jueves, 30 de junio de 2011

silvina ocampo (argentina, 1903 - 1993) // poemas - la vida infinita / las caras

la vida infinita
a veces me pregunto, al escuchar
como un recuerdo ya, el zorzal cantar

en los fondos más dóciles del sueño,
qué persigue la vida en su diseño

y en qué nos tornaremos cuando nada
nos distinga del aire y de la oleada

del mar que baña orillas de la tierra
donde nacemos y algo nos destierra.

cuando llegue átropos, supersticiosa,
con su cara de negra mariposa,

¿tendremos el anillo de oro mágico
que nos protegerá del hado trágico?

¿o tendremos las alas, el caballo,
que traspasará el vidrio como un rayo?

¿o perderemos todo en un momento
con el secreto y breve adiestramiento

que nos dan ya las cosas indistintas?
no escribiremos con las mismas tintas.

no pasará alejandro nevsky sólo
con música, armadura y protocolo

en los cinematógrafos oscuros.
no existirán los largos, largos muros

en el remoto imperio de la china;
ni en el tibet los monjes, su doctrina.

no existirán las sombras ni los piélagos.
ni las montañas ni los archipiélagos,

ni esos bustos dorados, ni esos nombres
ni esa voz que venera el pueblo, de hombres.

no habrá tigres ni monstruos de cemento,
ni la proclamación del monumento.

no habrá teatros y gentes y mercados,
agapantos, lugares retirados,

donde canta el calor con sus chicharras
o la lluvia en los techos de pizarras.

no sabremos que existe egipto, el nilo,
ni leeremos las páginas de esquilo.

no veremos en ciertos ojos almas
que besan a la nuestra en nuestras palmas.

en el itinerario de los días,
a veces víctimas de brujerías,

no omitiremos lo que más amamos
para incluir luego lo que detestamos.

no existirá el lustral mediterráneo,
ni las plantas, ni el sol contemporáneo.

no habrá calles con nombres previsibles,
ni metales ni piedras más sensibles.

no estará el mismo río sobre el barro,
las quemas de basuras ni ese carro,

con perros que en las noches del suburbio.
se pierden junto a un niño cruel y rubio.

no habrá reinas de egipto, ni monedas
que conservan sus caras, ni habrá sedas.

si hoy existimos, para no morirnos
mañana lograremos no eximirnos

del universo al inventar un mundo
para vivir de nuevo. vagabundo

como nosotros nuestro pensamiento
recordará quizás un alimento,

un dolor, un estigma, una pasión,
un rostro pálido, la comunión,

y por ejemplo dentro de algún verso
de san juan de la cruz un ciervo, un cierzo,

para otra vez incluirnos en la historia.
¿será como una jaula la memoria?

el sésamo ábrete de recordar,
de nuevo nos pondrá en nuestro lugar

o en lugares distintos como ciegos
que no se reconocen, como en juegos.


las caras

las caras de los hombres que en mi vida he encontrado
me persiguen y viven adentro de mi espíritu.
las caras de los hombres que he encontrado en mi vida
me miran y me abruman.
podría dibujarlas pero nunca me atrevo.
algunas tienen cuerpos y llevan en las manos
anillos y collares, flores de terciopelo,
algunas son mansiones, son jardines, son ríos,
algunas son un viaje, una playa, un desierto.
algunas son de mármol, algunas son fenicias,
algunas son romanas, griegas y perniciosas
con los rasgos borrados.
algunas tienen penas, muchas penas algunas,
y largas cabelleras que lloran en el viento.
algunas son horribles, casi siempre me advierten
que un peligro me acecha.
algunas tienen horas marcadas en los ojos
y son como clepsidras,
me despiertan de noche.
algunas me quisieron
y movieron los labios para decir mi nombre.
algunas no entendieron nunca lo que les dije
ni supieron por qué las miré largamente.
algunas son anónimas
llevan frutas y fuentes, manos de terracota,
como las estaciones.
algunas se arrodillan, buscan algo en la tierra.
algunas como pájaros siempre estiran el cuello.
algunas se inclinaron
y escribieron sus nombres sobre mi corazón
sin que yo lo advirtiera.
algunas fueron mías, algunas se alejaron
y perdieron su sexo, su virtud y su candor;
fueron como la imagen
del infierno en el mundo
que tratamos, en vano, de olvidar.
algunas fueron deidades
que no olvidaré nunca.

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