viernes, 4 de septiembre de 2009

clarice lispector // la sorpresa


Mirarse en el espejo y decirse deslumbrada: qué misyeriosa soy. Soy tan delicada y fuerte. Y la curva de los labios conservó la inocencia.

No hay hombre ni mujer que no se haya mirado en el espejo y no se haya sorprendido consigo mismo. Por una fracción de segundo nos vemos como un objeto a observar. A esto llamarían tal vez narcisismo, pero yo lo llamaría: alegría de ser. Alegría de encontrar en la figura exterior los ecos de la figura interna: ah, entonces es cierto que no me imaginé, yo existo

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