jueves, 2 de junio de 2011

witold gombrowicz (1904 - 1969) // diarios. 1 - contra los poetas (frag.)

el simplismo inusitado con que se defienden los poetas (por lo general,hombres nada tontos, aunque ingenuos) cuando se ataca su arte, sólo se puede explicar por una ceguera voluntaria. muchos de ellos buscan salvarse argumentando que escriben versos por placer, como si todo su comportamiento no desmintiese semejante afirmación. los hay que sostienencon toda seriedad que escriben para el pueblo y que sus rebuscados jeroglíficos constituyen el alimento espiritual de las almas sencillas. no obstante, todos creen con firmeza en la resonancia social de la poesía, y desde luego les será difícil comprender cómo se les puede atacar desde este lado. dirán: –¡cómo! ¿acaso puede usted dudar? ¿es que no ve usted las
multitudes que asisten a nuestros recitales? ¿la cantidad de ediciones que consiguen nuestros volúmenes?¿los estudios, los artículos, las disertaciones publicados sobre nosotros? ¿la admiración que rodea a los poetas famosos? es usted precisamente quien no quiere ver las cosas como son...

¿qué les contestaré? que todo esto no son más que ilusiones. es cierto que a los recitales van multitudes, pero también es cierto que incluso un oyente muy culto no es capaz en absoluto de comprender un poema declamado en un recital. cuántas veces he asistido a estas aburridas sesiones, en que se recitaba un poema tras otro, cuando cada uno de ellos tendría que ser leído con la máxima atención al menos tres veces para poder descifrar por encimasu contenido. en cuanto a las ediciones, sabemos que se compran miles de
libros para no ser leídos jamás. sobre la poesía escriben, como ya hemos dicho, los poetas. ¿y la admiración? ¿es que los caballos en las carreras no despiertan todavía más interés? pero ¿qué tiene que ver la afición deportiva con que asistamos a toda clase de rivalidades y todas las ambiciones -nacionales u otras- que acompañan a estas carreras, qué tiene que ver todo esto con una auténtica emoción artística? sin embargo, semejante respuesta, aunque justa, no sería suficiente. el problema de nuestra convivencia con el
arte es mucho más profundo y difícil. y es indudable, al menos a mi parecer, que si queremos entender algo de él, debemos romper totalmente con esta idea demasiado fácil de que «el arte nos encanta» y que «nos deleitamos con el arte». no el arte nos encanta sólo hasta cierto punto, mientras que los placeres que nos proporciona son más bien dudosos... y ¿acaso puede ser de otra manera, si la convivencia con el gran arte es una convivencia con hombres maduros, de horizontes más vastos y sentimientos más fuertes? no nos deleitamos, más bien tratamos de deleitarnos..., y no comprendemos..., sino que tratamos de comprender...

qué superficial es el pensamiento para el cual este fenómeno complicado se reduce a una simple fórmula: el arte encanta porque es bello. –oh, hay tantos esnobs..., pero yo no soy un esnob, yo reconozco con
franqueza cuando algo' no me gusta –dice esta ingenuidad y le parece que con esto todo queda arreglado.

sin embargo, podemos percibir aquí claramente unos factores que no tienen nada que ver con la estética. ¿piensan que si en la escuela no nos hubiesen obligado a extasiarnos con el arte, tendríamos por él, más tarde, tanta admiración, una admiración que nos viene dada? ¿creen que si toda nuestra organización cultural no nos impusiera el arte, nos interesaríamos tanto por él? ¿no será nuestra necesidad de mito, de adoración, lo que se desahoga en esta admiración nuestra, y no será que al adorar a los superiores, nos ensalzamos a nosotros mismos? pero ante todo, estos sentimientos de admiración y de éxtasis, ¿surgen «de nosotros» o «entre nosotros»? si en un concierto estalla una salva de aplausos, eso no quiere decir en absoluto que cada uno de los que aplauden esté entusiasmado. un tímido aplauso provoca otro, se excitan mutuamente, hasta que por fin se crea una situación en que cada uno tiene que adaptarse interiormente a esta locura colectiva. todos «se comportan» como si estuvieran entusiasmados, aunque «verdaderamente»
nadie está entusiasmado, al menos no hasta tal punto.

sería, pues, un error, una ingenuidad lastimosa, pretender que la poesía, o cualquier otro arte, fuera,
sencillamente, fuente de placer humano. y si desde este punto de vista observamos el mundo de los poetas y de susadmiradores, entonces todos sus absurdos y ridiculeces parecerán justificados: pues al parecer tiene que ser así, y está acorde con el orden natural de las cosas, que el arte, igual que el entusiasmo que despierta, sea más bien producto del espíritu colectivo que no una reacción espontánea del individuo. y, sin embargo, no. sin embargo, tampoco este planteamiento logrará salvar a los poetas, ni proporcionar los
colores de la vida y de la realidad a su poesía. porque si la realidad es precisamente así, ellos no se dan cuenta. para ellos todo sucede de una manera simple: el cantante canta, y el oyente, entusiasmado, escucha. está claro que si fuesen capaces de reconocer estas verdades y sacar de ellas todas sus consecuencias, tendría que cambiar radicalmente su misma actitud hacia el canto. pero podéis estar tranquilos: jamás nada cambiará entre los poetas. y no se hagan ilusiones de que ante estas fuerzas colectivas que nos falsean nuestra percepción individual muestren una voluntad de resistencia al menos para que el arte no sea una
ficción y una ceremonia, sino una verdadera coexistencia del hombre con el hombre. ¡No, estos monjes prefieren postrarse!

¿monjes? eso no quiere decir que yo sea adversario de dios o de sus numerosas órdenes religiosas. pero incluso la religión muere desde el momento en que se convierte en un rito. realmente, sacrificamos con demasiada facilidad en estos altares la autenticidad y la importancia de nuestra existencia.


extraído del anexo del diario 1,

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