viernes, 22 de abril de 2011

antón pávlovich chéjov ( 1860 - 1904) // el jardín de los cerezos, 1904 (frag.)

lopajin.-  permítame una pregunta: ¿qué opinión se ha formado usted de mí?
trofímov.-  mi opinión es la siguiente, yermolái alexiéievich; usted es un hombre rico, pronto llegará a millonario. y así como, desde el punto de vista del cambio de materia, es necesario el animal de presa que devora todo cuanto encuentra en su camino, también tú eres necesario.
varia.-  vale más que nos hable de los planetas, pietia.
liubov andriéievna.- no, mejor será que continuemos la conversación de ayer.
trofímov.-  ¿sobre qué?
gáiev.-  sobre el hombre orgulloso.
trofímov.-  ayer estuvimos hablando largo rato, pero sin llegar a nada concreto. en el hombre orgulloso, según ustedes lo entienden, hay algo de místico. es posible que tengan razón, a su modo; pero si razonamos sencillamente, sin dar rienda suelta a la fantasía, dónde veremos el orgullo y qué sentido tendrá hablar de él, al ver que el hombre, fisiológicamente, deja mucho que desear y en la aplastante mayoría de los casos es grosero, torpe y profundamente desdichado. hay que terminar de extasiarse consigo mismo. lo único que hace falta es trabajar.
gáiev.-  de todos modos, morirás.
trofímov.-  ¿quién sabe? ¿ y qué significa morir? a lo mejor, el hombre tiene cien sentidos y con la muerte perecen sólo los cinco que conocemos, mientras que los otros noventa y cinco siguen viviendo.
liubov andríeievna.-  ¡qué inteligente es usted, pietia!...
lopajin.-  (irónicamente) . ¡un horror!
trofimov.-  la humanidad avanza perfeccionando sus fuerzas. todo cuanto ahora le resulta inasequible, le será algún día, próximo y comprensible. sólo que hace falta trabajar, ayudar con todas las fuerzas a quien busca la verdad. en nuestro país, en rusia, por ahora son muy pocos los que trabajan. la inmensa mayoría de los intelectuales a quienes conozco no buscan nada, no hacen nada y, por de pronto, son incapaces de trabajar. se llaman intelectuales y a los criados los tratan de "tú", a los mujiks los miran como si fueran bestias, estudian mal, no leen nada seriamente, no hacen absolutamente nada; de las ciencias se limitan sólo a hablar; del arte, no entienden casi nada. todos son serios, todos tienen rostros severos, todos hablan sólo de lo esencial, todos filosofan, pero al mismo tiempo, la inmensa mayoría de los hombres, el noventa y nueve por ciento, viven como salvajes; a la menor cosa, puñetazo al rostro e insultos; comen espantosamente mal, duermen entre porquería, en estancias de aire viciado, llenas de chinches, malolientes, húmedas, en todas parte se encuentra suciedad moral... y es evidente que todas las buenas palabras que se pronuncian en nuestro país, sirven sólo para velar la realidad a nuestros propios ojos y a los ojos de los demás. muestrénme dónde están las casas-cuna y las salas de lectura de las que tanto y con tanta frecuencia se habla. no se encuentran más que en las novelas, pero en la realidad no existen en ninguna parte. lo único que existe es la suciedad, la vulgaridad, el asiatismo... a mí me dan miedo las fisonomías muy serias, las detesto; las conversaciones serias me dan miedo. ¡es preferible callar!
lopajin.-  ¿sabe usted? me levanto a las cinco de la mañana, trabajo desde la mañana hasta la noche, siempre tengo en mano dinero, mío y de los otros, y veo cómo es la gente que me rodea. basta comenzar a hacer alguna cosa para comprender cuán poca gente existe que es honesta, honrada. a veces, cuando no puedo dormir, pienso: "señor, tú nos has dado enormes bosques, campos inmensos, vastísimos horizontes y, viviendo aquí, nosotros deberíamos ser verdaderos gigantes..."
liubov andriéievna.-  para qué quiere usted gigantes... los gigantes sólo son buenos en los cuentos; en la vida, dan miedo.

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