martes, 20 de septiembre de 2011

wystan hugh auden (reino unido, 1907 - 1973) // poesías - paren los relojes / si pudiera decirte / también nosotros vivimos buenos tiempos / canción del otoño / nunca habrá paz

paren los relojes
paren los relojes y desconectad el teléfono,
denle un hueso jugoso al perro para que no ladre,
hagan callar a los pianos, toquen tambores con sordina,
saquen el ataúd y llamen a las plañideras.

que los aviones den vueltas en señal de luto
y escriban en el cielo el mensaje “él ha muerto”,
ponganles crespones en el cuello a las palomas callejeras,
que los agentes de tráfico lleven guantes negros de
algodón.

él era mi norte y mi sur, mi este y mi oeste,
mi semana de trabajo y mi descanso dominical,
mi día y mi noche, mi charla y mi música.
pensé que el amor era eterno; estaba equivocado.

ya no hacen falta estrellas: quitenlas todas,
guarden la luna y desmontad el sol,
tiren el mar por el desagüe y poden los bosques,
porque ahora ya nada puede tener utilidad.


si pudiera decirte

el tiempo dirá tan sólo: “ya te dije”
sólo el tiempo conoce el precio que hemos de pagar;
si yo pudiera decírtelo, te lo haría saber.

si debiéramos sollozar cuando los payasos hacen su número,
si debiéramos tropezar cuando tocan los músicos,
el tiempo diría tan sólo “ya te lo dije”.

no hay fortunas que predecir, no obstante,
porque te amo más de lo que puedo expresar
si pudiera decírtelo, te lo haría saber.

los vientos deben venir de alguna parte cuando soplan,
debe haber razones por las que las hojas se pudren;
el tiempo dirá sólo “ya te lo dije”..

tal vez las rosas realmente quieren crecer,
tal vez la visión quiere en verdad permanecer;
si pudiera decírtelo, te lo haría saber.

supongamos que los leones se levantaran todos y se fueran,
y que todos los arroyos y los soldados huyeran;
¿dirá el tiempo algo que no sea ya te lo dije?
si pudiera decírtelo te lo haría saber.


también nosotros vivimos buenos tiempos

también nosotros vivimos buenos tiempos
cuando el cuerpo sintonizaba con el alma,
y bailamos con nuestros amores sinceros
a la luz de la luna llena,
y nos sentamos con los sabios y los justos
y fuimos ganando ingenio y alegría
en torno a algún plato selecto
gracias a Escoffier.
y sentimos esa gloria impertinente
que las lágrimas suelen alejar,
y quisimos que los corazones briosos
cantasen con el estilo grandioso de los antiguos.
pero fuimos importunados y fisgados
por la multitud promiscua,
los editores nos convirtieron
en fraudes para aturdir a la multitud,
todas las palabras como amor y paz,
todos los discursos cuerdos y positivos
fueron ensuciados, profanados y degradados,
los convirtieron en un chirrido horroroso.
ninguna oratoria sobrevivió
a aquel pandemonio
salvo la amarga, la soterrada,
la irónica y la monótona:
¿y dónde encontraremos cobijo
para la alegría o el simple bienestar
cuando apenas queda nada en pie
más que los suburbios de la discordia?


canción de otoño

ahora las hojas caen aprisa,
las flores de la nana no durarán,
las nanas han ido a sus tumbas,
pero los cochecitos de niño siguen rodando.

susurrantes vecinos a izquierda y derecha
nos apartan de nuestro verdadero deleite,
manos hábiles se ven obligadas a congelarse
abandonadas sobre rodillas solitarias.

a poca distancia de nosotros, en nuestro mismo camino,
muertos a centenares gritan “¡ay de mí!
con los brazos rígidamente alzados para protestar
en falsas actitudes de amor.

desarrapados a través del saqueado bosque,
los trolls corren rezongando por su comida,
el búho y el ruiseñor están mudos,
y el ángel no vendrá.

clara, inescalable, al frente
se alza la montaña de en lugar de,
de cuyos fríos arroyos en cascada
nadie puede beber más que en sueños.

nunca habrá paz

aunque el clima benigno y claro
vuelva a sonreír en el condado de tu estima
y regresen sus colores, la tormenta te ha cambiado:
nunca olvidarás la oscuridad
que enturbia tu esperanza, el vendaval
que profetiza tu caída.

tienes que vivir con tu conocimiento.
detrás, más allá, fuera de ti, hay otros,
viviendo soledades sin luna que tú no conoces,
pero ellos sí te conocen a ti,
seres de género y de número desconocido:
y tú no les gustas.

¿qué les has hecho?
¿nada? nada no es una respuesta:
llegarás a creer (¿cómo puedes evitarlo?)
que sí lo hiciste, que les hiciste algo;
te encontrarás deseando hacerles reír;
y anhelarás su amistad.

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