Desde
0. 2
“No
tengo más observarme a mí misma, hacia adentro, sentirte en el borde del
precipicio, que los otros te pueden tirar y no hay nada de qué agarrarse – dice
La Pérfida inconstante-. Dejé que me usen y humillen; tal vez por necesidad de
afecto o para que el otro me reconozca”.
El
ejercicio consiste en buscar una imagen/ objeto que reflejara a la mujer
desvalorizada y que uniera a la intérprete con su personaje.
Para
eso, debe buscar una vivencia y describir, en principio, sólo el lugar. Entre
los numerosos recuerdos elije el del cuarto de arriba de la casa de la abuela;
una habitación con paredes grises, dos ventanas, olor a madera. Junto a ella
hay alguien a quien odia, que de tanto miedo se siente paralizada hasta el
punto de no poder escaparse de allí, ni siquiera de gritar. Con los ojos
cerrados, la intérprete/personaje tiene
todo el cuerpo tensionado, los puños y ojos cerrados. El silencio invade la
sala y, de repente, grita. “Ya no están los que me tenían que escuchar”, indica
y recibe como respuesta: “no importa porque nosotros lo escuchamos” y luego “el
grito que acabaste de hacer tiene el mismo efecto que lo que te hace sentir
dolida”.
En
ese estado como de trance, lee la poesía Consejo
de un amante plantado de Fleur Adcock y, cómo debía leerlo para esa persona
a la que odia, tanto los gestos como la voz resaltan algunas palabras: piedad,
en tí, gusanos, tocarte, húmedas, no me pidas piedad.
En
este ensayo el director, Gabino Baliotte, busca
profundizar lo que llama la
“sub-partitura del actor” que es lo que constituyen al personaje pero que
pertenece solamente al intérprete y que
ni el director ni los concurrentes necesitan saber y escenas más pequeñas,
acciones subdivididas en microacciones eficaces para trabajar la interioridad
de cada personaje.
“Hay
una parte del intérprete y de su interpretación a la que no puedo ni debo
acceder, porque si no serían solamente mis títeres, sin vida propia, el trabajo
del director, asegún mi forma de encararlo se detiene en la construcción de la
partitura y de las dramaturgias, más allá es dominio del intérprete acompañado
por mí pero que es de su exclusiva incumbencia”, dice Baliotte.
El
Niño sabio, al principio, practica distintas voces para Noche de Ronda. Luego, mientras canta y circula por la sala tiene
que realizar distintas acciones: leer como si le confesara su amor a una chica
o le pidiera matrimonio, como si la novia lo hubiera engañado, riéndose o
contándolo como si fuera la última experiencia cotidiana del día pero con
distintos matices.
En
un último ejercicio que reúne a ambos personajes pero siempre enfocándose en su
individualidad, efectúan tres acciones cotidianas a través de la mímica y de forma
repetida.
En
principio realizan las acciones en simultáneo y con distintos matices pero
siempre de manera robotizada y en líneas. Luego cada uno por separado para comprobar su claridad.
Al
final en paralelo hasta el punto de aumentar tanto la velocidad como
exagerarlas para dejar de lado lo cotidiano y acentuar lo extra-cotidiano.
Así,
al final del ensayo, se hace realidad lo dicho por el director: “el piso tiene
que estar lleno de cosas porque es el desecho donde caen las cosas humanas”,
por esta razón, El niño sabio arma y construye una flota de barcos y aviones
que van cubriendo el piso, recuerdos de la guerra de la que vuelve su padre y
anticipo y continuación de la guerra que se desatará o se desenmascarará a su
vuelta.
El
niño sabio está confundido, enojado no sólo con su madre sino también con su
padre, porque ninguno de los dos le proveyó de un hogar, de la contención
mínima que requiere un niño para su saludable crecimiento y desarrollo; por
esta razón sus réplicas, sus silencios, sus requerimientos y su sufrimiento
sólo puede expresarlos con palabras de otros.
Dramatúrgicamente
hablando, El niño sabio es el único de los personajes que dice o interpreta o
se hace oír a través de la tragedia propiamente dicha, además de otros textos.
Los otros personajes recurren a otros textos no dramáticos, al resultado del
trabajo actoral en los ensayos y al trabajo del dramaturgo, quien combina las
intertextualidades para darle nueva voz a los personajes y crea el desarrollo escénico,
tanto en cuanta a la palabra en cuanto al movimiento, dando primordial
importancia a lo no dicho.
Baliotte
crea así una doble dramaturgia, la que se ve y se escucha y la que no se ve,
hecha en base a silencios, movimientos repetitivos, inmovilidades, lo dicho y
lo no dicho, lo que se ve y lo que no se ve , partitura y sub-partitura,
permitiendo y obligando a la vez al concurrente a construir su propio
recorrido, eligiendo cuál de los relatos seguir o seguirlos a ambos ya que
están imbricados el uno en el otro, concluyendo junto con Meyerhold que es el
concurrente el que termina de construir el espectáculo, es el concurrente el
que formula sus propias preguntas, sus propias inquietudes que le son sugeridas
por el desarrollo escénico.
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