sábado, 30 de julio de 2011

hermann karl hesse (alemania, 1877 - 1962) // poesías - lenguaje / conocimiento / lamento / el lobo estepario / reflexión

lenguaje
(1929-1941)

el sol nos habla por medio de la luz,
con aroma y color lo hacen las flores,
el aire con las nubes, nieve, y lluvia.
en el santuario del mundo
vive un impulso, es insaciable,
para romper el mutismo de las cosas,
y en la palabra, el gesto, el sonido, el color
declarar el ser y su secreto.
la clara fuente de las artes corre aquí,
lucha por la palabra la revelación,
por el alma del mundo, y luminosa anuncia
con los labios del hombre una experiencia eterna.
toda vida tiende hacia el lenguaje,
en la voz y en el número, en el color, la línea y el sonido
y alza un trono cada vez más alto a los sentidos.
el rojo y el azul en una flor
se vuelve en la palabra de un poeta
el edificio interno de la creación
que siempre empieza y no termina nunca.
y allí donde el sonido y la palabra se combinan,
donde una canción suena, el arte se despliega,
y es cada vez allí el sentido de todo el universo,
y la existencia toda se conforma de nuevo,
y cada libro y cada canción
y cada cuadro es un descubrimiento,
un nuevo intento, tal vez hace el millar,
para alcanzar la unión de lo que vive.
os atraen música y poesía
a entrar en esa unión,
para captar la variedad de lo creado
una mirada basta solamente al espejo.
lo que nos afecta con su desconcierto
se vuelve claro y simple en el poema:
ríe la flor, la nube llueve,
tiene sentido el mundo, y lo que es mudo habla.


conocimiento
(1929-1941)

es eterno el espíritu y divino.
hacia él, de quien somos la imagen, e instrumento,
nos llevan nuestros pasos; es nuestro anhelo íntimo:
ser como él y brillar en su luz.
pero somos terrenos y mortales,
sobre nosotros pesa con gravidez la negligencia.
dulce nos trata, sin embargo, la naturaleza, maternalmente cálida,
nos cría con la tierra y nos prepara cuan y sepultura.
mas a pesar de todo, la naturaleza no nos trae el sosiego,
su maternal encanto lo atraviesa
la chispa paterna de inmortal espíritu,
hace del niño un hombre,
la inocencia nos borra, nos despierta a la lucha y la conciencia.
así entre padre y madre,
entre cuerpo y espíritu,
vacila el sino frágil de la creación,
el alma temblorosa de los hombres, capaces para el sufrimiento
como ser otro alguno, capaz de lo más alto:
un amor más creyente y con más esperanza.

difícil su camino, muerte y pecado su comida,
se pierde a veces entre la tiniebla,
sería mejor a veces no haber sido creado.
la nostalgia, no obstante, irradia eterna sobre él,
también su determinación: luz, espíritu. entonces
lo sentimos: es él, amenazado,
a quien ama el eterno con amor especial.

por eso, hermanos extraviados, a nosotros
nos es posible amar, incluso en la discordia,
y no juzgar ni tan siquiera el odio,
y por eso es posible este paciente amor.
una resignación amante nos acerca
cada vez más al límite sagrado.


lamento
(1929-1941)

el ser no nos ha sido dado. somos un río sólo
y dócilmente en toda forma confluimos:
tanto la noche como el día, catedral o caverna,
todo lo atravesamos, pues nos arrastra la sed por existir.
así llenamos forma tras forma sin descanso,
y ninguna llega a ser patria, ni dicha, ni necesidad,
siempre de viaje, huéspedes para siempre,
no nos llama el campo ni el arado, tampoco crece el pan para nosotros.

desconocemos lo que dios piensa de los hombres.
el juega con nosotros, somos arcilla entre sus manos,
enmudecida y maleable, ni ríe ni solloza,
es realmente dúctil, pero tampoco se calcinará.

¡ser convertido en piedra alguna vez, durar!
siempre viva por ello está nuestra nostalgia,
mas también queda siempre un temeroso escalofrío
y nunca se hace pausa para nuestro sendero.


el lobo estepario
(1919-1928)

yo, lobo estepario, troto y troto,
la nieve cubre el mundo,
el cuervo aletea desde el abedul,
pero una liebre nunca, nunca un ciervo.
¡amo tanto a los ciervos!
¡ah, si encontrase alguno!
lo apresaría entre mis dientes y mis patas,
eso es lo más hermoso que imagino.
para los afectivos tendría buen corazón,
devoraría hasta el fondo de sus tiernos perniles,
bebería hasta hartarme de su sangre rojiza,
y luego aullaría toda la noche, solitario.
hasta con una liebre me conformaría.
el sabor de su cálida carne es tan dulce de noche.
¿acaso todo, todo lo que pueda alegrar
una pizca la vida está lejos de mí?
el pelo de mi rabo tiene ya un color gris,
apenas puedo ver con cierta claridad,
y hace años que murió mi compañera.
ahora troto y sueño con los ciervos,
troto y sueño con liebres,
oigo soplar el viento en noches invernales,
calmo con nieve mi garganta ardiente,
llevo al diablo hasta mi pobre alma.

reflexión

divino es y eterno el espíritu.
hacia él, cuya imagen e instrumento somos,
conduce nuestro camino, y es nuestro entrañable anhelo
llegar a ser como él, fulgurar con su luz.
mas del barro y mortales nacimos
e inerte pesa en nosotros, criaturas, la gravedad.
aunque amor y cuidados maternales nos brinde natura,
y la tierra nos nutra y sea cuna y tumba,
la paz no nos otorga;
paternal y próvida, deshace
la chispa del espíritu inmortal
de natura el amoroso encanto:
hace hombre al niño, diluye la inocencia
y nos despierta a la lucha y la conciencia.

así, entre padre y madre,
así, entre cuerpo y espíritu,
vacila el hijo más frágil de la creación:
el hombre de alma temorosa, pero capaz de los más
sublime: un amor más fiel y esperanzado.

arduo es su camino, la muerte y el pecado lo alimentan,
se extravía con frecuencia en las tinieblas
y más le valdría a veces no haber sido creado.
eternamente fulge, sin embargo,
sobre él su misión y su destino: la luz, el espíritu.
y sentimos que es a él, desamparado,
a quien ama el eterno especialmente.
por ello no es posible amar,
erráticos hermanos, aun en la discordia.

y ni condenas ni odios,
sino amor resignado
y amorosa paciencia
nos acercan a la meta sagrada.

0 comentarios: