgullo de un padre prisionero.
pues bien, al finalizar la guerra
regresó a italia, con aquel librito de versos friulanos
en la maleta.
reliquia sagrada, recuerdo de familia, declaración de grandeza
incluso futura.
debo agregar que mi padre aprobaba el fascismo.
(y he aquí la segunda contradicción, la pública:
el fascismo no toleraba los dialectos, signos
de la unidad truncada de este país en el que nací,
realidades inadmisibles y vergonzosas para el corazón de los nacionalistas.)
por eso no hubo reseñas de mi libro en las revistas oficiales.
y gianfranco contini tuvo que enviar su crítica
(la mayor alegría literaria de mi vida)
a un periódico de lugano.
con el final del fascismo comenzó el final de mi padre.
lo del fascismo es una excusa, con la que también justifico mi odio,
injusto, hacia ese pobre hombre: debo empero confesar que es un odio
horriblemente mezclado con compasión.
ahora que tengo inmerecidamente cuarenta y cuatro años,
casi la edad que tenía él en la época de mis primeras poesías,
le veo fuera de mi historia,
en un episodio que me es totalmente ajeno,
y en el que soy un héroe objetivo culpable.
porque debo recordar
que, junto con el amor inicial por mi madre
ha habido también un amor por él: y de los sentidos.
debo recordar mis pasitos de niño de tres años,
en una ciudad miserablemente perdida entre los montes,
con un aire ya algo austriaco,
casi en los manantiales de un río con nombre de museo y de guerra
y de miseria,
un río celeste entre gravas extensas al pie de las montañas,
mis pasitos a la vera de una carretera
azotada por un sol que no era de mi vida
sino de la de mis padres,
hacia el arcén donde mi padre, hombre joven,
orinaba
debo agregar aún, para terminar esta historia
-muy irregular en el conjunto de mi poema-
que esos versos friulanos son mis versos más bellos
(junto con los que escribí hasta los veintitrés o veinticuatro años,
publicados más tarde bajo el título de la mejor juventud,
y junto con los versos italianos de la misma época,
nacidos de aquella honda elegía friulana
de masoquista, exhibicionista y masturbador,
entre las moreras y los viñedos vistos por el ojo más puro del mundo;
esos versos se llaman el ruiseñor de la iglesia católica,
y su falsete suena aún como una música sutil
y atroz que, desde allá abajo, me encanta y me atrae).
no puedo deciros nada más
acerca de estancia en aquel pueblo de temporales y prímulas,
un destello de oriente en la frontera pequeño-burguesa con austria:
quizá se encarguen de esto los periodistas fascistas italianos,
o simplemente anticomunistas.
huí con mi madre y una maleta y algunas joyas que resultaron ser falsas,
en un tren lento como un mercancías,
por la llanura friulana cubierta con un manto de nieve delgado y duro.
íbamos hacia roma.
habíamos abandonado a mi padre
junto a una estufita de pobres,
con su viejo abrigo militar
sus iras horribles de cirrótico y sus síndromes paranoicos.
he vivido
esa página de la novela, la única de mi vida:
por lo demás
siempre he vivido dentro de una lírica, como todo obseso.
entre mis manuscritos llevaba también mi primera novela:
era la época de ladrones de bicicletas
y los literatos estaban descubriendo italia.
(ahora yo ya no soy un literato,
evito a los demás, no tengo nada que ver
con sus premios y sus prensas.)
llegamos a roma,
ayudados por un lindo tío,
que me dio un poco de su sangre:
yo vivía como puede vivir un condenado a muerte
siempre con esa inquietud como una cruz,
-deshonra, paro, miseria-.
mi madre tuvo que rebajarse a trabajar de criada por un tiempo.
y ya nunca me curaré de este mal.
porque soy un pequeño-burgues y no sé sonreír
como mozart
en una película -que titulé pajarracos y pajaritos
intenté, es cierto, la ópera bufa, la ambición suprema de un escritor,
pero sólo lo conseguí a medias,
porque soy un pequeñoburgués
y tiendo a dramatizarlo todo. ¿cómo me hice marxista?
pues bien, andaba yo entre florecitas cándidas y azuladas de primavera,
esas que nacen enseguida después de las prímulas,
-y poco antes de que las acacias se cubran de flores,
fragantes como carne humana, que se descompone al calor sublime
de la estación más bella-
y escribía a la orilla de pequeños estanques
que allá, en el pueblo de mi madre, con uno de esos nombres
intraducibles, llaman fondas,
con los chicos, hijos de campesinos,
que se bañaban inocentes
(porque eran impasibles ante sus vidas
mientras yo los creía conscientes de lo que eran),
escribía los poemas del ruiseñor de la iglesia católica
esto ocurría en el 43:
en el 45 todo fue diferente.
esos hijos de campesinos, ya algo crecidos,
se ataron un día el pañuelo rojo al cuello
y marcharon
hacia la casa del gobierno del cantón, de puertas
y palacetes venecianos.
así fue como supe que eran peones,
y que por lo tanto había patronos.
me puse del lado de los peones, y leí a marx.
¡tu espiritualismo es grande, américa!
pero será mayor aún cuando su inocencia sea refutada.
amo a ginsberg:
hacía mucho que no leía poesías de un poeta hermano-
creo que desde la época en el pueblo de temporales y prímulas,
cuando leí los cantos griegos de tommaseo y a machado.
ningún artista, en ningún país, es libre.
es contestación viviente.
a pound lo encarcelaron como a siniavsky y a daniel,
y el señor lennon ha escandalizado a todos, creo que hasta a los rusos.
en cuanto a mí,
a un inocente no se le cree nunca
y él, por otra parte, está demasiado ocupado pensando
en un río celeste entre las gravas extensas al pie de las montañas,
que corre bajo el sol de sus padres,
en otras vidas,
en vidas interpretadas de otro modo,
en otro significado de la vida,
que tampoco es el de los sueños,
si nuestra vida no es más que una sombra
sobre nuestra verdadera vida que no conocemos.)
en roma, desde el 50 hasta hoy, agosto de 1966,
no he hecho más que sufrir y trabajar vorazmente.
he enseñado, después de aquel año de paro y agonía,
en una escuelita privada por veintisiete dólares al mes:
entre tanto mi padre
nos había alcanzado
y nunca hablamos de nuestra fuga, la de mi madre y la mía.
fue un hecho normal, un traslado en dos etapas.
vivimos en una casa sin techo y sin revoque,
una casa de pobres, en el último arrabal, cerca de una prisión.
en verano había un manto de polvo, y un pantano en invierno.
pero era italia, una italia desnuda y alborotada,
con sus chicos, sus mujeres,
sus olores a jazmín y a sopas pobres,
los atardeceres sobre los campos del aniene, las parvas de basura:
y, en cuanto a mí,
mis sueños íntegros de poesía.
todo, en la poesía, podía encontrar una solución.
era como si italia, su descripción y su destino,
dependieran de lo que yo escribía,
en aquellos versos imbuidos de realidad inmediata,
ya nada nostálgica, como si la hubiese conquistado con mi sudor.

no importaba que fuera rico en cultura y amor,
importaba mucho más que yo, ciertos días,
no tuviera siquiera cien liras para un afeitado:
mi situación económica, aunque inestable y disparatada,
era por entonces, en distintos aspectos,
similar a la de la gente entre la que vivía:
en esto éramos verdaderos hermanos, o por lo menos iguales.
por eso, creo, pude comprenderlos muy bien.
y para comprender mis novelas intraducibles,
leed el prólogo de oscar lewis a su novela grabada:
de eso se trata.
también la burguesía italiana puede, pues, ser racista.
todavía no había tenido la oportunidad,
la primera ocasión mínima,
mis novelas,
la sublevaron.
sentí lo que puede sentir un negro en chicago:
el terror.
pero yo olvido pronto,
y todos los terrores
se transforman en una cosa
encima de mí y en mi cuerpo: una cosa especial, esa cosa,
y así, la he apartado y sufrido en mis entrañas:
me ha salido una úlcera,
de la que seguramente tarde o temprano moriré.
¡qué golpe terrible para el sueño interrumpido de mi juventud!
la burguesía italiana que me rodea es una caterva de asesinos.
y desde luego no espero mejor recibimiento de la burguesía americana.
en el mundo del capital la vida es una apuesta
a ganar o perder:
es la condición humana del laicismo burgués.
el que se expone, o se confiesa, o no teme el ridículo,
acaba mal: es la ley.
querido americanos, no pacifistas y no espiritualistas,
es decir, enorme mayoría bienpensante,
vuestro dios es un idiota,
como todo ciudadano medio
que desea con todas sus fuerzas y de todo corazón
ser como todos los demás:
y, por este amor ciego a la igualdad, la odia.
¿quién de vosotros lloró
por el chico griego condenado a muerte
por objeción de conciencia?
haced un breve examen de conciencia:
quien no derramó estas lágrimas es un cerdo.

pero yo sólo estoy haciendo un poema
bio-bibliográfico, volvamos al tema:
ragazzi di vita y una vita violenta
son los títulos de esas dos novelas mías
que generado el odio racista italiano.
fueron escritas en plenos años cincuenta.
mientras que los títulos de mis libros de poemas,
de esa misma época, son:
las cenizas de gramsci,
la religión de mi tiempo,
poesía en forma de rosa.
fue en este último donde algo se rompió:
quizá era la presencia, que yo aun no advertía directamente,
de la nueva izquierda americana,
y hoy os diré que no hay sólo que comprometerse con la escritura,
sino con la vida:
hay que resistir en el escándalo
y en la rabia, más que nunca,
ingenuos como cabritos en el matadero,
enajenados como víctimas, precisamente:
hay que clamar más fuerte que nunca el desprecio
contra la burguesía, gritar contra su vulgaridad,
escupir contra la irrealidad que aquella ha elegido como realidad,
no ceder ni en un acto ni en una palabra
en el odio absoluto contra ellas sus policías,
sus jueces, sus televisiones, sus periódicos:
y aquí
yo, pequeñoburgués que lo dramatiza todo,
tan bien educado por una madre de dulce y tímida alma
de la moral campesina,
quisiera hacer un elogio
de la inmundicia, la miseria, la droga y el suicidio:
yo, poeta marxista privilegiado,
que posee instrumentos y armas ideológicas para combatir,
y suficiente moralismo para condenar el puro acto de escándalo,
yo, hondamente respetable,
pronuncio este elogio, porque la droga, el asco, la rabia
y el suicidio
son, junto con la religión, la única esperanza que queda:
contestación pura y acción,
con la que se mide la enorme sinrazón del mundo.
no es necesario que una víctima sepa y hable.
más tarde, en los 60, rodé mi primera película que,
como he dicho, se titula accattone.
¿por qué me pasé de la literatura al cine?
de las preguntas previsibles de una entrevista,
ésta es inevitable, y lo ha sido.
respondía siempre que lo hice para cambiar de técnica,
que necesitaba una técnica nueva para decir una cosa nueva,
o bien, al contrario, que siempre decía lo mismo y que por eso
tenía que cambiar de técnica: según las variantes de mi obsesión.
pero no era del todo sincero al responder así:
la verdad se encontraba en lo que había hecho hasta entonces.
después me di cuenta
de que no se trataba de una técnica literaria,
perteneciente a la misma lengua con la que se escribe,
sino que era ella misma una lengua…
entonces confesé las razones oscuras
que presidieron mi elección:
¡cuántas veces, rabiosa e intempestivamente,
declaré querer renunciar a la ciudadanía italiana!
pues bien, al abandonar la lengua italiana, y con ella,
poco a poco, la literatura,
yo renunciaba a mi nacionalidad.
decía no a mis orígenes pequeñoburgueses,
huía de todo lo que era italiano,
protestaba, ingenuamente, y escenificaba una abjuración
que, al humillarme y castrarme,
me exaltaba. pero no era del todo
sincero aún.
puesto que el cine no sólo es una experiencia lingüística,
sino que, al serlo, es una experiencia filosófica.
andaba yo un día, como un pez fuera de la red,
en el aire seco,
por los alrededores de un promontorio desierto de almas, enfermo
en el azur,
y ahora os diré lo que me sucedió y cómo realmente ocurrieron las cosas.
iba aquel día por un carretera seca,
con las manos y el cerebro igualmente secos os diré
que sólo el vientre estaba vivo, como aquel promontorio en el inútil azor.
todos los mitos se habían desmoronado y disgregado, pero al menos en el promontorio
alguien vivía.
en suma: impulsado por el vientre palpitante y mi miopía,
conduje en el sol seco,
sobre un poco de asfalto,
entre algunos matorrales de otoño aún estivales,
hasta un caserío solitario al sol,
con dibujos vivaces de viejas paredes, y viejas estacas, y viejas
redes, y viejas tranqueras, azul y blanco
-estamos en italia- donde el sol mezclado con la lluvia hedía dulcemente.
allá dentro había un muchacho torvo, con un delantal (creo recordar), el pelo
denso de mujer,
la piel pálida y estirada, una cierta inocencia loca en los ojos,
de santo obstinado, que se quiere igual a su buena madre.

cómo te llamas, qué haces, vas a bailar, tienes novia,
ganas bastante,
fueron los pretextos con lo que me retracté del primer arrebato
de la vieja líbido canicular como un pez curado,
tomando una coca-cola.
vosotros habéis visto mi evangelio.
habéis visto los rostros de mi evangelio.
no podía equivocarme, porque a veces, cuando se rueda,
las decisiones hay que tomarlas en pocos minutos:
no me he equivocado nunca con los rostros,
con los rostros
porque mi lujuria y mi timidez
me han obligado a conocer bien a mis semejantes.
a él también lo conocí de inmediato,
el miserable endemoniado del caserío asediaso por el sol.
el invierno venía
a combatir el sol superviviente a las aventuras,
y el invierno venía,
y estaba allí en su rostro,
con sus tinieblas y sus casas silenciosas, su castidad.
me retiré.
pero no a tiempo para que él no sintiera, como una mujer,
el terror por el padre no semejante a los padres
que habían constituido el mundo para su obediencia.
pues bien, primero no sé que modesta autoridad
de aquel promontorio abandonado por los hombres y asaltado
por los burgueses de roma, idiotas y consagrados a la norma,
le creyó.
luego le creyó no sé que coronel
de cara aplastada por un destino tristemente mundano.
le creyó un juez instructor
que tenía en los ojos la misma expresión
de macho cabrío blanco que la de los palacetes estilo 1900 de aquella absurda aldea
en la que trabajaba.
le creyó finalmente el presidente del tribunal,
que me condenó,
aunque sólo a veinte o treinta días, formales.
el chico con palidez de santo había contado
que, aquel día de sol, había entrado en su tienda
un maleante con un sombrero negro,
se había puesto unos guantes negros,
había cargado un revólver con una bala de oro,
le había intimado a rendirse
y había sacado de la caja unos tres dólares.
que después, al irse, le había amenazado,
ya que él, el agredido, había agarrado un cuchillo para defenderse.
os he contado esto
en un estilo no poético
para que tú no me leyeras como se lee a un poeta.
en italia también existía un tal salvatore pagliuca,
senador de no sé qué partido,
vivía por allá, en el sur de levi, entre pueblos
que se secan al sol de aluviones,
donde crecen olivos espléndidos
y espléndidas ginestas.
en ayunas de olivos y ginestas,
como yo de su existencia,
este señor salvatore pagliuca
vio mi película accattone, y oyó
que un moro de dientes brillantes, como un lobo feroz
de coz preciosa,
se llamaba salvatore pagliuco.
se consideró ofendido, me presentó una querella, ganó el juicio
y obtuvo varios millones por daños.
te he contado esto
en un estilo no poético
para que no me leyeras como se lee a un poeta.
un día de principios de los años sesenta
(la época en que todo esto aconteció),
entregué a un reyezuelo del cine llamado amato, y a su compadre amoroso,
un guión con el título agreste de: la ricotta
puede que hayáis visto mi película
en el festival de nueva york, hace algunos años.
en aquel guión,
escrito a la manera de un escritor,
había algunas palabras descomedidas,
y escasa amabilidad con la religión de la burguesía católica de mi país.
por una de las múltiples razones que tú, crítico cinematográfico, bien conoces,
la película naufragó, amato murió,
y amoroso
me llevó a juicio
acusando a mi guión,
escabroso para el público medio,
de haberle impedido realizar su película.
sería como si el señor crawther
entregara al señor levin, a petición del propio levin,
un manuscrito demasiado enternecedor, idóneo sólo para colegialas,
y el señor levin, considerándolo mediocre,
por razones personales,
le llevara a juicio porque el excesivo candor
del guión de crawther, del dulce crawther,
le ha impedido hacer la película deseada.
perdí también este juicio y no sé cuántos millones
tendré que desembolsar a ese encantador señor loving,
arruinado por mi primera versión
de un guión inadecuado para un italiano medio.
esto también te lo he contado
en un estilo no poético
para que no me leyeras como se lee a un poeta.
así decayó la estima por la poesía, típica
de las infancias que creen en la eternidad; ilusión
que no borra los nacionalismos, inconscientemente, creyendo
(con pasión infantil) en lo absoluto
de la lengua de una nación; en su uso de canto o de música
(algo totalmente absurdo
una vez pasada la frontera); ilusión
que tampoco entierra la lógica y el clasicismo
(un miserable filólogo puede reconstruir entre una palabra y otra
-aisladas y arrumbadas en el silencio- el discurso cortado,
un pobre discurso
sin ideas, sin más religión que la del culto,
muy poco religioso por lo demás, de la poesía en la literatura).
pero no sólo decayó
la consideración por esta poesía
que pertenece a la pequeña historia de mi tiempo
(en el que estoy atrapado,
sin poder rescatar un solo rostro, ni siquiera el más extraño,
ni un solo libro, ni el más olvidado);
sino por la poesía misma. no es ella pues la que cuenta, nunca.
al menos si es concebida como poesía.
la lengua de la acción, de la vida que se representa,
¡es tan infinitamente mucho más fascinante!
es ella la que se reconstituye -
a partir de un libro de poesía: ella es antes y después:
en el medio hay un vehículo expresivo
que la evoca, eso es todo. obra de hechiceros.
sólo el amor por esta lengua del no-yo que se expresa
con el mismo derecho, con la misma fuerza que el yo,
le otorga al poeta
la habilidad.
pero la profesión de poeta en cuanto tal
es cada vez más insignificante. ¿es realmente necesario
introducir esa lengua viva en una lengua convencional,
para que después se libere y vuelva a ser la que es, lengua viva, en el lector?
¿no sabe éste dialogar con la realidad?
¿consiste el humilde valor del poeta
en volver a evocarla tal como la ve? ¿pero es serio eso?
¿por qué no la contempla en silencio,
-santo, y no literato?
sin embargo, ¿qué hacen
los jóvenes en las noches
de sus ciudades de provincia,
o incluso en las grandes capitales,
sino hablar de literatura?
¿con sus pasos sofisticados por las calles apenas descubiertas,
saturadas de significados secretos y de historia?
¿descubriendo a los escritores, como a las putas o los misterios
de un barrio, o las costumbres de una vida social
que ya es de ellos, aunque todavía pertenezca a sus padres
(que por eso preparan una guerra para mandarlos a morir)?

mientras me interrogo
a la luz del sol de agosto de un manhattan desierto (como os decía),
descubro que
yo (que sólo a través de la literatura he podido ser poeta)
ya no soy un literato.
me toca en suerte
evocar leves colinas sobre un río
de aguas azules muy transparentes sobre cantos pequeños,
entre gravas como osarios, primero por los arrecifes,
tristemente verdes, después entre viñedos
(locos en verano, de húmedo, difuminado silencio casi oriental)
de las colinas,
y por último entre los campos labrados cuyo olor
desencadena, en dos ojos salvajes
y en un vientre salvajemente puro, el desfallecimiento que atenaza
y da ganas de morir.
en esas míseras colinas, verdaderos cementerios, sin flores-
se luchó contra los fascistas y los alemanes, y mi hermano,
como os he dicho, dejó allí sus diecinueve años,
como un halcón que apenas sabía volar, y lo hacía tan bien.
eso que vosotros, con un esbozo de sonrisa irónica pero antipática
(que os demuda el rostro falsamente seguro, de enfermos),
llamáis, con exagerado énfasis, el compromiso,
ha vivido, durante casi quince años,
como parásito de la gloria y del dolor de esos cementerios.
es decir, no ha existido.
es ahora cuando comienza a existir.
ahora que esos cementerios sin flores
han florecido también.

todos reniegan de ese compromiso con la tácita,
neurótica voluntad de adularos: algunos con contrición,
otros sacando pecho como un puta.
yo no quiero volver a esas colinas,
ni como turista ni como visitante de tumbas, que quede claro.
yo también, yo también las he olvidado.
¡y con razón! en su acción y en la ideología
que la dictaba, como una forma de catecismo sublime,
viví mi rebelión de joven.
quizá también adquirí allí
hábitos indelebles
de moralismo y dignidad.
pero no volveré a esos lugares, que existen pero
llegados a este punto, no quiero conmoverme con mis razones
es decir, con el hecho
de que no sólo el compromiso
no ha terminado, sino que, por el contrario, comienza.
nunca italia fue tan odiosa.
sobre todo por la traición de los intelectuales,
por este revisionismo del partido comunista, lobo
que esta vez es realmente cordero el
longo en el spiegel tenía la cara obsequiosa del literato
que simula desesperadamente ser actual,
enterrando así toda violencia palingenésica del comunismo:
sí, también el comunista es burgués.
Esta ya es la forma racial de la humanidad.)
puede que luchar contra todo esto
no signifique escribir como comprometidos,
sino vivir.
en cuanto a mis obras futuras,
verás a un joven llegar un día
a una casa hermosa
donde un padre, una madre, un hijo y una hija
viven como ricos, en un estado que desconoce la autocrítica,
casi como si fuera un todo, la vida pura y simple;
hay también una criada (de algún pueblo subproletario); llega,
el joven,
hermoso como un americano,
y enseguida la primera, la criada, se enamora de él
y se levanta las faldas. él le ofrenda la dulce,
pesada rabia de su miembro. después se enamora
de él el hijo; los dos duermen en la misma habitación
del chico, con los vestigios de su infancia; y al hijo también
él le ofrenda su sedoso miembro, más adulto y vigoroso;
y el mismo don, complaciente y generoso,
porque él es el que da, se lo concederá a la madre,
adoradora de su ropa, los pantalones, la camiseta
y los calzoncillos, abandonados en un chalet
un caluroso día de verano, junto al tirreno;
y también concederá el mismo don al padre, convirtiéndose
en padre del padre pues éste, con ambigua dulzura maternal,
es padre sólo de nombre
al padre despertado al alba
por un dolor en el éstomago que le dobla,
que descubre, al levantarse para ir al baño,
la belleza muda de las cuatro de la mañana
con un sol ya radiante y descubrirá su amor
con el mismo asombro
con el que ha descubierto ese sol:
un amor como el de iván ilitch por su criado
campesino y joven; pero consciente, y dramático,
porque él, el viejo industrial con la cara
de orson welles, es un pequeñoburgués, y lo dramatiza todo.
el mismo don del miembro, en las horas
de la enfermedad del padre y antes que al padre
se lo concederá a la hija de catorce años, enamorada
de su padre, y que descubre al joven todo amor
a través de los ojos enamorados del padre, precisamente. Después
el joven se va:
la calle por la que desaparece
queda desierta para siempre.
y cada uno, en la espera, en el recuerdo,
como apóstoles de un cristo no crucificado mas perdido,
tiene su destino.
es un teorema:
y cada destino es una consecuencia.
ya conoces esos destinos,
son los del mundo donde tú, con tu antipática
sonrisa anticomunista, y yo con mi odio infantil
antiburgués, somos hermanos:
¡los conocemos a la perfección!
sabemos cómo llega una neurosis de ansiedad
y cómo una pequeña víctima femenina de catorce años
acaba en la cama de un hospital,
con los puños tan apretados que ni siquiera un escalpelo
podría abrirlos,
cómo un chico habla solo como un loco,
pintando e inventando nuevas técnicas,
hasta convertirse
en un giacometti o un bacon,
con el espectáculo de sus espectros figurativos
símbolos de la tragedia del mundo en una alma enferma,
que apesta al mezquino rencor del mal; cómo
una mujer de mediana edad, hermosa aún, y cuidada,
no sabe olvidar al cristo de la iglesia,
y al mismo tiempo, una vez perdida,
no sabe resistirse al deseo de perderse todavía más,
y vive así entre chicos de la vida y angustias cristianas;
y por último, cómo un padre
que había confundido la vida con la posesión,
una vez poseído,
pierde la vida, la arroja: es decir, regala su posesión
-una fábrica en los suburbios de la gran ciudad-
a sus operarios; y se pierde en el desierto,
como los hebreos.
casos de conciencia, todos ellos.
la criada, en cambio, se convierte en una santa loca,
llega al patio de su vieja barraca,
calla, reza y hace milagros,
cura a la gente,
sólo se alimenta de ortigas hasta que el pelo se le pone verde,
y al final, para morir,
se hace enterrar, llorando, por una excavadora,
y sus lágrimas, brotando del barro,
se convierten en una fuente milagrosa.
antes que el padre y la madre,
en el paraíso terrestre, había un primer padre,
en cuya intimidad vivimos primero.
pero después lo importante fue el amor de la madre
con el que nos hemos identificado
porque no podemos vivir
sin identificarnos con alguien. no podemos, por tanto,
concebir un amor que no tenga la dulzura maternal.
ese primer padre tiene pues dulzura de madre.
pero en una familia burguesa
él sólo es capaz
de desencadenar dramas morales.
la religión, la religión de la relación directa con dios,
pertenece aún al mundo anterior al de la burguesía.
los trabajadores observan.
no te diré, amigo, lo que en estásimos y episodios,
y coros en lugar de fundidos,
escribiré sobre el silencio de pílades
que se tornará rebelión,
y traición,
contra el amigo de la adolescencia, de miembro erecto,
orestes, el príncipe socialista,
y la decadencia de algunas furias purificadas
y recluidas en los montes festivos del cielo y en el cielo perdidos:
el retorno de estas furias retrocedidas al estado primigenio
en la ciudad liberada, con ellas, de la monarquía;
la regresión de electra,
ella, hija que amó al padre rey, y ahora es fascista como
se es fascista en la oscura añoranza de orígenes perdidos;
la fuga de pílades hacia los montes de las furias convertidas en euménides,
las diosas de los partisanos
y del amor repentino que une a un partisano con otro partisano;
la preparación de la lucha,
y el regreso a la cabeza de un ejército irregular,
-el misterioso ejército de los montes;
la alianza entre electra, fascista, y orestes, liberal
y promotor de reformas,
en la ciudad que se ha vuelto opulenta;
la intervención de atenas
que protege a electra y orestes, hijos de la razón,
y los une, acallando el aullido
de las antiguas furias que deambulan por la nueva ciudad;
el vacilar de pílades
frente a la ciudad enriquecida
que ya no le necesita;
su encuentro
la víspera de la batalla
con el viejo amigo de la adolescencia,
que sigue siendo joven
y hermoso como en los tiempos de sus primeros amores
cuando las mujeres eran algo desconocido;
y el modo en que se abandonan a sus discursos sobre el amor y el alma
que nada tienen que ver con la realidad presente,
y que los mancomunan;
y, por último, la soledad de pílades,
quien al final de la noche,
antes del alba, tendrá que tomar una decisión.
además, ¿acaso crees tú
posible tener un sueño, olvidarlo,
y cambiar de vida a causa de él?
¿crees que un padre puede tener un sueño
en el que se ve amando a su hijo,
no sé bajo que apariencia,
si la del propio padre de joven o la de un extraño
que es el padre del padre (de joven)
o la identificación de él mismo con su propia madre… Nadie,
ni siquiera yo, conocerá jamás ese sueño.
pero al padre le cambiará la vida por completo.
¿recuerdas a heracles
que le pide al hijo que llame a todos sus compañeros
más fuertes para que lo lleven a hombros
hasta la cima del monte cercano a la ciudad,
el monte de la ciudad
que es meta de peregrinajes y aventuras de chicos,
como sucede en los mundos preindustriales?
y, una vez llegados a la cima, ¿deberían el hijo y sus compañeros
prepararle la hoguera
y dejarle morir?
entra en ese sueño, si eres padre.
tú, padre, que, acaso inocentemente, eres cómplice
de los padres
que quieren librarse de los hijos
enviándolos a morir en guerras que se combaten
en los lugares de la coartada, el extremo oriente de la historia.
aquí, por una vez,
el padre no quiere la muerte del hijo, sino su amor.
es él quien se vuelve hijo, y en el hijo, joven, quizás vea al padre,
y lo ama, no quiere darle muerte, sino ser matado por él,
no quiere poseerlo, sino ser poseído por él.
sí, pero ese padre es un hombre burgués de nuestro mundo,
tiene una fábrica a los pies de los montes de crianza (festivos en el cielo
y en el cielo perdidos):
¿cómo podrá aceptar las consecuencias de ese sueño
que además ni siquiera recuerda?
las aceptará tergiversándolas. sabiendo y no sabiendo.
hará que el hijo lo sorprenda desnudo sobre la madre.
buscará pretextos para golpear al hijo,
y, por tanto, hacerse golpear.
agredirá al hijo
para atraerlo a sí,
para ser el centro de su vida.
hasta que el hijo, el leve hijo mozartiano,
pacifista y objetor de conciencia, abandone
la casa rica,
tras escuchar una declaración de amor del padre delirante.
el chico te lo aseguro- no le odiará
(es uno de esos chicos de hoy tan mejores que nosotros),
y, si hubiese podido hacerlo,
le habría dado al padre mendigo todo su oro,
le habría poseído como el chico de pueblo posee,
por pocos dólares, a aquél que no tiene la fuerza de ser hombre
y le invoca entonces como un salvador
se va, por los caminos del mundo,
con una chica,
tan sólo una puta, y un amigo:
nunca se sabrá a quien está dirigido su amor,
aunque él, ciertamente, infunde su oro
en el vientre de la chica.
llega el padre, espía, le encuentra, corrompe a la chica,
observa desde detrás de la puerta el amor de ellos,
descubre lo que el hijo
posee sin misterio, como cualquiera,
y sin embargo, es en él horrible e insoportablemente misterioso.
el padre ya no puede vivir después de haber visto ese amor,
entra y golpea mortalmente al hijo,
que sale llorando y despidiéndose de la vida,
de la habitación de uno de los mil coitos de su vida.
muere. y, sobre él, muerto, el padre se agacha para abrochar
el pantalón abierto sobre el fulgor inmaculado de la camiseta.
muchos años después, el padre, como en las novelas por entregas,
concluye el largo sueño de su vida
soñando en un andén de una estación
como en un verso de ginsberg.
eso es.
estas son las obras que quisiera hacer,
que son mi vida futura -pero también pasada-
y presente.
bien sabes te lo he dicho, viejo amigo, padre
algo intimidado por el hijo, poderoso
huésped alógeno de humildes orígenes-
que nada vale más que la vida.
por eso yo sólo quisiera vivir,
aún siendo poeta,
porque la vida se expresa también por sí misma.
quisiera expresarme con ejemplos.
arrojar mi cuerpo a la lucha.
pero si las acciones de la vida son expresivas,
también la expresión es acción.
no esta expresión mía, de poeta derrotista
que sólo dice cosas
y usa la lengua igual que tú, pobre, directo instrumento,
sino la expresión apartada de las cosas,
los signos trocados en música,
la poesía cantada y oscura,
que no expresa nada más que a sí misma,
por una bárbara y exquisita idea de que sea misterioso sonido
en los pobres signos orales de una lengua.
yo les he dejado a mis coetáneos y a los más jóvenes
tan bárbara y exquisita ilusión: y te hablo brutalmente.
y ya que no puedo volver atrás
y fingirme un joven bárbaro
que considera su lengua la única lengua del mundo,
y en sus sílabas oye misterios de música
que sólo sus compatriotas, semejantes a él por carácter
y literaria locura, pueden oír
- como poeta seré poeta de cosas.
las acciones de la vida sólo serán comunicadas,
y serán ellas la poesía,
pues, te repito, no hay más poesía que la acción real
(tú tiemblas sólo cuando la encuentras
en los versos o en la prosa,
cuando se evocación es perfecta).
no haré esto con alegría.
siempre anhelaré aquella poesía
que es acción en sí misma, en su desapego de las cosas,
en su música que no expresa nada
más que su propia árida y sublime pasión por sí misma.
pues bien, antes de dejarte te confesaré
que me gustaría ser escritor de música,
vivir rodeado de instrumentos
en la torre de viterbo que no consigo comprar,
en el paisaje más hermoso del mundo, donde ariosto
habría enloquecido de dicha al verse recreado con tanta
inocencia por robles, colinas, aguas y barrancos;
y allí componer música,
la única acción expresiva
quizá, alta e indefinible como las acciones de la realidad.

1966-67

poeta delle ceneri, bestemmia. tutte le poesie, vol. I, garzanti, milano 1993.

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